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10 abr 2018

Carolina de Mónaco: “Hasta los 14 años no nos sentamos a la mesa con nuestros padres”


De izquierda a derecha: Alberto II de Mónaco, la princesa Carolina, Camille Gottlieb (hija de Estefanía) y Estefanía de Mónaco en un homenaje a su madre en noviembre de 2017.
De izquierda a derecha: Alberto II de Mónaco, la princesa Carolina, Camille Gottlieb (hija de Estefanía) y Estefanía de Mónaco en un homenaje a su madre en noviembre de 2017. REUTERS/

Los hermanos Grimaldi confiesan anécdotas de su infancia y la distancia con sus padres en un libro publicado por el 60º cumpleaños del príncipe Alberto.

No es habitual que la familia real de Mónaco hable de su vida personal. 
Pero con ocasión del 60 cumpleaños del príncipe Alberto el pasado 14 de marzo, los hermanos Grimaldi han hecho algunas confesiones sobre su infancia y su vida familiar. 
Carolina ha revelado que hasta que no cumplieron 14 años, no se sentaron a la mesa para comer junto a sus padres.
 En cambio, generaron una relación estrecha con su institutriz Maureen Wood, con quien pasaban la mayor parte del tiempo. 
“Fue la figura clave de nuestra vida.
 Cuando éramos pequeños, probablemente estábamos más cerca de nuestra niñera que de nuestros padres”, cuenta la princesa.
 Alberto, Carolina, Estefanía y su cuidadora descubren anécdotas, experiencias y recuerdos de una infancia atípica en una conversación con los periodistas Isabelle Rivère, especializada en casas reales y Peter Mikelbank, corresponsal de la revista People que se recoge en el libro Albert II de Monaco, l'homme et le prince (Alberto de Mónaco, el hombre y el príncipe).

Desde pequeños sus padres les enseñaron a manejar la presión mediática. 
 Posaban a menudo ante la prensa, en fiestas de navidad, vacaciones y ceremonias oficiales para evitar a los paparazzi y las fotos robadas.
 “Teníamos que estar siempre listos, seguir las órdenes.
 Éramos demasiado jóvenes. 
A los 12 años yo estaba exasperada, no quería tener nada que ver con todo eso”, confiesa Carolina en el libro. 
Lejos de los focos, era con su niñera con quien hacían las cosas propias de cualquier niño: juegos, bailes y fiestas de disfraces, aunque adaptados a su vida particular.
 Un día, en 1964, el entonces príncipe Rainiero de Mónaco y su esposa la princesa Grace Kelly estaban fuera del Principado, como era habitual. 
Habían acudido a la boda de los reyes Constantino y Ana María de Grecia.
  “Decidí que también nosotros tendríamos nuestra cena de gala en palacio.
 El cocinero preparó un menú especial, Carolina se puso un vestido de su madre y Alberto se vistió de uniforme, pusimos música y bailamos”, relata Wood.

Según se cuenta en el libro, la cercanía entre los pequeños y su niñera era tal, que apenas extrañaban a sus padres durante sus múltiples viajes fuera del Principado durante el año. 
Pero sí sentían la falta de su cuidadora en verano, en sus días de descanso.
 Carolina describe que cuando se iba, ella y su hermano gritaban “¡no te vayas, no te vayas!” y explica que estaban tristes varios días y que en muchas ocasiones, Grace Kelly tuvo que llamar a Wood para que volviera de sus vacaciones antes de lo previsto.
Confrontando los relatos de la infancia de los hermanos Grimaldi con la actualidad se aprecia cómo han cambiado las relaciones en las familias reales y que es cada vez más habitual que los niños pasen más tiempo con sus padres monarcas. 
El príncipe Alberto hablaba de sus mellizos de tres años y de su faceta de padre en una entrevista reciente con el Corriere della Sera
 “Todavía no les he explicado cómo funciona la vida de palacio, la sala del trono y el resto, lo haré en los próximos dos años, pero creo que ya han entendido que hay algo especial, aunque por ahora están más interesados en otras cosas”, contaba.
 También detallaba que en septiembre comenzarán a ir a la guardería con otros niños y confesaba que intenta cambiar con ellos la tónica de su propia infancia. 
“Me esfuerzo por reservar tiempo para ellos, tardes libres de compromisos para estar con los pequeños y los intento ver también por la mañana, con Charlene”.
Rainiero III y su esposa, la princesa Grace, con sus tres hijos, Carolina, Alberto y la pequeña Estefanía, en una imagen de archivo.
Rainiero III y su esposa, la princesa Grace, con sus tres hijos, Carolina, Alberto y la pequeña Estefanía, en una imagen de archivo. Getty
 
En el libro destacan también las declaraciones de la princesa Estefanía, que tiene una relación especialmente estrecha con su hermano y que no está tan involucrada en los asuntos públicos como sus parientes.
 Cuenta que el príncipe la llama su “espía de la ciudad”. 
Sabe cómo se comporta la gente en la calle en el Principado y aporta un punto de vista alejado de la vida palaciega y Alberto valora su opinión y sus consejos. 
 También confiesa que echa de menos la cercanía que tenía con su hermano cuando este no era el soberano. 
“Él sigue igual, aunque mucho más cansado”, relata y añade: “Muchas veces me gustaría que me dijera: ‘voy a cenar o a comer a tu casa hoy’, como solía hacer antes.
 A veces, no tiene tiempo ni para llamarme, por eso, sí, le echo de menos”.

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