El líder de Podemos pierde su mayoría búlgara en un referéndum falsamente victorioso.
Deben Iglesias y Montero a su feligresía una jornada
de puertas abiertas.
No es cuestión de convertir la mansión de Galapagar
en la casa del pueblo, pero sería hermoso que los militantes pudieran
visitar cada 27 de mayo la morada morada.
Y revestir de idolatría y
fetichismo los privilegios que se han concedido los líderes máximos en
el regusto de la burguesía.
Todo para la ciudadanía pero lejos de ella,
podría acuñarse en el frontispicio del casoplón serrano.
(Vaya no sabía que por ser de Izquierdas se renunciaba a bienes que toda la burguesía compra y vende.
Tiempo que no uso el concepto de "Burgues" "Pequeño burgués y Proletariado.
En Fin no hay una clase proletaria o es que el vocabulario Marxista no se usa salvo en la nostalgia de "Aquella Revolución donde no habría lucha de clases, pero parece que si, que las hay, Entonces si tengo una forma de vivir Pequeño Burguesa, o burguesa, y tengo un poder adquisitivo aceptable, no voy a pregonarlo por ahí porque a nadie le interesa y si luego no tengo esa capacidad ecónomica nadie de mi partido me lo va a pagar.
Entonces para qué pido que quieren mis bases que haga lo que quiera y comprarme lo que si puedo en estos momentos? el banco es el que decide, a 30 años una hipoteca es mucho pero no me incumbe por lo dicho anteriormente.
Así que cuidado con el coche o la moto que me compre, cuidadin dónde vaya a celebrar un evento) que chorrada Pablo eso de que las bases te den o no permiso. Eso no es así.
El optimismo con que Pablo Iglesias e Irene Montero han celebrado el
plebiscito tanto exagera su liderazgo en Podemos como proporciona a
ambos la garantía de su nueva vida en el chalé de Galapagar.
Hubiera
sido un trauma familiar desalojarlos de la dacha cuando ya habían
empezado a cambiar las puertas y plantar kimjongilas en el jardín,
pero el desenlace de este referéndum maximalista y abusón debe hacerles
recapacitar sobre el proceso de distanciamiento de la realidad que
ambos han emprendido.
Iglesias y Montero han desdibujado el dogma
sagrado de la democracia participativa para encubrir la operación del
chalé en un ejercicio de megalomanía: exponer Podemos a su virtual
desaparición como chantaje y aval de la operación inmobiliaria.
Es la suya una victoria tan inequívoca como engañosa.
El 68% de los adscritos revalidan la hegemonía de la pareja, pero se aleja el veredicto del 80% de fervor que se habían impuesto como objetivo Iglesias y Montero, sin olvidar que el rechazo de un tercio de los votantes se añade a la pasividad de los demás afiliados.
Se habla en Podemos de una participación récord en comparación con otras consultas, cuando bien podría admitirse que sólo se ha implicado en la mascarada el 38% del cuerpo electoral.
O cuando podría discutirse el énfasis condicionante con que Echenique, secretario de organización, se apresuró a denunciar la campaña de la extrema derecha, el hedor de las cloacas y hasta la coreografía conspirativa de los medios de comunicación.
Podemos hizo campaña en una sola dirección.
Y
convirtió el proceso en un ejercicio de victimismo y en una oportunidad
de redimir a Irene y Pablo del linchamiento colectivo. Hubiera sido más
honesto reflejar la pregunta adecuada -¿Aprueba que Iglesias y Montero
hayan comprado un chalé de 600.000 euros con piscina?-, pero convenía
subordinar el escándalo del granito a un planteamiento tan absoluto y
tan radical como el parricidio colectivo.
El proceso electoral no se ha amañado en el recuento. Se ha amañado preventivamente, pues la única manera de transigir con el delirio materialista del líder etéreo y eterno consistía en coaccionar a la militancia con un planteamiento descomunal.
Tan grande es la dependencia de Podemos y su líder que evacuar a Pablo precipitaría la agonía del proyecto.
Técnicamente, Iglesias ha ganado su apuesta.
Pero políticamente ha encajado un aparatoso contratiempo.
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