Tras el estreno de 'La verdad', la interpretación va ganando terreno a su carrera de modelo en la que lleva 15 años.
En septiembre hará 15 años que Jon Kortajarena
fue descubierto por un representante de modelos.
Se le abrió una puerta que ni había imaginado y que le ha llevado a ser uno de los rostros y cuerpos más populares de pasarelas y campañas internacionales.
Sin embargo, aunque haya abrazado el éxito con la sensualidad por bandera durante todos estos años, su sueño era otro. “Yo cuando era adolescente quería ser actor, siempre fue un plan de futuro y cuando conseguí la oportunidad no me lo pensé, me metí de cabeza”, explica ahora que, por fin, se ve más cerca de cumplir ese sueño juvenil.
Por fin porque finalmente ha estrenado su primer papel protagonista en una serie, La verdad, de Telecinco.
Un por fin nada gratuito, porque Kortajarena empezó el rodaje de La verdad hace tres años y lo acabó hace dos.
“Revisando antiguos Instagram he visto que publiqué el tráiler en septiembre de 2016”, dice.
Para él esta serie era su salto definitivo a la interpretación, su primer papel importante, tras su debut en Un hombre soltero y los videoclips con Madonna.
“Me dio seguridad como actor, seguridad para pensar que puedo ser protagonista.
Me ha abierto muchas puertas a nivel personal”, continúa. La verdad era, para él, la prueba de que podía valer también en este mundo.
“Nunca he sentido prejuicios por ser modelo. Creo que el truco es que dentro de mí siento que no estoy actuando para poner mi ego en otro sitio ahora que se me acaba la moda”, dice.
Aunque insistiendo un poco más reconoce que alguna cara extraña sí se ha encontrado en esta nueva etapa de su carrera profesional. “Cuando llegué al rodaje, mis compañeros [Lydia Bosch, Ginés García Millán] quizá me veían como un extraterrestre.
Se pensaban que el modelo no iba a saber trabajar o no se iba a saber los guiones, pero al poco tiempo se dieron cuenta de que eso no iba a pasar, que me gusta trabajar en equipo y, de hecho, esa es una parte de la interpretación que más me gusta”, explica.
Frente al mundo de la moda, en el que él está solo delante del objetivo, en el cine se encuentra rodeado de gente.
Frente a un mundo más superficial, la interpretación mira hacia el interior.
“La moda es muy individual, y es mucho de pretender ser el hombre perfecto que no voy a ser, que no quiero ser, y que es una aspiración inalcanzable.
Y aunque tú sepas que eso no es así, simplemente las expectativas de tu alrededor, te crean una frustración muy fuerte, que con el tiempo aprendes a llevar con salud”, cuenta.
“Pero en la interpretación no necesito ser el hombre perfecto.
Mis defectos, mi vulnerabilidad, mi inseguridad las puedo utilizar para enriquecer mi trabajo”, añade.
Todo eso le permite a Kortajarena “ver a largo plazo”, dice.
A sus 33 años goza aún de una longevidad de éxito constante en la moda, algo inusual, donde sigue muy arriba.
“Como modelo estoy en uno de mis mejores momentos”, asegura. Con contratos de embajador de marca como Balmain, Bulgari, o los helados Magnum, en cuya presentación se realizó este encuentro. Pero sabe que es una profesión con una fecha de caducidad no demasiado lejana amenazada por la presión física.
La interpretación, en cambio, le permite preocuparse “ya no solo por el físico, sino por algo emocional”.
Y aun así, no se atreve a hablar de una vida sin la moda.
No habla de futuro, sino de “presente ideal”, compaginado con otros proyectos, como el “más personal” que ha hecho hasta ahora, el hotel Casa Sua en Lanzarote; y en el que la interpretación va ganando terreno.
Después de La verdad, estrenará The Aspern Papers con Vanessa Redgrave; y está rodando, Lo nunca visto, con Bárbara Lennie. “Creo que si solo viesen esa cara de la que tanto se habla podrían darme una oportunidad, pero no me cogerían para la segunda y en dos años he hecho dos series y cuatro pelis”.
También en los últimos años, empujado por Instagram, donde acumula más de 1,7 millones de seguidores, ha subido a otro status de fama.
Y eso que fue de los últimos en entrar en este mundo porque lo veía “como una violación de la intimidad”.
Hoy lo contempla como una herramienta para “elegir qué compartes”; es su forma de seguir sellando su privacidad.
No acepta preguntas personales.
Lo advierten antes de la entrevista, ni tampoco sobre su relación virtual con La vecina rubia, que le ha convertido en un fenómeno de la red.
“Yo soy mi imagen, soy mi empresa y quiero poder controlar qué se saca de mí” dice. Y añade: “El hecho de que mi trabajo sea de cara al público no da derecho a que se invada mi intimidad”.
Se le abrió una puerta que ni había imaginado y que le ha llevado a ser uno de los rostros y cuerpos más populares de pasarelas y campañas internacionales.
Sin embargo, aunque haya abrazado el éxito con la sensualidad por bandera durante todos estos años, su sueño era otro. “Yo cuando era adolescente quería ser actor, siempre fue un plan de futuro y cuando conseguí la oportunidad no me lo pensé, me metí de cabeza”, explica ahora que, por fin, se ve más cerca de cumplir ese sueño juvenil.
Por fin porque finalmente ha estrenado su primer papel protagonista en una serie, La verdad, de Telecinco.
Un por fin nada gratuito, porque Kortajarena empezó el rodaje de La verdad hace tres años y lo acabó hace dos.
“Revisando antiguos Instagram he visto que publiqué el tráiler en septiembre de 2016”, dice.
Para él esta serie era su salto definitivo a la interpretación, su primer papel importante, tras su debut en Un hombre soltero y los videoclips con Madonna.
“Me dio seguridad como actor, seguridad para pensar que puedo ser protagonista.
Me ha abierto muchas puertas a nivel personal”, continúa. La verdad era, para él, la prueba de que podía valer también en este mundo.
“Nunca he sentido prejuicios por ser modelo. Creo que el truco es que dentro de mí siento que no estoy actuando para poner mi ego en otro sitio ahora que se me acaba la moda”, dice.
Aunque insistiendo un poco más reconoce que alguna cara extraña sí se ha encontrado en esta nueva etapa de su carrera profesional. “Cuando llegué al rodaje, mis compañeros [Lydia Bosch, Ginés García Millán] quizá me veían como un extraterrestre.
Se pensaban que el modelo no iba a saber trabajar o no se iba a saber los guiones, pero al poco tiempo se dieron cuenta de que eso no iba a pasar, que me gusta trabajar en equipo y, de hecho, esa es una parte de la interpretación que más me gusta”, explica.
Frente al mundo de la moda, en el que él está solo delante del objetivo, en el cine se encuentra rodeado de gente.
Frente a un mundo más superficial, la interpretación mira hacia el interior.
“La moda es muy individual, y es mucho de pretender ser el hombre perfecto que no voy a ser, que no quiero ser, y que es una aspiración inalcanzable.
Y aunque tú sepas que eso no es así, simplemente las expectativas de tu alrededor, te crean una frustración muy fuerte, que con el tiempo aprendes a llevar con salud”, cuenta.
“Pero en la interpretación no necesito ser el hombre perfecto.
Mis defectos, mi vulnerabilidad, mi inseguridad las puedo utilizar para enriquecer mi trabajo”, añade.
Todo eso le permite a Kortajarena “ver a largo plazo”, dice.
A sus 33 años goza aún de una longevidad de éxito constante en la moda, algo inusual, donde sigue muy arriba.
“Como modelo estoy en uno de mis mejores momentos”, asegura. Con contratos de embajador de marca como Balmain, Bulgari, o los helados Magnum, en cuya presentación se realizó este encuentro. Pero sabe que es una profesión con una fecha de caducidad no demasiado lejana amenazada por la presión física.
La interpretación, en cambio, le permite preocuparse “ya no solo por el físico, sino por algo emocional”.
Y aun así, no se atreve a hablar de una vida sin la moda.
No habla de futuro, sino de “presente ideal”, compaginado con otros proyectos, como el “más personal” que ha hecho hasta ahora, el hotel Casa Sua en Lanzarote; y en el que la interpretación va ganando terreno.
Después de La verdad, estrenará The Aspern Papers con Vanessa Redgrave; y está rodando, Lo nunca visto, con Bárbara Lennie. “Creo que si solo viesen esa cara de la que tanto se habla podrían darme una oportunidad, pero no me cogerían para la segunda y en dos años he hecho dos series y cuatro pelis”.
También en los últimos años, empujado por Instagram, donde acumula más de 1,7 millones de seguidores, ha subido a otro status de fama.
Y eso que fue de los últimos en entrar en este mundo porque lo veía “como una violación de la intimidad”.
Hoy lo contempla como una herramienta para “elegir qué compartes”; es su forma de seguir sellando su privacidad.
No acepta preguntas personales.
Lo advierten antes de la entrevista, ni tampoco sobre su relación virtual con La vecina rubia, que le ha convertido en un fenómeno de la red.
“Yo soy mi imagen, soy mi empresa y quiero poder controlar qué se saca de mí” dice. Y añade: “El hecho de que mi trabajo sea de cara al público no da derecho a que se invada mi intimidad”.
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