Tras ganar el popular concurso de televisión hace tres años, Luis Esteban lidera la comisaría de Algeciras, una de las más activas de España por su control de la droga y la inmigración.
“Con la 'z', oración de los musulmanes”, inquirió el
presentador Christian Gálvez, ante miles de telespectadores, aquella
tarde de febrero de 2015. “Zalá”, exclamó el entonces inspector de
policía Luis Esteban (Zaragoza, 1972).
Tras más de 50 programas, el agente se hacía con los 354.000 euros del rosco del programa de televisión de Telecinco Pasapalabra.
Tres años después y a más de 600 kilómetros de distancia del estudio en
el que consiguió su particular gesta, no es raro que en el abundante
léxico de Esteban se cuele esta palabra cuando asiste a los más de 4.000
inmigrantes ilegales, muchos de ellos musulmanes, que su equipo atiende
cada año.
Y la combina con otras que usa con mayor frecuencia:
‘narcotráfico’, ‘yihadismo’, ‘hachís’, ‘ilegal’, ‘frontera’, ‘cocaína’ e
incluso ‘tiroteo’.
Es la peculiaridad de ser el máximo responsable de la comisaría de Algeciras,
de las más activas de España por el constante control que requiere el
estrecho de Gibraltar.
La zona fronteriza no es solo famosa por estar
entre dos mares y dos continentes o por contar con uno de los mayores
puertos de mercancías.
Ahí, en el punto más austral de la Península, la
inmigración ilegal ha encontrado su punto más potente de acceso al país y
el hachís fluye de orilla a orilla a bordo de potentes narcolanchas.
Hace ya un año que Esteban aterrizó en su nuevo destino, procedente de
Manacor (Mallorca), y “afortunadamente” para él ya le conocen menos que
antes por su rosco de Pasapalabra.
Ahora, sus intervenciones ante los medios se centran en persecuciones
con narcos que acaban en tiroteos o incautaciones récord de cocaína en
el Puerto de Algeciras.
“Está siendo una experiencia intensa.
Tenía idea de dónde venía, pero
una cosa es saber de toros y otra torear”, reconoce el propio comisario,
licenciado también en Derecho.
De hecho, tres son los flujos
principales que su comisaría tiene que controlar: el tráfico de
estupefacientes, la inmigración irregular y el control de una frontera
europea condicionada por el radicalismo yihadista.
Para ello, Esteban
lidera un equipo “mucho más” grande de lo que cabría esperar para una
ciudad de unos 120.000 habitantes como Algeciras, aunque el comisario
prefiere no desvelar la cifra por seguridad.
Todos ellos saben a lo que
se exponen en una ciudad que, paradójicamente, posee una baja tasa de
criminalidad común. “Nadie aquí viene engañado, sabe a lo que viene. Es
exigente y gratificante. Te permite realizarte”, reconoce Esteban.
Y es precisamente el narcotráfico el que más adrenalina aporta al
trabajo del comisario y su equipo: “Tanto La Línea como ésta (por
Algeciras) son comisarías singulares por este tipo de delitos.
Aquí,
tienen un modus operandi propio”.
El pasado 8 de abril él mismo
comparecía ante los medios de comunicación en una rueda de prensa para
explicar cómo habían conseguido detener a cuatro narcotraficantes que, atrincherados en una vivienda, la emprendieron a tiros contra los agentes.
El conflicto se tuvo que resolver con la presencia de un mediador que
consiguió que los narcos bajaran las armas.
Apenas unos días después, el
25 de abril, el propio Luis Esteban acompañaba al ministro del
Interior, Juan Ignacio Zoido, para explicarle los pormenores de la
incautación récord de cocaína en el puerto, casi 9.000 kilos.
Dos drogas, dos fenómenos
Cocaína y hachís; son las dos caras de la moneda de un
tráfico de estupefacientes en la zona que, si bien no viene de ayer, sí
ha mutado en los últimos años.
“El tema del hachís no es nuevo, lleva
30 años. Sin embargo, ahora han entrado en una especie de carrera armamentística.
Hay violencia entre ellos porque se vuelcan o roban la droga y eso nos
afecta a nosotros, la policía”, reconoce el comisario.
La escalada de
agresividad del narco en el Campo de Gibraltar lleva también a los
traficantes a embestirles con coches de gran cilindrada durante las
persecuciones.
Sin embargo, Esteban y los suyos no se arrugan:
“Es
nuestro trabajo y se vive como un estímulo y un acicate, son gente muy
motivada”.
Además del hachís endémico en la zona, el comisario ahora
tiene que lidiar con el constante incremento de cocaína intervenida en
el puerto, con mafias que aprovechan el ingente movimiento de
contenedores para ocultar el polvo blanco en su interior.
“Se trata de
una droga más cara, con la que obtienen más lucro y, por tanto, el
riesgo a las pérdidas es mayor.
Eso hace que el delito sea más
elaborado”, añade Esteban.
Por si no fuera poco, en Algeciras la inmigración
ilegal también marca la agenda del comisario.
Cada año, gestionan la
afluencia de hasta 4.000 personas, lo que, en la práctica, supone el
mismo número de detenidos y de identificaciones.
También implica la
gestión del cuestionado Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE),
localizado en Algeciras, junto a su auxiliar de Tarifa.
En estos casos,
el trabajo es muy diferente, como reconoce Esteban: “Se trata de una
sanción administrativa, con una componente humanitaria pero, igualmente,
conlleva mucho trabajo”.
Con tanto jaleo desde que llegó a su nuevo destino, a Esteban se le antoja ya lejana aquella experiencia en el concurso, del que se llevó un bote que donó, en parte, a Cáritas.
Pero, lo cierto, es que no es solo conocido por eso. Tampoco por sus
intervenciones mediáticas como comisario en Algeciras.
Ni siquiera por
su amplio currículum policial, en el que atesora varias condecoraciones
en reconocimiento a su valor.
Esteban también es afamado por haber
publicado ya hasta tres novelas: El inspector que ordeñaba vacas, La vida contra las cuerdas y El río guardó silencio.
“Ante todo soy policía, eso es una afición”, reconoce
el comisario con humildad.
Con todo, Luis Esteban tiene claro que lo
suyo, en los tiempos que corren, no debería ser una excepción.
“La
Policía se tiene que abrir a la sociedad.
De hecho, esta institución
creo que siempre se ha caracterizado por eso.
Además, también nos gusta
abrirnos a lo cultural”, remacha el comisario.
Toca regresar a la faena.
Como aquel rosco que ganó, en Algeciras la rueda no cesa de girar.
El
narco no cesa en su intento de alijar droga y las pateras son constantes
y diarias.
Es lo que tiene velar por la seguridad justo en la puerta de
entrada de Europa.
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