El cadáver de Soledad Donoso apareció el 12 de octubre de 1992 en Córdoba tras semanas desaparecida.
El caso, que llegó a archivarse, se reabrió años después con la imputación de un sospechoso.
Soledad Donoso tenía 18 años cuando se le perdió el rastro por última
vez tras salir de casa de sus padres, en Córdoba, camino al trabajo.
Dos semanas después apareció su cadáver en la orilla del Guadalquivir.
Era 12 de octubre de 1992 y el cuerpo había quedado muy deteriorado tras las fuertes lluvias que se dieron esos días en la ciudad.
Años después, varios testigos afirmaron ver a Soledad montarse en un coche deportivo rojo, un Golf GTI.
La familia siempre sospechó de que un amigo de su hija fuera realmente el asesino, pese a que el caso fue archivado.
Dos décadas después aquel individuo fue imputado.
Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 6 de abril de 2013, describe la lucha de los familiares de la joven para esclarecer la muerte de Soledad:
El cadáver de Soledad Donoso fue hallado el 12 de octubre de 1992 en la orilla del Guadalquivir, dos semanas después de que la joven desapareciera.
El lunes 28 de septiembre había salido de su casa, en la plaza de San Pedro, en pleno casco histórico de Córdoba, para ir a trabajar a una pizzería de la avenida Barcelona.
Su madre, Carmen, lo recuerda muy bien porque al día siguiente era el cumpleaños de la abuela de Soledad.
El trayecto solía hacerlo en moto pero, esa tarde, su hermana Mari Carmen se la pidió.
Así que salió de casa y la joven de 18 años emprendió camino a pie.
Soledad torció a la izquierda, seguramente hacia la plaza del Vizconde, y nadie más de su familia volvió a verla con vida.
Dos semanas después, el cadáver encontrado en el Guadalquivir no parecía arrojar pistas de lo que le había sucedido.
La acción de la lluvia, muy fuerte esos días, junto a las alimañas, habían deteriorado mucho los restos.
Una investigación policial, que la familia y los letrados que la representan consideran más que cuestionable, hizo el resto.
El caso se cerró a pesar de que la familia insistiese en que a Soledad la habían asesinado y que un amigo suyo era, para ellos, el principal sospechoso.
Este individuo ha sido imputado por el posible delito del homicidio de Soledad Donoso 20 años después, tras un trabajo arduo de la familia para reabrir el caso, que se había cerrado en los años 90 ante la aparente falta de avances en la investigación.
Solo la familia mantuvo vivo el recuerdo de la muerte de Donoso recordándola en una carta que publicaba cada aniversario de la desaparición en el Diario Córdoba.
Los años pasaron y la fecha para el archivo definitivo del caso, en 2012, se acercaba inexorable.
Si no había novedades, se cerraría del todo.
La familia emprendió entonces una campaña de pegada de carteles en busca de datos, pistas, testimonios que se hubiesen escapado 20 años atrás y que mantuviesen viva la llama de las pesquisas.
Aquella petición de auxilio tuvo respuesta.
Para empezar, contactó con la familia un criminólogo e investigador canario, Félix Ríos, que representaba a la asociación Laxhmi que busca dar salida a las familias afectadas por crímenes que no hayan podido ser resueltos por la policía o los jueces.
Ruiz y dos letrados repasaron los miles de folios del caso buscando lagunas y nuevas pruebas que realizar.
Finalmente, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Córdoba admitió en mayo de 2012 la petición de la familia de reabrir la investigación.
Desde entonces, el juzgado ha ordenado la práctica de una decena de diligencias, entre ellas la exhumación en agosto del cadáver de Soledad.
Los restos fueron nuevamente examinados en un estudio antropológico y toxicológico.
Y lo que hace 20 años no se descubrió, hace ocho meses aparecía claramente.
Todo indica que Soledad Donoso no murió por causas naturales. Fuertes golpes propinados antes de su fallecimiento en la cara y en su brazo, apuntan a un episodio de extrema violencia que le dejó unas lesiones que pudieron causarle la muerte.
Mientras esa línea de investigación avanzaba, la reconstrucción de lo
que pudo haber pasado, también.
El número de contacto dispuesto por la familia de Soledad recibió el testimonio de varios testigos que, 20 años después, decían haber visto a una mujer que coincidía con la descripción de Soledad. “Aquello fue de una emoción enorme.
Nunca nadie se había acercado a decirnos nada. Tal vez porque tenían miedo. Pero ahora han empezado a hablar”, dice Mari Carmen Donoso.
Recogiendo todos los relatos, se puede reconstruir la escena. Cuando salió de casa rumbo al trabajo, Soledad se topa rápidamente con alguien que conoce y conduce un coche deportivo rojo, un Golf GTI muy parecido al modelo que en 1991 salía de las fábricas.
Se monta y sigue camino. “Tal vez le dijo que la acercaba al trabajo”, supone Mari Carmen.
Otros testigos situaron el mismo vehículo u otro muy parecido, en la zona del Arenal alto, un rato después.
De allí se habrían bajado un chico y una chica joven, del aspecto de Soledad.
Mantuvieron una fuerte discusión.
Él, que portaba una litrona en la mano, termina golpeándola repetidas veces, antes de salir con el coche a toda velocidad.
Dos semanas después, muy cerca de allí, se encontró el cadáver de Soledad.
Además de los nuevos testimonios, los familiares y los investigadores descubrieron que varias de las personas que declararon al final de la instrucción en los años 90 afirmaron que sus primeros testimonios podrían haber sido cambiados, modificados u omitidos.
Y en todos ellos, señalaban al mismo joven del que siempre había sospechado la familia.
Pero, ¿era ese mismo joven quién conducía el Golf GTI rojo en el que se montó Soledad y que llegó al Arenal? Félix Ríos, Penélope Castejón y la madre y hermanos de Soledad Donoso están seguros que se trata del imputado.
Pero todavía no hay pruebas que vinculen al sospechoso con ese vehículo.
Si los investigadores lo logran, el caso ganaría mucha consistencia. Por eso, han activado una campaña a través de los medios de comunicación para tratar de recabar esta información vital.
Han dispuesto un número de contacto para recabar testimonios: 652182069.
Dos semanas después apareció su cadáver en la orilla del Guadalquivir.
Era 12 de octubre de 1992 y el cuerpo había quedado muy deteriorado tras las fuertes lluvias que se dieron esos días en la ciudad.
Años después, varios testigos afirmaron ver a Soledad montarse en un coche deportivo rojo, un Golf GTI.
La familia siempre sospechó de que un amigo de su hija fuera realmente el asesino, pese a que el caso fue archivado.
Dos décadas después aquel individuo fue imputado.
Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 6 de abril de 2013, describe la lucha de los familiares de la joven para esclarecer la muerte de Soledad:
El cadáver de Soledad Donoso fue hallado el 12 de octubre de 1992 en la orilla del Guadalquivir, dos semanas después de que la joven desapareciera.
El lunes 28 de septiembre había salido de su casa, en la plaza de San Pedro, en pleno casco histórico de Córdoba, para ir a trabajar a una pizzería de la avenida Barcelona.
Su madre, Carmen, lo recuerda muy bien porque al día siguiente era el cumpleaños de la abuela de Soledad.
El trayecto solía hacerlo en moto pero, esa tarde, su hermana Mari Carmen se la pidió.
Así que salió de casa y la joven de 18 años emprendió camino a pie.
Soledad torció a la izquierda, seguramente hacia la plaza del Vizconde, y nadie más de su familia volvió a verla con vida.
Dos semanas después, el cadáver encontrado en el Guadalquivir no parecía arrojar pistas de lo que le había sucedido.
La acción de la lluvia, muy fuerte esos días, junto a las alimañas, habían deteriorado mucho los restos.
Una investigación policial, que la familia y los letrados que la representan consideran más que cuestionable, hizo el resto.
El caso se cerró a pesar de que la familia insistiese en que a Soledad la habían asesinado y que un amigo suyo era, para ellos, el principal sospechoso.
Este individuo ha sido imputado por el posible delito del homicidio de Soledad Donoso 20 años después, tras un trabajo arduo de la familia para reabrir el caso, que se había cerrado en los años 90 ante la aparente falta de avances en la investigación.
Solo la familia mantuvo vivo el recuerdo de la muerte de Donoso recordándola en una carta que publicaba cada aniversario de la desaparición en el Diario Córdoba.
Los años pasaron y la fecha para el archivo definitivo del caso, en 2012, se acercaba inexorable.
Si no había novedades, se cerraría del todo.
La familia emprendió entonces una campaña de pegada de carteles en busca de datos, pistas, testimonios que se hubiesen escapado 20 años atrás y que mantuviesen viva la llama de las pesquisas.
Aquella petición de auxilio tuvo respuesta.
Para empezar, contactó con la familia un criminólogo e investigador canario, Félix Ríos, que representaba a la asociación Laxhmi que busca dar salida a las familias afectadas por crímenes que no hayan podido ser resueltos por la policía o los jueces.
Ruiz y dos letrados repasaron los miles de folios del caso buscando lagunas y nuevas pruebas que realizar.
Finalmente, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Córdoba admitió en mayo de 2012 la petición de la familia de reabrir la investigación.
Desde entonces, el juzgado ha ordenado la práctica de una decena de diligencias, entre ellas la exhumación en agosto del cadáver de Soledad.
Los restos fueron nuevamente examinados en un estudio antropológico y toxicológico.
Y lo que hace 20 años no se descubrió, hace ocho meses aparecía claramente.
Todo indica que Soledad Donoso no murió por causas naturales. Fuertes golpes propinados antes de su fallecimiento en la cara y en su brazo, apuntan a un episodio de extrema violencia que le dejó unas lesiones que pudieron causarle la muerte.
El número de contacto dispuesto por la familia de Soledad recibió el testimonio de varios testigos que, 20 años después, decían haber visto a una mujer que coincidía con la descripción de Soledad. “Aquello fue de una emoción enorme.
Nunca nadie se había acercado a decirnos nada. Tal vez porque tenían miedo. Pero ahora han empezado a hablar”, dice Mari Carmen Donoso.
Recogiendo todos los relatos, se puede reconstruir la escena. Cuando salió de casa rumbo al trabajo, Soledad se topa rápidamente con alguien que conoce y conduce un coche deportivo rojo, un Golf GTI muy parecido al modelo que en 1991 salía de las fábricas.
Se monta y sigue camino. “Tal vez le dijo que la acercaba al trabajo”, supone Mari Carmen.
Otros testigos situaron el mismo vehículo u otro muy parecido, en la zona del Arenal alto, un rato después.
De allí se habrían bajado un chico y una chica joven, del aspecto de Soledad.
Mantuvieron una fuerte discusión.
Él, que portaba una litrona en la mano, termina golpeándola repetidas veces, antes de salir con el coche a toda velocidad.
Dos semanas después, muy cerca de allí, se encontró el cadáver de Soledad.
Además de los nuevos testimonios, los familiares y los investigadores descubrieron que varias de las personas que declararon al final de la instrucción en los años 90 afirmaron que sus primeros testimonios podrían haber sido cambiados, modificados u omitidos.
Y en todos ellos, señalaban al mismo joven del que siempre había sospechado la familia.
Pero, ¿era ese mismo joven quién conducía el Golf GTI rojo en el que se montó Soledad y que llegó al Arenal? Félix Ríos, Penélope Castejón y la madre y hermanos de Soledad Donoso están seguros que se trata del imputado.
Pero todavía no hay pruebas que vinculen al sospechoso con ese vehículo.
Si los investigadores lo logran, el caso ganaría mucha consistencia. Por eso, han activado una campaña a través de los medios de comunicación para tratar de recabar esta información vital.
Han dispuesto un número de contacto para recabar testimonios: 652182069.
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