LIBROS RECOMENDADOS DE Librotea
El selecto club de los escritores suicidas.
No está demostrado que la actividad de escribir sea
peligrosa, pero lo cierto es que un estudio realizado por el Instituto
Karolinska en el 2012 puso de relieve que las personas dedicadas a
actividades creativas tienen mayor riesgo de sufrir trastornos mentales.
Y que el índice de suicidios es mayor.
En Librotea ponemos el foco
sobre un puñado de literatos geniales que decidieron acabar con su vida.
Más
allá de las razones particulares que llevaron a cada uno a tomar la
decisión los métodos empleados son de los más variopintos.
A los
barbitúricos recurrió Alejandra Pizárnik.
E Idéntica fue la fórmula
escogida por Stefan Zweig, que lo hizo junto a su esposa, Charlotte
Altmann.
Optaron por las armas de fuego Hemingway, Hunter S. Thompson,
Mariano José de Larra o Sándor Marai.
Uno de los suicidios más conocidos
de la historia de la literatura es el de Yukio Mishima, que se realizó
un seppuku, una muerte ritual similar al harakiri.
Primo
Levi sobrevivió al horror del campo de concentración de Auschwitz, pero
no pudo sobrevivir a su propia existencia y se tiró por el hueco de la
escalera.
El polaco Tadeusz Borowski también había pasado por Auschwitz,
pero terminó quitándose la vida días después de haber sido padre.
Recurrió al gas, al igual que Sylvia Plath, que antes de meter la cabeza
en el horno dejó leche y galletas en la habitación de sus dos hijos por
si les entraba hambre.
También Virginia Woolf terminó sus días lanzándose a un río,
en este caso el Ouse, con piedras en los bolsillos.
Antes de hacerlo escribió: “He empezado a oír voces y no me puedo
concentrar.
Por eso elijo la que me parece la mejor opción”.
También
Cesare Pavese garabateó unas palabras antes de quitarse la vida: “Vendrá
la muerte y tendrá tus ojos”.
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