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8 ago 2018

Fotograma de la teleserie Friends................La ciencia lo confirma: la amistad tiene un límite

Fotograma de la teleserie Friends
Fotograma de la teleserie Friends

La ciencia lo confirma: la amistad tiene un límite

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Repito: lo único que han necesitado los científicos han sido los nombres de los amigos de cada niño. Y sin esperar la respuesta de otros compañeros.
Detectar posibles anomalías de un alumno en sus relaciones de amistad del colegio es una de las posibles aplicaciones del trabajo de investigación que acaba de publicar Sánchez junto a Ignacio Tamarit, José. A Cuesta y Robin I. M. Dunbar, en la revista PNAS
El estudio, financiado por la Fundación BBVA, supone un hito porque, según Sánchez, “por primera vez una teoría matemática es capaz de predecir un fenómeno social”.
Imaginemos que el profesor quiere ahora dividir la clase en grupos de cinco.
 Tamarit, el otro físico de la investigación, fue antes profesor de secundaria. 
“Cuando se trabaja por proyectos la forma en la que agrupas a los niños es muy importante. 
Con las preguntas sobre los amigos podemos optimizar el rendimiento de los grupos y sirve para colegios, empresas, campamentos... Esta herramienta permitiría ver cómo de cohesionado está el grupo o si hay facciones.
 Hay mucha información que puede ser útil”.
¿Una obviedad?
Es obvio que si no tienes amigos, te pasa algo. 
También es raro encontrar a alguien que diga que tiene 30 superamigos porque a los que de verdad son íntimos les dedicas más tiempo (y los días solo tienen 24 horas) y más espacio en el disco duro de tu cerebro (tienes que acordarte de si son más de carne o de pescado, de su número de hermanos, su último problema laboral...)
 Lo lógico es que tengas más nombres en la lista de conocidos que en la de tu núcleo duro de amistades.
 Y así surgen los círculos de amigos, más grandes y numerosos conforme se alejan del núcleo.
“Todo es obvio una vez sabes la respuesta”.
 Sánchez cita el título de un libro para contestar a esta pregunta. “Lo que no es tan obvio es que haya matemáticas rigurosas que expliquen por qué eso es así. 
También es obvio que el agua a determinada temperatura se convierte en vapor, pero luego viene la física a explicarte por qué pasa eso.
 Esto es exactamente igual”.
“Es verdad que parece todo muy natural, pero hay que medirlo y por eso es ciencia”, defiende Tamarit.
 “Nosotros observamos que los seres humanos estructuran sus amistades siguiendo un patrón y lo que hemos hecho es demostrar matemáticamente por qué ocurre eso”.
Los autores se fueron a una universidad estadounidense para poner sus matemáticas a prueba.
 Allí comprobaron que el 98% de los alumnos organizaba sus amistades de manera similar: pocos amigos muy íntimos, unos cuantos buenos amigos y muchos conocidos.
 

El número máximo que somos capaces de gestionar es 150, tal y como formuló Robin Dunbar en los 90.
 Pero la estructura de cómo los organizamos es dinámica. “Si tienes un mejor amigo y se va a vivir fuera, o rompes con tu pareja, de repente te queda un hueco”, explica Sánchez. 
“El cerebro parece que lo detecta y dice: hay sitio libre. A lo mejor en la capa de conocidos no lo notas pero en los primeros círculos sí que detectas ese vacío y lo llenas. 
Nos comportamos de alguna manera como si fuéramos átomos y tuviéramos electrones”. 

La física de una isla desierta
Los investigadores pusieron a prueba su modelo en un entorno diferente.
 ¿Qué pasaría si el número de amistades está limitado por cuestiones físicas (como en una isla desierta tipo la serie Lost) o lingüísticas? 
Las matemáticas predecían un resultado pero ¿ocurría eso en la realidad?
La oportunidad de comprobarlo llegó gracias al trabajo de campo de un sociólogo, José Luis Molina, entre la población búlgara y china asentada en Cataluña.
 En las comunidades de inmigrantes analizadas los círculos de amistades salían invertidos: todos eran amigos íntimos de todos (hasta 50) y la lista de conocidos era mínima.
“Fue el momento más emocionante del trabajo”, comenta Tamarit.
 “Si tienes limitado el número de relaciones, lo normal es que estas se vuelvan fuertes, pero nadie lo había pensando así.
 Desde un punto de vista antropológico tenía sentido, matemáticamente nos salía eso y luego en la realidad vimos que era así”.



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