El asesino de 16 años que mató con una catana a sus padres y a su hermana.
José Rabadán Pardo parecía un chico normal, hasta que mató a su
familia el 1 de abril de 2000.
Rabadán, que entonces tenía 16 años, asesinó a sablazos a su padre, Rafael Rabadán Tovar, de 51 años; a su madre, Mercedes Pardo Pérez, de 54, y a su hermana, María Rabadán, afectada por el síndrome de Down, de nueve.
Sus cuerpos fueron hallados en el domicilio familiar, en el barrio murciano de Santiago El Mayor.
Según constaba en el informe psiquiátrico tras el triple asesinato, Rabadán padecía un grave trastorno mixto de personalidad con rasgos esquizoides, narcisistas, antisociales y sádicos que a juicio de los psiquiatras disminuían levemente su capacidad de comprensión emocional de las consecuencias de sus actos.
Asimismo los propios médicos aconsejaban que "dada su peligrosidad potencial por el trastorno de personalidad que padecía debería pasar varios años ingresado en una institución psiquiátrica penitenciaria o similar para tratar sus problemas mentales y rehabilitarlo socialmente".
Rabadán, mal estudiante, estudió hasta tercero de ESO en el Instituto de Enseñanza Media Mariano Baquero.
Repitió dos veces ese curso, lo que le hizo abandonar los estudios, uno de los principales puntos de fricción con su padre, que le obligó a matricularse en un curso de garantía social de soldadura.
El temor al padre parece ser, según los psiquiatras, uno de los principales puntos de inflexión en la personalidad de Rabadán, al que ocultó el abandono de los estudios por miedo y ansiedad.
El día que se lo comunicó fue especial para Rabadán.
Era el momento "que esperaba desde hace tiempo, era el que no me dejaba dormir por las noches, era el que esperaba oír, era el final", dijo.
La única salida era irse de su casa, algo que hizo una vez, pero fue encontrado enseguida.
En su mente, la única salida a su miedo por su padre, era que desapareciese uno de los dos.
Al final eliminó a toda la familia.
Acudía a un gimnasio donde realizaba musculación y artes marciales, sin destacar especialmente porque, según el informe, era sólo cinturón blanco.
Era también muy aficionado a la informática, especialmente a los videojuegos y a las charlas en Internet.
Pero resaltaba especialmente su interés en coleccionar armas blancas "peligrosas y agresivas", como machetes de gran tamaño, catanas como la que utilizó en el triple crimen, hachas, cuchillos picahielos de gran tamaño y con cuatro filos, navajas, cuchillos japoneses, estrellas ninja y puños americanos con pinchos.
Rabadán, que entonces tenía 16 años, asesinó a sablazos a su padre, Rafael Rabadán Tovar, de 51 años; a su madre, Mercedes Pardo Pérez, de 54, y a su hermana, María Rabadán, afectada por el síndrome de Down, de nueve.
Sus cuerpos fueron hallados en el domicilio familiar, en el barrio murciano de Santiago El Mayor.
Según constaba en el informe psiquiátrico tras el triple asesinato, Rabadán padecía un grave trastorno mixto de personalidad con rasgos esquizoides, narcisistas, antisociales y sádicos que a juicio de los psiquiatras disminuían levemente su capacidad de comprensión emocional de las consecuencias de sus actos.
Asimismo los propios médicos aconsejaban que "dada su peligrosidad potencial por el trastorno de personalidad que padecía debería pasar varios años ingresado en una institución psiquiátrica penitenciaria o similar para tratar sus problemas mentales y rehabilitarlo socialmente".
Rabadán, mal estudiante, estudió hasta tercero de ESO en el Instituto de Enseñanza Media Mariano Baquero.
Repitió dos veces ese curso, lo que le hizo abandonar los estudios, uno de los principales puntos de fricción con su padre, que le obligó a matricularse en un curso de garantía social de soldadura.
El temor al padre parece ser, según los psiquiatras, uno de los principales puntos de inflexión en la personalidad de Rabadán, al que ocultó el abandono de los estudios por miedo y ansiedad.
El día que se lo comunicó fue especial para Rabadán.
Era el momento "que esperaba desde hace tiempo, era el que no me dejaba dormir por las noches, era el que esperaba oír, era el final", dijo.
La única salida era irse de su casa, algo que hizo una vez, pero fue encontrado enseguida.
En su mente, la única salida a su miedo por su padre, era que desapareciese uno de los dos.
Al final eliminó a toda la familia.
Coleccionaba armas
Sus amigos eran, según el propio Rabadán "gente sana que ni roban ni toman drogas y con los que hacía cosas normales".Acudía a un gimnasio donde realizaba musculación y artes marciales, sin destacar especialmente porque, según el informe, era sólo cinturón blanco.
Era también muy aficionado a la informática, especialmente a los videojuegos y a las charlas en Internet.
Pero resaltaba especialmente su interés en coleccionar armas blancas "peligrosas y agresivas", como machetes de gran tamaño, catanas como la que utilizó en el triple crimen, hachas, cuchillos picahielos de gran tamaño y con cuatro filos, navajas, cuchillos japoneses, estrellas ninja y puños americanos con pinchos.
Reinsertado y con familia
José Rabadán fue condenado a seis años de prisión en un centro de
menores y a otros dos en régimen de libertad vigilada en aplicación de
la Ley del Menor, una condena que causó cierta conmoción social por la
gravedad de los hechos en relación con el tiempo de estancia en la
cárcel.
En diciembre de 2005, siete meses antes de lo previsto, pasó a libertad vigilada en una casa de acogida de la asociación evangelista Nueva vida, ubicada en Cantabria.
La decisión fue adoptada por los informes favorables de la Dirección General de la Familia de Murcia y del psiquiatra, y a la que la Fiscalía no se opuso.
En su paso por Nueva Vida creó los vínculos que le permitieron reconstruir su vida.
Hoy José Rabadán ha formado una familia. Vive con su pareja, Tania, la hija de un pastor evangélico, y su hija en Cantabria, alejados del ruido de la macabra historia.
A finales de 2017 se publicó el documental Yo fui un asesino: El crimen de la catana, en el que Rabadán intentó responder a una de las preguntas clave en el caso: ¿por qué lo hizo?.
En diciembre de 2005, siete meses antes de lo previsto, pasó a libertad vigilada en una casa de acogida de la asociación evangelista Nueva vida, ubicada en Cantabria.
La decisión fue adoptada por los informes favorables de la Dirección General de la Familia de Murcia y del psiquiatra, y a la que la Fiscalía no se opuso.
En su paso por Nueva Vida creó los vínculos que le permitieron reconstruir su vida.
Hoy José Rabadán ha formado una familia. Vive con su pareja, Tania, la hija de un pastor evangélico, y su hija en Cantabria, alejados del ruido de la macabra historia.
A finales de 2017 se publicó el documental Yo fui un asesino: El crimen de la catana, en el que Rabadán intentó responder a una de las preguntas clave en el caso: ¿por qué lo hizo?.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de septiembre de 2003
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