Siempre hay un pimpampum en los gobiernos. En el último el más destacado pimpampum fue Cristóbal Montoro, por razones de bolsillo.
Y ahora tenemos a Huerta. A ver cómo le va
En la toma de posesión del ya exdirector del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, este hizo un parlamento lleno de buena sintaxis y de citas puestas en su sitio. Entre ellas, una que luego repitió, al revés, el entonces ministro de Exteriores, el muy locuaz García Margallo.
Cuando acabó el acto le puse de relieve al ministro esa contradicción en iguales citas.
Y entonces él me dijo, con toda naturalidad:
— Voy a morir por esta boca.No murió, y tampoco murió su boca, pues la sigue usando, a veces no citando sino expresando venablos.
Ya no es ministro, eso se sabe.
¿Por qué esa rareza? Porque así pasa: la peor carne para un periodista es la carne de periodista
Tiene seis libros publicados, miles de tuits, red social en la que sigue a 1169 personas y tenía nada menos que 343.929 seguidores a las 6.47 de la mañana del día después de su consagración administrativa.
Es famoso por sus libros, naturalmente, pero sobre todo por su larga carrera ligera en televisión, y ha sido recibido como la rareza de este gobierno de notables.
¿Por qué esa rareza? Porque así pasa: la peor carne para un periodista es la carne de periodista. Y Màxim Huerta es periodista, de modo que en la noche del miércoles, cuando todos estábamos con la pluma afilada a ver quién demonios iba a completar el espléndido elenco ministerial, en la Redacción se hizo un silencio y luego un jolgorio: "¡Màxim Huerta!" Leña al mono.
No es que sea raro, es que no era el esperado.
A lo largo del día, este periodista recibió recado de confirmar si el ministro de ese ramo iba a ser, sucesivamente, Joan Manuel Serrat, Antonio Banderas, Rosa León, Aitana Sánchez Gijón, Ana D´Atri... La gente esperaba, en las redacciones al menos, y también en las redes, que son ahora las redacciones por otros medios, que Pedro Sánchez eligiera a Andrè Malraux o a Jorge Semprún o a Carmen Alborch o a Javier Solana.
Es notorio que Andrè y Jorge eran imposibles nombramientos, pero también tiene cerca, en el arco de filosofía y letras, a Fernando Savater o a Santos Juliá o a Javier Solana o a Solana y a Alborch (que de eso saben más que Huerta), entre aquellos que no me pidieron confirmar.
Y en lugar de esos malrauxes y semprunes, o gilbertogiles, o solanas, o alborchs, apareció en la pantalla el nombre de Màxim Huerta.
"¡Màxim Huerta!", gritaron mis compañeros, sus colegas.
¿Quiénes somos los periodistas para adelantar cómo desempeñará Màxim Huerta su cometido?
Somos unos atrevidos... como lo ha sido Màxim Huerta, en sus tuits, que va a tener que revisar para que no se los afeen uno a uno, menos el último, en el que invoca a su muy invocada Ana María Matute.
Y con ese atrevimiento ya hemos señalado a este valenciano llamativo como el pimpampum del nuevo Gobierno socialista.
Siempre hay un pimpampum en los gobiernos.
En el último el más destacado pimpampum fue Cristóbal Montoro, por razones de bolsillo.
Y ahora tenemos a Huerta. A ver cómo le va.
Javier Pradera, el más destacado de nuestros editorialistas, se encargaba en este periódico de hacer balance periódico de los ministros, empezando por los de UCD.
Y ahí había un ministro gris para la época, Juan Rovira Tarazona, ministro de Sanidad de Adolfo Suárez.
Durante su corto periodo fue el que reguló la donación para trasplante de órganos, una iniciativa milagrosa.
Aun así no daba la talla frente a sus colegas de gabinete, así que Pradera acababa siempre aquella relación de trabajos ministeriales: "Y también hay un ministro que se llama Rovira Tarazona".
Pues ya tiene el nuevo ministro de Cultura remedo del sanbenito: "Y también hay un ministro que se llama Màxim Huerta".
Por su boca lo conoceréis, como a Margallo.
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