El director del Centro Nacional de Inteligencia explicó el engaño en su comparecencia a puerta cerrada en el Congreso.
Miguel González
El comisario José Manuel Villarejo recurrió al engaño para amedrentar
y presionar a la examiga íntima de Juan Carlos I, Corinna zu
Sayn-Wittgenstein (Larsen de soltera).
A su cita de 2015 en Londres, donde la grabó acusando al Rey emérito de tener cuentas en paraísos fiscales o de utilizarla a ella como testaferro, acudió el policía con un falso informe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), fabricado por él mismo, con un supuesto plan para meterla en la cárcel.
¿Cómo logró ganarse Villarejo, un policía de modales rudos y lenguaje zafio, la confianza de una sofisticada y cosmopolita lobbista internacional casada en segundas nupcias con un aristócrata alemán cuyo apellido sigue utilizando?
La explicación la dio el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el general Félix Sanz Roldán, durante su comparecencia del pasado día 26 en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso.
El jefe del espionaje español mostró a puerta cerrada a los diputados los dos documentos que exhibió Villarejo ante la germano-danesa para ganarse su confianza, convenciéndola de que necesitaba su protección.
El más importante era un supuesto plan del CNI para mandarla a la
cárcel.
Zu Sayn-Wittgenstein, que ya estaba convencida de que el servicio secreto español estaba detrás de los supuestos robos de documentación que había sufrido en Londres y Montecarlo, era proclive a creerse esa falsificación, por burda que fuera.
Pero quizá no hubiera tragado el anzuelo si Villarejo no le hubiese mostrado el segundo documento: el contrato del Fondo Hispano-Saudí de Infraestructuras, del que ella fue comisionista.
El fondo fue una iniciativa del Ministerio de Exteriores, en la época en que lo dirigía Miguel Ángel Moratinos, para engrasar el desembarco de las empresas españolas en Arabia Saudí.
Se trataba de que españoles y saudíes lo nutriesen a partes iguales. Hasta 14 empresas españolas pusieron más de 20 millones, pero los saudíes no desembolsaron un euro, por lo que se acabó disolviendo. Aunque no se hizo ninguna inversión, los gestores se embolsaron más de cuatro millones.
Su representante era la amiga íntima de Juan Carlos l.
Aunque Villarejo intentó inquietar a su interlocutora sugiriendo que los que perdieron su dinero podrían denunciarla, la exhibición del contrato no servía tanto para amenazarla como para ganarse su credulidad: el documento era auténtico y una copia del mismo figuraba entre la documentación que supuestamente le fue sustraída, según ella sospechaba, por el espionaje español.
El hecho de que Villarejo lo tuviera en su poder daba credibilidad al disfraz bajo el que se presentaba: él era un íntegro y patriota agente del CNI enfrentado a su despótico y corrupto director.
Si la amiga del Rey se creía que Villarejo había sacado de los archivos del servicio secreto la copia del contrato del Fondo Hispano-Saudí, también podría creerse que había obtenido del mismo sitio el supuesto plan para meterla a ella en la cárcel.
La estrategia funcionó a la perfección.
Concluida la operación de amedrentamiento y captación, se inició el diálogo cuya grabación fue difundida el pasado 11 de junio por los digitales OKDiario y El Español.
Con el expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, como maestro de ceremonias, la aristócrata fue desgranando, a preguntas de Villarejo, un rosario de revelaciones escandalosas y supuestos delitos atribuidos al rey Juan Carlos, desde el cobro de comisiones por el contrato del AVE a La Meca al regalo de una finca en Marrakech por parte de Mohamed VI.
La finca, aseguró Sanz, no se llegó a inscribir y no pasó de un ofrecimiento del rey de Marruecos en un momento en el que deseaba atraer a la jet-set a una ciudad golpeada por el terrorismo islamista.
Según el jefe del CNI, el Rey no cobró del AVE y tampoco lo hizo su amiga, aunque esta intentó sin éxito repetir el negocio del Fondo Hispano-Saudí.
El director del servicio secreto dijo en el Congreso que no había investigado el patrimonio de Juan Carlos I en el extranjero porque ni el Gobierno se lo había ordenado ni ningún juez se lo había autorizado.
A quien sí investigó, por indicación del Gobierno y con autorización judicial, fue a su amiga.
En mayo de 2012, un mes después del accidentado safari de Botsuana, por el que Juan Carlos I tuvo que pedir públicamente disculpas, el director del CNI viajó a Londres a ver a la mujer con conocimiento del Rey.
La conversación se desarrolló en términos cordiales, según aseguró a los diputados el general Sanz, quien negó rotundamente las supuestas amenazas a las que se refirió ella en su conversación con Villarejo.
La relación entre Juan Carlos I y su amiga germano-danesa se rompió en la Pascua Militar de 2014, cuando un Rey desorientado y titubeante evidenció su creciente incapacidad para llevar la Jefatura del Estado.
Seis meses después abdicaría en su hijo Felipe VI.
Relevado en el trono Juan Carlos I y rotos sus vínculos con su examiga íntima, el CNI perdió interés por ella.
Pero en 2015, poco después de la cita de Londres, elaboró una nota secreta en la que advertía de la nueva conexión entre Villarejo y Zu Sayn-Wittgenstein.
El general Sanz se la mostró a los diputados.
Con Villarejo en prisión desde noviembre por los delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales, el director del CNI no descartó nuevas revelaciones escandalosas.
La ventaja es que todo el material, 30 terabytes de información, está ya en poder de la Justicia.
A su cita de 2015 en Londres, donde la grabó acusando al Rey emérito de tener cuentas en paraísos fiscales o de utilizarla a ella como testaferro, acudió el policía con un falso informe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), fabricado por él mismo, con un supuesto plan para meterla en la cárcel.
¿Cómo logró ganarse Villarejo, un policía de modales rudos y lenguaje zafio, la confianza de una sofisticada y cosmopolita lobbista internacional casada en segundas nupcias con un aristócrata alemán cuyo apellido sigue utilizando?
La explicación la dio el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el general Félix Sanz Roldán, durante su comparecencia del pasado día 26 en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso.
El jefe del espionaje español mostró a puerta cerrada a los diputados los dos documentos que exhibió Villarejo ante la germano-danesa para ganarse su confianza, convenciéndola de que necesitaba su protección.
Zu Sayn-Wittgenstein, que ya estaba convencida de que el servicio secreto español estaba detrás de los supuestos robos de documentación que había sufrido en Londres y Montecarlo, era proclive a creerse esa falsificación, por burda que fuera.
Pero quizá no hubiera tragado el anzuelo si Villarejo no le hubiese mostrado el segundo documento: el contrato del Fondo Hispano-Saudí de Infraestructuras, del que ella fue comisionista.
El fondo fue una iniciativa del Ministerio de Exteriores, en la época en que lo dirigía Miguel Ángel Moratinos, para engrasar el desembarco de las empresas españolas en Arabia Saudí.
Se trataba de que españoles y saudíes lo nutriesen a partes iguales. Hasta 14 empresas españolas pusieron más de 20 millones, pero los saudíes no desembolsaron un euro, por lo que se acabó disolviendo. Aunque no se hizo ninguna inversión, los gestores se embolsaron más de cuatro millones.
Su representante era la amiga íntima de Juan Carlos l.
Aunque Villarejo intentó inquietar a su interlocutora sugiriendo que los que perdieron su dinero podrían denunciarla, la exhibición del contrato no servía tanto para amenazarla como para ganarse su credulidad: el documento era auténtico y una copia del mismo figuraba entre la documentación que supuestamente le fue sustraída, según ella sospechaba, por el espionaje español.
El hecho de que Villarejo lo tuviera en su poder daba credibilidad al disfraz bajo el que se presentaba: él era un íntegro y patriota agente del CNI enfrentado a su despótico y corrupto director.
Si la amiga del Rey se creía que Villarejo había sacado de los archivos del servicio secreto la copia del contrato del Fondo Hispano-Saudí, también podría creerse que había obtenido del mismo sitio el supuesto plan para meterla a ella en la cárcel.
La estrategia funcionó a la perfección.
Concluida la operación de amedrentamiento y captación, se inició el diálogo cuya grabación fue difundida el pasado 11 de junio por los digitales OKDiario y El Español.
Con el expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, como maestro de ceremonias, la aristócrata fue desgranando, a preguntas de Villarejo, un rosario de revelaciones escandalosas y supuestos delitos atribuidos al rey Juan Carlos, desde el cobro de comisiones por el contrato del AVE a La Meca al regalo de una finca en Marrakech por parte de Mohamed VI.
La finca, aseguró Sanz, no se llegó a inscribir y no pasó de un ofrecimiento del rey de Marruecos en un momento en el que deseaba atraer a la jet-set a una ciudad golpeada por el terrorismo islamista.
Según el jefe del CNI, el Rey no cobró del AVE y tampoco lo hizo su amiga, aunque esta intentó sin éxito repetir el negocio del Fondo Hispano-Saudí.
El director del servicio secreto dijo en el Congreso que no había investigado el patrimonio de Juan Carlos I en el extranjero porque ni el Gobierno se lo había ordenado ni ningún juez se lo había autorizado.
A quien sí investigó, por indicación del Gobierno y con autorización judicial, fue a su amiga.
Sin nadie detrás
La orden se la dio a finales de 2011 el presidente Zapatero, de acuerdo con la Casa del Rey, ante el temor de que una persona que se había introducido en el círculo más íntimo de don Juan Carlos y tenía creciente influencia sobre él pudiera responder a intereses de alguna potencia extranjera y comprometer la seguridad nacional. Pese a sus relaciones con magnates rusos, la investigación concluyó que tras ella no había nadie más que ella.En mayo de 2012, un mes después del accidentado safari de Botsuana, por el que Juan Carlos I tuvo que pedir públicamente disculpas, el director del CNI viajó a Londres a ver a la mujer con conocimiento del Rey.
La conversación se desarrolló en términos cordiales, según aseguró a los diputados el general Sanz, quien negó rotundamente las supuestas amenazas a las que se refirió ella en su conversación con Villarejo.
La relación entre Juan Carlos I y su amiga germano-danesa se rompió en la Pascua Militar de 2014, cuando un Rey desorientado y titubeante evidenció su creciente incapacidad para llevar la Jefatura del Estado.
Seis meses después abdicaría en su hijo Felipe VI.
Relevado en el trono Juan Carlos I y rotos sus vínculos con su examiga íntima, el CNI perdió interés por ella.
Pero en 2015, poco después de la cita de Londres, elaboró una nota secreta en la que advertía de la nueva conexión entre Villarejo y Zu Sayn-Wittgenstein.
El general Sanz se la mostró a los diputados.
Con Villarejo en prisión desde noviembre por los delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales, el director del CNI no descartó nuevas revelaciones escandalosas.
La ventaja es que todo el material, 30 terabytes de información, está ya en poder de la Justicia.
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