Relatos por un tubo
Ignoramos si Sánchez es un estadista, pero sería un excelente jugador de ajedrez por su habilidad para anticiparse a los movimientos del contrario.
Ha llegado a La Moncloa con un movimiento de ficha absolutamente sorpresivo que cambió la lógica del juego de un Parlamento convencional.
Rapidez y audacia, sí, pero también dosis considerables de intuición.
Como los buenos narradores, fue capaz de observar la realidad desde un punto de vista diferente al de los otros.
Desde ese lugar se advertían las grietas que para el resto de los líderes permanecían tapadas. Una mezcla de ajedrez y magia. Asimismo, si ustedes lo prefieren, una dosis del fútbol practicado por Messi, del que no sabemos si descubre los pasillos por los que se cuela o los abre él mismo al avanzar.
No es la primera vez que Sánchez nos asombra. Llevó a cabo un par de jugadas estupefacientes cuando su disputa con Susana Díaz. Quizá no logre arreglarnos la vida, pero dará espectáculo, que es ahora mismo la función principal de la política.
El fútbol no sacia todas nuestras necesidades narrativas, tampoco las series de televisión ni las novelas románticas.
El cerebro humano, según Juan Luis Arsuaga, es un consumidor voraz de relatos.
El señor de la imagen, que en vez de mirar hacia donde se apiñan los fotógrafos, se vuelve astutamente hacia el espectador, promete ofrecernos relatos por un tubo.
A ver si de paso blinda las pensiones y reduce la desigualdad.
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