Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
28 jun 2018
La filosofía del sándwich............................ Fernando Navarro
Después de que a Warren Zevon le dijesen que se iba a morir, se puso a grabar el disco de su vida.
Dibujo de Bansky.
Después de que a Warren Zevon le dijesen que se iba a morir, se puso a
grabar un disco. Los médicos le dijeron que se tomase con calma los
últimos pocos meses de su vida, pero a él le entró la prisa por meterse
en el estudio de grabación. A fin de cuentas: dejar un disco a medias
por morirse debe ser un fastidio. Algo así como lo que decía Woody
Allen: “No es que tenga miedo a morir. Es que no quiero estar ahí cuando
ocurra”. Pero Zevon, que empezó a vivir con un reloj de arena sobre la
cabeza, sabía que iba a estar ahí mucho antes de lo que deseaba. Sabía
que iba a ocurrir y quería grabar su último álbum.
Aquel disco se llamó The Wind y se consiguió publicar apenas
un mes antes de que Zevon falleciese a causa de su imparable cáncer de
pulmón. En el fondo, tenía razón cuando les decía a todos en las
sesiones de grabación: “Chicos, vamos muy lentos, así no acabaremos a
tiempo. Por si acaso, ¿sabéis si todavía se publican EPs?”. Pero
llegaron a tiempo, justos para grabar un disco de larga duración –LP-,
formado por 11 composiciones de emoción desbordante. Porque The Wind
es una obra dulcemente demoledora. Y algo más importante: no es un
disco cualquiera. Es una invitación a la vida. Tal vez, por eso, como
deseaba su autor, The Wind nunca podía haberse quedado a medias. Era una causa por encima de las circunstancias, entre ellas un cáncer fatal.
A veces, parece que tienen que decirnos que nos morimos para prestar atención a lo verdaderamente importante. Vamos como zombies
por la vida. Nos montamos en el metro o caminamos por la calle con
nuestros móviles, hiper estimulados entre tantas redes sociales, vídeos y
grupos de WhatsApp, como si fueran nuestra conexión más importante con
el mundo, y con nosotros mismos. No cuesta imaginar que, algún día,
podamos acabar como ese dibujo de Bansky en el que un chico y una chica
se besan al tiempo que miran sus móviles. Alumbrados ambos por la luz de
las pantallas, son como dos muñecos en un depósito de cadáveres. La
realidad de esas pantallas, como la de las malas películas, puede que
contribuyan más a la frustración que la propia vida. En nuestro mundo
digital, no tan alejado a un capítulo distópico de Black Mirror,
se necesita a todas horas demostrar felicidad, estados de ánimo
positivos y fabulosas experiencias vitales, generando más estrés
emocional a todos aquellos que sienten que no forman parte de ello, que
están lejos de la supuesta catarsis exhibida por otros. Y, entretanto,
las calles están llenas de personas más preocupadas por todo lo que no
pudieron vivir que por disfrutar lo que viven. La causa de The Wind es toda esa vida que se vive. Toda esa
vida que no se aprecia por ninguna pantalla. Lo es para alguien que
entonces estaba a punto de morirse de cáncer, pero que también tuvo una
existencia errática, llena de adicciones a las drogas y el alcohol,
bajando a los infiernos de forma regular. El disco, que cuenta con la
participación de amigos que le admiraban como Bruce Springsteen, Ry
Cooder, Tom Petty, Mike Campbell, Jackson Browne, Billy Bob Thornton,
Dwight Yoakam, T Bone Burnett o Don Henley de los Eagles, es un canto a
las pequeñas grandes cosas que nos rodean, a ese rosario de detalles que
hacen nuestras vidas más ricas. Con ternura y determinación, Zevon
canta a la alegría de saberse libre en un mundo lleno de peajes, a la
risa compartida con amigos, a las bondades de un hogar acogedor o a los
mimos de la persona amada –maravillosos esos versos en español en El amor de mi vida, una canción transformada en una carta de amor hacia su pareja de origen latino-. Incluso versionó de forma sobrecogedora Knockin’ On Heaven’s Door
de Bob Dylan, añadiendo unos versos de cosecha personal que decían que
las puertas del cielo se abrían para él, y compuso como cierre final Keep Me in Your Heart, tal vez la más bella despedida jamás escrita para cerrar un disco. Para cerrar una vida.
Decía Mario Benedetti que, después de todo, la muerte es un síntoma de
que antes hubo vida. Zevon hace tiempo, tal vez demasiado, que está
muerto, pero su muerte es un síntoma de que hubo vida. Más allá de los
círculos melómanos, poca gente le conoce y no muchos saben que fue el
único invitado en toda la historia del David Letterman Show al
que se le dedicó todo un programa. Entonces, ya había anunciado que se
moría y David Letterman, gran admirador, le preguntó: “¿Qué vas a hacer
ahora que sabes que tienes cáncer?”. A lo que Zevon, ataviado con sus
enormes y características gafas, respondió sin perder la sonrisa: “Supongo que ahora voy a disfrutar de cada sándwich que me tome”. También grabó con sus amigos y para los suyos The Wind. Pura filosofía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario