Un Blues

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13 ago 2018

Beatriz y Eugenia de York, dos princesas fuera de registro

Las dos hijas de Andrés de York y Sarah Ferguson buscan su sitio mientras se aproxima el momento en el que los hijos de Carlos de Inglaterra y sus nietos acapararán la actividad monárquica en Gran Bretaña.

Las princesas Beatriz (izquierda) y Eugenia en las carreras de Ascot, el 19 de junio de 2018
Las princesas Beatriz (izquierda) y Eugenia en las carreras de Ascot, el 19 de junio de 2018 GTRESONLINE
Eugenia trabaja en una casa de subastas de arte contemporáneo en Londres; a Beatriz, que probó en las finanzas y en la producción en Sony, no se le conoce profesión definitiva, aunque ahora trabaja como vicepresidenta de innovación para una empresa que crea programas informáticos para call centers, y se dedica, cómo no, a causas solidarias (entre otras a ayudar a niños con dislexia, que ella también padece).
El perfil de Eugenia, la pequeña y tradicional, que ahora se casa con el embajador del tequila Casamigos en Reino Unido (segunda boda real en un año para George Clooney), resulta más discreto.
 El de Beatriz, la mayor, es más parecido al de su padre: viajero, bon vivant, con amistades entre famosos.
 Ha sido la primera royal británica en correr una maratón, escalar picos en los Alpes, aparecer en una película —como extra en La joven Victoria, 2009— o, desde Diana de Gales en 1996, acudir a la gala de moda del Met en Nueva York.
 Como solían ironizar los medios británicos hace unos años: "Otra nueva semana, otras vacaciones para Beatriz".
Estos meses ambas estarán en el disparadero por la boda de Eugenia, que se celebrará también Windsor y ante una multitud: los novios desean que hasta 1.200 personas puedan asistir al enlace en los terrenos del castillo.
 En el número de septiembre de la edición británica de Vogue, las hijas de Sarah Ferguson aparecen retratadas con carísimos vestidos y hablando, hablando mucho, hablando sobre todo y sobre nada.
Y eso es precisamente lo que la monarquía británica no hace: hablar.
 Sonríen, estrechan manos, cortan cintas.
 Pero, como bien sabe la reina Isabel II, su máxima representante y la que más en profundidad conoce su maquinaria, hablar, no hablan. Pero ellas cuentan que se dedican a la caridad, que quieren una boda popular y libre de plásticos, que representan a palacio porque, aunque trabajan, tienen jefes "muy comprensivos". 
Ellas hablan sin parar.
 Porque son populares, y princesas, pero ya tienen un pie fuera.

 

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