Repito: lo único que han necesitado los científicos
han sido los nombres de los amigos de cada niño. Y sin esperar la
respuesta de otros compañeros.
El
estudio, financiado por la Fundación BBVA, supone un hito porque, según
Sánchez, “por primera vez una teoría matemática es capaz de predecir un
fenómeno social”.
Imaginemos que el profesor quiere ahora dividir la
clase en grupos de cinco.
Tamarit, el otro físico de la investigación,
fue antes profesor de secundaria.
“Cuando se trabaja por proyectos la
forma en la que agrupas a los niños es muy importante.
Hay mucha información que puede ser útil”.
¿Una obviedad?
Es obvio que si no tienes amigos, te pasa algo.
También es raro encontrar a alguien que diga que tiene 30 superamigos
porque a los que de verdad son íntimos les dedicas más tiempo (y los
días solo tienen 24 horas) y más espacio en el disco duro de tu cerebro
(tienes que acordarte de si son más de carne o de pescado, de su número
de hermanos, su último problema laboral...)
Lo lógico es que tengas más
nombres en la lista de conocidos que en la de tu núcleo duro de
amistades.
“Todo es obvio una vez sabes la respuesta”.
Sánchez
cita el título de un libro para contestar a esta pregunta. “Lo que no es
tan obvio es que haya matemáticas rigurosas que expliquen por qué eso
es así.
También es obvio que el agua a determinada temperatura se
convierte en vapor, pero luego viene la física a explicarte por qué pasa
eso.
Esto es exactamente igual”.
“Es verdad que parece todo muy natural, pero hay que
medirlo y por eso es ciencia”, defiende Tamarit.
“Nosotros observamos
que los seres humanos estructuran sus amistades siguiendo un patrón y lo
que hemos hecho es demostrar matemáticamente por qué ocurre eso”.
Los autores se fueron a una universidad estadounidense
para poner sus matemáticas a prueba.
Allí comprobaron que el 98% de los
alumnos organizaba sus amistades de manera similar: pocos amigos muy
íntimos, unos cuantos buenos amigos y muchos conocidos.
El número máximo que somos capaces de gestionar es 150, tal y como formuló Robin Dunbar
en los 90.
Pero la estructura de cómo los organizamos es dinámica. “Si
tienes un mejor amigo y se va a vivir fuera, o rompes con tu pareja, de
repente te queda un hueco”, explica Sánchez.
“El cerebro parece que lo
detecta y dice: hay sitio libre. A lo mejor en la capa de conocidos no
lo notas pero en los primeros círculos sí que detectas ese vacío y lo
llenas.
Nos comportamos de alguna manera como si fuéramos átomos y
tuviéramos electrones”.
La física de una isla desierta
Los investigadores pusieron a prueba su modelo en un
entorno diferente.
¿Qué pasaría si el número de amistades está limitado
por cuestiones físicas (como en una isla desierta tipo la serie Lost) o lingüísticas?
Las matemáticas predecían un resultado pero ¿ocurría eso en la realidad?
La oportunidad de comprobarlo llegó gracias al trabajo
de campo de un sociólogo, José Luis Molina, entre la población búlgara y
china asentada en Cataluña.
En las comunidades de inmigrantes
analizadas los círculos de amistades salían invertidos: todos eran
amigos íntimos de todos (hasta 50) y la lista de conocidos era mínima.
“Fue el momento más emocionante del trabajo”, comenta
Tamarit.
“Si tienes limitado el número de relaciones, lo normal es que
estas se vuelvan fuertes, pero nadie lo había pensando así.
Desde un
punto de vista antropológico tenía sentido, matemáticamente nos salía
eso y luego en la realidad vimos que era así”.
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