Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
2 may 2018
La leyenda de Carlos Acosta.................................... Mauricio Vicent .
La leyenda de Carlos Acosta, de un barrio marginal de Cuba a primer bailarín del Royal Ballet de Londres.
Allí se sintió abandonado. Pero su refugio
ante la soledad y la frustración fue el trabajo duro. “Cada miércoles
había visita familiar, venían todos los padres a ver a sus hijos y les
traían comida y compartían ese rato, pero a mí no venía a verme nadie”,
recuerda durante una conversación en La Habana. Toda su rabia y su dolor los volcó en su arte. “La danza era mi salvación y esa salvación nadie me la iba a quitar”.
Dice Carlos Acosta que uno viene a este mundo con el don, pero la
fuerza y todo lo demás viene del dolor. “Sí, el dolor: dolor del alma y
dolores físicos, porque el ballet es dolor físico para amoldar el cuerpo
a que haga tu deseo. Es una paradoja, porque del dolor sale el genio. El castillo no te enseña nada, pero el desierto sí, y a mí me tocó el
desierto. Yo no le deseo a nadie ese sufrimiento, esa sensación de
soledad, pero es que ese sufrimiento al mismo tiempo es lo que me dio la
rabia y la pasión”.
Carlos Acosta, con su madre.Archivo personal de Carlos Acosta
Con 16 años, ganó la medalla de oro en el Grand Prix de Lausanne y
aquel niño pobre de Los Pinos empezó a romper moldes. En un mundo donde
los príncipes y los Romeos eran blancos, donde todo era elitismo y el
color de la piel sí importaba, él fue el primero en imponerse y
demostrar que la danza era cuestión de capacidades, no de razas,
abriendo el camino a otros bailarines negros.
“Nadie puede imaginarse lo que se siente cuando tú estás parado en un
salón de ensayo y hay 80 bailarines blancos y solo dos negros, y viene
alguien y te mira así, de arriba abajo, y sigue caminando. Es muy
intimidante…Esa mirada puede decir millones de cosas, o nada, tú no sabes, pero
como ya estás predispuesto piensas de todo, y te dices, coño, esto va a
ser muy duro, esto me va a costar mucho más que a los demás”.
Lo contrataron a los 18 años como primer bailarín del English National Ballet. Pasó después una breve etapa en el Ballet Nacional de Cuba, donde se
sintió menospreciado y se marchó. “Yo ya era primer bailarín, había
bailado con grandes figuras, y al venir para acá me pusieron como tres
categorías por debajo”. Y luego, cinco años más como figura principal
del Houston Ballet. En 1998, Anthony Dowell lo llamó para entrar como
primer bailarín del Royal Ballet de Londres. Allí desarrolló una carrera
deslumbrante, convirtiéndose también en coreógrafo.
Acosta en el Bolshói.
En 2006, “como una terapia y para aprender a perdonar”, escribió No Way Home,
donde relata los avatares de su impresionante carrera. El libro, un
éxito de ventas, sirvió de inspiración al cineasta Paul Laverty para
elaborar el guion de Yuli —el apodo de Acosta en su niñez—, que
Iciar Bollain acaba de filmar en La Habana, Londres y Madrid, y en la
que Carlos se interpreta a sí mismo.La ficción, ahora en proceso de montaje, transcurre en la actualidad,
cuando el bailarín regresa a La Habana a montar una coreografía sobre
su vida, alrededor de la cual se teje la historia. “Revivir mi pasado,
actuarlo, bailarlo durante el rodaje ha sido una experiencia intensa y
dolorosa”, confiesa en la sede de Acosta Danza, la compañía que fundó en
septiembre de 2015 tras despedirse del ballet clásico y regresar a
vivir a La Habana.
Hoy vive con su esposa y sus tres hijas en una hermosa casa de
Siboney y allí guarda en un viejo cajón cientos de fotografías de su
vida: está su primera actuación en el Bolshói, en 1994, cuando
interpretó El corsario —“era la primera vez que allí habían visto bailar
a un negro”—; en el Royal Albert Hall, con el príncipe Carlos, después
de haber bailado Don Quijote con Tamara Rojo; en una foto
amarillenta, a los 17 años, preparándose en La Habana con su profesora
Ramona de Saa para un concurso de París… “Ella fue la que me dio la
oportunidad de medirme con los más grandes”.
Imagen del rodaje de 'Yuli', de Iciar Bollain, basada en su vida.
Aparece de pronto una foto con su padre, figura vital en su vida y
uno de los ejes principales de la película. Estaban las palizas, la
dureza en el trato, “pero al mismo tiempo entre ellos hay una increíble
historia de amor, y esa relación padre-hijo tan especial está en el
corazón de Yuli”, comenta Bollain. “La estrella de mi vida es mi padre,
sin él yo hubiera sido un delincuente, o estaría en Miami, o me hubiera
convertido en un muchacho ordinario que hubiera ido a la escuela local,
que es lo que yo quería. En el mejor de los casos me hubiera decidido a
ser ingeniero, o a lo mejor nada. Muchos de mis amigos de Los Pinos se
fueron en balsa o están presos, y eso iba a ser yo”.
Dicen Bollain y Acosta que Yuli es más que la simple historia de un bailarín, o una historia de superación personal. “Está todo eso, pero Yuli,
sobre todo, es una gran historia de amor: amor de un padre a su hijo;
amor a la danza, que fue la que me hizo; amor hacia mis hermanas y hacia
el pasado que viví. Y también, del amor de este Carlos Acosta que ahora
regresa a su país y quiere sembrar en Cuba. La danza está ahí pero no
es lo principal…”, opina el creador de Acosta Danza, la compañía que
ahora le roba el sueño. “Yo podía haberme dedicado a una vida de ocio y olvidarme de todo,
pero no regresé a Cuba para eso”, prosigue, mientras los bailarines
ensayan en un salón al lado. “Ahora tenemos este espacio y también
funciona aquí la escuela, pero mi gran sueño es salvar el fabuloso
edificio de la Escuela de Ballet del Instituto Superior de Arte
[construido por el arquitecto italiano Vittorio Garatti en los terrenos
del antiguo Country Club] y hacer allí la sede del proyecto” .El objetivo de su escuela es preparar bailarines versátiles
y capaces de abrazar la dualidad de técnicas, la clásica y la moderna, y
que sirvan de cantera a Acosta Danza. Ahora mismo hay 11 alumnos, 6
chicas y 5 chicos. Todos son graduados de nivel elemental de danza
cuando entran, con 14 o 15 años. “Yo los formo para mi compañía, pero
cuando se gradúen, con el perfil que salen pueden hacer una carrera
clásica o contemporánea. En mayo se realizarán las audiciones para el
próximo curso, en el que habrá 10 cubanos y por primera vez 10
extranjeros que hemos seleccionado, gente con talento pero sin recursos
cuya formación será sufragada por mi fundación”.
En el Royal Albert Hall, saluda a Carlos de Inglaterra con Tamara Rojo.Archivo de Carlos Acosta.
Las coreografías de la película, impresionantes, son de la catalana
María Rovira. Es el mismo bailarín el que interpreta este papel de
Acosta maduro, y durante el rodaje hubo muchos momentos difíciles. “Fue
una experiencia que me drenó tremendamente. Mi infancia y mi vida han
sido duras, y eso de escarbar en los recuerdos siempre me ha resultado
doloroso. Ya mis padres fallecieron, mi hermana falleció y yo trato de
no mirar atrás.He desarrollado una especie de mecanismo de defensa para bloquear ese
pasado. Ahora he vivido de nuevo todo aquello, lo he bailado, lo he
actuado, me he explicado una vez más cómo fue…”.
Cuando tuvo que interpretar la coreografía de la paliza brutal que le
dio su padre con un cinturón el día que se enteró de que no iba a
clase, lo pasó fatal: “Fue una escena tremenda, realmente allí estaba el
espíritu de mi padre. Era danza, pero en medio del baile todo cambió…,
empecé a hablar, a irle arriba al bailarín que me interpretaba dándole cintazos, se fue la danza pal
carajo y aquello se convirtió en otra cosa, yo llorando y todo el
equipo llorando… Hubo que repetir, y llegó un momento en que le dije a
Iciar: ‘Lo siento, pero no puedo vivir esto de nuevo…”.
Algunos amigos le aconsejaron no implicarse tanto y dejar la
interpretación de su vida en manos de un actor profesional. Él prefirió
asumir el reto, pero no por ego, sino por compromiso con su pasado. Del
mismo modo, mucha gente en Cuba trató de disuadirle de sus proyectos.
“Me dicen que no me desgaste, que no voy a conseguir nada; sin embargo,
hasta ahora las autoridades han priorizado mis ideas y mis planes y eso
me da esperanza”. En estos momentos la situación de la enseñanza
artística es preocupante, asegura. “El rigor que existía cuando yo
estudié no es el mismo, todo está muy deprimido y depauperado . Uno habla con Carlos Acosta y se da cuenta de que más allá de sus éxitos
sigue siendo ese niño rebelde y sensible que jugaba en las calles de
Los Pinos. No ha olvidado su raíz y las enseñanzas de su padre. El
desierto, no los castillos, fue lo que le dio la pasión y es por eso que
hoy está aquí y sigue adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario