La lucha del último inquilino de un edificio en un lujoso barrio de Madrid
Rafael de
la Concepción se ha acostumbrado a vivir sin vecinos: pese a las
presiones, resiste desde hace décadas en un piso situado en una de las
zonas más caras de Madrid.
130 metros cuadrados en el barrio de Almagro, uno de los más caros de
Madrid.
Puede que para muchos fuera un sueño, pero Rafael de la
Concepción no lo ve así en absoluto.
Este artista de 68 años se acuerda
de cómo se fueron marchando todos los demás vecinos de un edificio que
era muy diferente en 1983, cuando él llegó con la intención de instalar
allí su estudio de pintura y marquetería.
A los pocos años se separó y
comenzó a usarlo también como vivienda, que es como estaba registrado el
contrato de alquiler a sugerencia del entonces propietario. “Entonces
todos los pisos estaban ocupados, incluso en el segundo vivían los
administradores, que fueron los últimos que se fueron”, recuerda.
Eso sucedió a finales de los 90, desde entonces se ha acostumbrado a
vivir solo en el inmueble con la excepción de unos años en que había “un
supuesto portero que no estaba nunca”.
Lo mismo sucede ahora, relata,
con unos vecinos del segundo. Llegaron después de que unos okupas
intentaran instalarse, pero no los ve nunca y no sabe si realmente vive
alguien ahí.
De lo que sí tiene certeza es de que él se ha convertido en
un inquilino incómodo para los actuales propietarios del edificio.
De la Concepción paga una renta antigua.
No quiere entrar en cifras,
pero supera con mucho las 33.000 pesetas (198 euros) que se estableció
en el primer contrato y también la pensión que percibe, por lo que
necesita seguir vendiendo sus trabajos
para vivir.
“Antiguamente lo subían más de lo que correspondía, luego
busqué un abogado que es amigo mío y él me lo lleva”, asegura. Las
subidas indiscriminadas son uno de los métodos con el que los actuales
propietarios, hijos de la persona con la que el artista firmó el
contrato en los ochenta, han intentado que se vaya de allí.
EL PAÍS ha
intentado, sin éxito, recabar su versión. Rafael de la Concepción da la
suya, y nos muestra cómo es vivir solo en un edificio de cuatro plantas
al que le vendría bien una reforma
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