Lo que queda hoy del lujoso crucero americano que acabó siendo un barco fantasma en Canarias.
Pocas imágenes son más poderosas que la de un barco a la
deriva: representa de un modo rápido y gráfico el poder de la fuerza de
la naturaleza sobre la creación del hombre.
Cada generación ha tenido su
propia imagen de un gigante engullido por el mar.
El hundimiento del Titanic en 1912 y el del Costa Concordia
en 2012, con un siglo exacto de diferencia, dejó estampas ya eternas.
El primero llevaba a algunas de las personas más ricas del mundo, el
segundo era un crucero que representaba el lujo democrático de la era
digital. Y entre ambos se sitúa el American Star, el crucero de mayor
lujo durante los años cuarenta y cincuenta. Esta historia comienza en
1994, cuando durante el proceso de remolque encalló frente a la costa de
Pájara (Fuerteventura), donde se quedaría para siempre.
Cuando se comenzó a construir en 1939, el SS America (el primer nombre
de los siete que llegó a tener a lo largo de sus 54 años de
funcionamiento) se planteó como el crucero más lujoso del mundo. La
firma de arquitectos Eggers & Higgins se encargó del diseño de sus
interiores, que incluían piscinas, pistas de baile y salones de belleza.
Por si fuera poco, para añadir emoción a la historia, por sus estancias
'art decó' se movieron dos espías nazis infiltrados como trabajadores
del barco.
Franz Joseph Stigler y Erwin Wilheim Siegler fueron posteriormente detenidos y juzgados en el mayor caso de espionaje de la historia de Estados Unidos.
Posteriormente el barco fue convertido en un buque militar para la armada estadounidense durante la II Guerra Mundial
y regresó después a su uso como crucero de lujo.
Después de la guerra y
hasta finales de los setenta el barco pasó de un ejemplo del poderío
para la clase alta estadounidense a la decadencia absoluta.
Reformado
para poder acoger a más pasajeros, tuvo unos últimos años de vida
llevando a turistas por el Mediterráneo, desde Génova a Egipto, desde
Barcelona a Israel. El 12 de septiembre de 1979, llegó al puerto del
Pireo, en Atenas.
Allí permaneció unos 15 años sin apenas mantenimiento.
En 1993 fue comprado por un armador tailandés para
reconvertirlo en un hotel de lujo flotante.
Su empresa se sorprendió al
encontrar un barco que, pese a haber sido reformado para aumentar su
capacidad, mantenía su decoración original de los años cuarenta casi
intacta.
Era la nave perfecta para construir un hotel de inspiración
antigua. Un remolcador ucraniano fue contratado para la tarea de
abandonar Grecia y llegar hasta Tailandia bordeando África.
Ahí es
cuando comienza el espectacular final.
El temporal hizo que las amarras que unían a ambos se
rompiesen y la nave quedase a la deriva.
Dos días después se envió a un equipo en helicóptero para
que aterrizase sobre la cubierta del American Star y, desde dentro,
intentase redirigirlo hacia el remolcador.
Tampoco funcionó. El equipo
fue rescatado esa misma noche.
El crucero fue dejado a la deriva y
acercándose hacia la costa de Fuerteventura.
El 18 de enero de 1994, tras tres días seguidos de
tormenta, el viejo naviero encalló en la playa de Garcey, en el
municipio de Pájara (Fuerteventura).
La estampa impactó a los lugareños.
Donde antes solo había mar, ahora había un enorme y viejo
transatlántico instalado casi en la orilla.
Los majoreros aprovecharon,
siguiendo la ley del mar, para hacerse con todo lo que había de valor en
el barco.
Un restaurante hoy ya cerrado en Puerto del Rosario, El Naufragio,
tenía en su decoración muchas piezas rescatadas del barco. Otras se
subastaron.
El resto andan por la isla, dentro de casas particulares,
como si el barco hubiese encallado en la arena, pero su espíritu hubiese
conseguido colarse tierra adentro.
Lo que decimos los canarios"Con la Proa pal Marisco"
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