El todavía marido de Carolina de Mónaco reaparece en la boda de su segundo hijo Christian después de un largo e inexplicable retiro.
Ernesto de Hannover (63 años) de cara a la prensa del corazón es el aún
marido de Carolina de Mónaco, aunque su matrimonio solo sea real en los
papeles y cada uno de ellos hagan vidas separadas desde 2009.
También es
el príncipe al que más veces se le ha pillado en situaciones
comprometidas, desde con claros signos de embriaguez a inmerso en
enfrentamientos violentos con periodistas, pasando por imágenes poco
deseables en las que incluso se le ha inmortalizado descargando sus
necesidades fisiológicas en público y en presencia de fotógrafos.
Pero la Casa de Hannover es una importante dinastía alemana,
que reinó en Gran Bretaña desde 1714 hasta la fundación del Reino Unido
en 1801 y se mantuvo en el mismo papel hasta 1901, momento en el que
con la muerte de Victoria I, subió al trono británico su hijo Eduardo
VII, que pertenecía a la actual dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha, que
desde 1917 reina con el nombre de dinastía Windsor.
Contextualizar históricamente la institución a la que representa Ernesto de Hannover en el escenario de las casas reales es importante para entender lo inapropiado de sus actuaciones de los últimos años y el interés que ha despertado su desaparición de la vida social.
Un retiro que se acrecentó desde que en 2007 fue destituido de la presidencia Duque de Cumberland, encargada de administrar la riqueza familiar y ocupó su lugar su hijo mayor Ernesto Augusto Jr.
Si antes era un vividor entonces se disparó su inclinación natural a disfrutar a tope incluidos viajes a sus lugares favoritos como son Ibiza, la isla Lamu en Kenia y su castillo en Grünau (Austria), donde organizaba cacerías para sus amigos.
Son históricos sus excesos con el alcohol –motivo que se achacó como causa de su incomparecencia en la boda los actuales reyes de España, Felipe y Letizia, a pesar de estar en Madrid acompañando a su entonces esposa Carolina de Mónaco– y una de las causas que se barajan para el aspecto sonrosado con el que ha reaparecido en la boda religiosa de su segundo hijo, Christian con Alejandra de Osma en Lima, aunque no acudió al enlace civil de la pareja celebrado el pasado mes de noviembre en Londres.
Ernesto de Hannover (63 años) de cara a la prensa del
corazón es el aún marido de Carolina de Mónaco, aunque su matrimonio
solo sea real en los papeles y cada uno de ellos hagan vidas separadas
desde 2009. También es el príncipe al que más veces se le ha pillado en
situaciones comprometidas, desde con claros signos de embriaguez a
inmerso en enfrentamientos violentos con periodistas, pasando por
imágenes poco deseables en las que incluso se le ha inmortalizado
descargando sus necesidades fisiológicas en público y en presencia de
fotógrafos.
Pero la Casa de Hannover es una importante dinastía alemana, que reinó en Gran Bretaña desde 1714 hasta la fundación del Reino Unido en 1801 y se mantuvo en el mismo papel hasta 1901, momento en el que con la muerte de Victoria I, subió al trono británico su hijo Eduardo VII, que pertenecía a la actual dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha, que desde 1917 reina con el nombre de dinastía Windsor. Contextualizar históricamente la institución a la que representa Ernesto de Hannover en el escenario de las casas reales es importante para entender lo inapropiado de sus actuaciones de los últimos años y el interés que ha despertado su desaparición de la vida social. Un retiro que se acrecentó desde que en 2007 fue destituido de la presidencia Duque de Cumberland, encargada de administrar la riqueza familiar y ocupó su lugar su hijo mayor Ernesto Augusto Jr.
Si antes era un vividor entonces se disparó su inclinación natural a disfrutar a tope incluidos viajes a sus lugares favoritos como son Ibiza, la isla Lamu en Kenia y su castillo en Grünau (Austria), donde organizaba cacerías para sus amigos.
Son históricos sus excesos con el alcohol –motivo que se achacó como causa de su incomparecencia en la boda los actuales reyes de España, Felipe y Letizia, a pesar de estar en Madrid acompañando a su entonces esposa Carolina de Mónaco– y una de las causas que se barajan para el aspecto sonrosado con el que ha reaparecido en la boda religiosa de su segundo hijo, Christian con Alejandra de Osma en Lima, aunque no acudió al enlace civil de la pareja celebrado el pasado mes de noviembre en Londres.
De estos años en un segundo plano, no hay muchas más noticias salvo que en el mes de abril de 2017 fue operado de urgencia de una deficiencia vascular en la localidad austriaca de Feldkirch, donde tuvo que ser trasladado en helicóptero.
No es la primera vez que sus excesos le han llevado a estar en situaciones de peligro para su salud.
En 2005 sufrió un ataque de pancreatitis por el que se temió por su vida, y aunque prometió dejar de beber y cuidar su dieta, en 2011 volvió a ser ingresado en un hospital de Ibiza por problemas derivados de su excesiva afición al alcohol.
Parece que su retiro tiene que ver con vivir fuera de Alemania, en un entorno más cómplice con sus hábitos como Grünao, en Austria y sin importarle lo que piensen o digan de él, incluido si sigue o no con la que ha sido su última conquista conocida, una mujer más joven que él llamada Simona.
Su retiro solo se ha visto interrumpido por las bodas de sus dos hijos mayores.
Hace un año Ernesto de Hannover reapareció contra su voluntad para oponerse a la boda de su primogénito con la diseñadora de origen ruso Ekaterina Malysheva.
Entonces anunció que se oponía al matrimonio y que reclamaría legalmente a su hijo los regalos que le había hecho, entre otros el castillo de Marienburg y decenas de propiedades repartidas en Alemania y Austria.
“Me veo obligado a tomar esta decisión”, dijo al periódico Handelsblatt, “porque está en juego la preservación de los intereses de la casa Hannover, incluidos valiosos bienes culturales que son propiedad de la Casa desde hace siglos”.
Una actitud con un motivo y una consecuencia: miedo a que parte de los bienes de la Casa Hannover se perdieran ante un hipotético divorcio de la pareja e imposibilidad de que sus futuros hijos opten a la sucesión al trono británico (situación harto improbable) si el jefe de los Hannover no ha dado su consentimiento a la unión.
El matrimonio entre Ernesto Augusto Jr y Ekaterina se celebró
a pesar de todo y sin la presencia del padre del novio.
Quien, en esta segunda boda, la de su hijo Christian, sí ha querido hacer acto de presencia y escenificar una especie de tregua temporal con su familia.
Muy pocos contaban con su presencia en la ceremonia pero Ernesto de Hannover volvió a sorprender y se dejó ver primero en el restaurante Osaka, situado en el centro limeño, en una cena previa al enlace y después vestido de chaqué, sonriente y con gafas de sol a la entrada de la basílica menor y convento de San Pedro, en Lima. Allí además de apoyar a su segundo hijo, se pudo reencontrar con su primogénito que acudió sin su esposa a causa de su reciente maternidad.
Poco después, el mismo sábado, el príncipe fue ingresado, por motivos que se desconocen, en una clínica de Lima.
Fuentes médicas han precisado que fue dado de alta este lunes.
Ernesto de Hannover sigue con varios frentes abiertos: su delicada salud que depende en gran parte de un estilo de vida que parece no se resigna a abandonar; su relación con su primogénito al que acusa de haberle apartado de la primera línea de la Casa Güelfa, una de las más antiguas de la realeza del Viejo Continente; y su matrimonio roto y no cerrado legalmente con Carolina de Mónaco, que se resiste a renunciar a los privilegios sociales que le supondría firmar un divorcio que le quitaría el título de Alteza Real Princesa de Hannover, con más raigambre, tradición y prestigio que su condición de princesa de Mónaco.
Queda por ver si esta reaparición es puntual o significa su retorno a la primera línea social de la jet set a la que pertenece.
Contextualizar históricamente la institución a la que representa Ernesto de Hannover en el escenario de las casas reales es importante para entender lo inapropiado de sus actuaciones de los últimos años y el interés que ha despertado su desaparición de la vida social.
Un retiro que se acrecentó desde que en 2007 fue destituido de la presidencia Duque de Cumberland, encargada de administrar la riqueza familiar y ocupó su lugar su hijo mayor Ernesto Augusto Jr.
Si antes era un vividor entonces se disparó su inclinación natural a disfrutar a tope incluidos viajes a sus lugares favoritos como son Ibiza, la isla Lamu en Kenia y su castillo en Grünau (Austria), donde organizaba cacerías para sus amigos.
Son históricos sus excesos con el alcohol –motivo que se achacó como causa de su incomparecencia en la boda los actuales reyes de España, Felipe y Letizia, a pesar de estar en Madrid acompañando a su entonces esposa Carolina de Mónaco– y una de las causas que se barajan para el aspecto sonrosado con el que ha reaparecido en la boda religiosa de su segundo hijo, Christian con Alejandra de Osma en Lima, aunque no acudió al enlace civil de la pareja celebrado el pasado mes de noviembre en Londres.
Pero la Casa de Hannover es una importante dinastía alemana, que reinó en Gran Bretaña desde 1714 hasta la fundación del Reino Unido en 1801 y se mantuvo en el mismo papel hasta 1901, momento en el que con la muerte de Victoria I, subió al trono británico su hijo Eduardo VII, que pertenecía a la actual dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha, que desde 1917 reina con el nombre de dinastía Windsor. Contextualizar históricamente la institución a la que representa Ernesto de Hannover en el escenario de las casas reales es importante para entender lo inapropiado de sus actuaciones de los últimos años y el interés que ha despertado su desaparición de la vida social. Un retiro que se acrecentó desde que en 2007 fue destituido de la presidencia Duque de Cumberland, encargada de administrar la riqueza familiar y ocupó su lugar su hijo mayor Ernesto Augusto Jr.
Si antes era un vividor entonces se disparó su inclinación natural a disfrutar a tope incluidos viajes a sus lugares favoritos como son Ibiza, la isla Lamu en Kenia y su castillo en Grünau (Austria), donde organizaba cacerías para sus amigos.
Son históricos sus excesos con el alcohol –motivo que se achacó como causa de su incomparecencia en la boda los actuales reyes de España, Felipe y Letizia, a pesar de estar en Madrid acompañando a su entonces esposa Carolina de Mónaco– y una de las causas que se barajan para el aspecto sonrosado con el que ha reaparecido en la boda religiosa de su segundo hijo, Christian con Alejandra de Osma en Lima, aunque no acudió al enlace civil de la pareja celebrado el pasado mes de noviembre en Londres.
No es la primera vez que sus excesos le han llevado a estar en situaciones de peligro para su salud.
En 2005 sufrió un ataque de pancreatitis por el que se temió por su vida, y aunque prometió dejar de beber y cuidar su dieta, en 2011 volvió a ser ingresado en un hospital de Ibiza por problemas derivados de su excesiva afición al alcohol.
Parece que su retiro tiene que ver con vivir fuera de Alemania, en un entorno más cómplice con sus hábitos como Grünao, en Austria y sin importarle lo que piensen o digan de él, incluido si sigue o no con la que ha sido su última conquista conocida, una mujer más joven que él llamada Simona.
Su retiro solo se ha visto interrumpido por las bodas de sus dos hijos mayores.
Hace un año Ernesto de Hannover reapareció contra su voluntad para oponerse a la boda de su primogénito con la diseñadora de origen ruso Ekaterina Malysheva.
Entonces anunció que se oponía al matrimonio y que reclamaría legalmente a su hijo los regalos que le había hecho, entre otros el castillo de Marienburg y decenas de propiedades repartidas en Alemania y Austria.
“Me veo obligado a tomar esta decisión”, dijo al periódico Handelsblatt, “porque está en juego la preservación de los intereses de la casa Hannover, incluidos valiosos bienes culturales que son propiedad de la Casa desde hace siglos”.
Una actitud con un motivo y una consecuencia: miedo a que parte de los bienes de la Casa Hannover se perdieran ante un hipotético divorcio de la pareja e imposibilidad de que sus futuros hijos opten a la sucesión al trono británico (situación harto improbable) si el jefe de los Hannover no ha dado su consentimiento a la unión.
Quien, en esta segunda boda, la de su hijo Christian, sí ha querido hacer acto de presencia y escenificar una especie de tregua temporal con su familia.
Muy pocos contaban con su presencia en la ceremonia pero Ernesto de Hannover volvió a sorprender y se dejó ver primero en el restaurante Osaka, situado en el centro limeño, en una cena previa al enlace y después vestido de chaqué, sonriente y con gafas de sol a la entrada de la basílica menor y convento de San Pedro, en Lima. Allí además de apoyar a su segundo hijo, se pudo reencontrar con su primogénito que acudió sin su esposa a causa de su reciente maternidad.
Poco después, el mismo sábado, el príncipe fue ingresado, por motivos que se desconocen, en una clínica de Lima.
Fuentes médicas han precisado que fue dado de alta este lunes.
Ernesto de Hannover sigue con varios frentes abiertos: su delicada salud que depende en gran parte de un estilo de vida que parece no se resigna a abandonar; su relación con su primogénito al que acusa de haberle apartado de la primera línea de la Casa Güelfa, una de las más antiguas de la realeza del Viejo Continente; y su matrimonio roto y no cerrado legalmente con Carolina de Mónaco, que se resiste a renunciar a los privilegios sociales que le supondría firmar un divorcio que le quitaría el título de Alteza Real Princesa de Hannover, con más raigambre, tradición y prestigio que su condición de princesa de Mónaco.
Queda por ver si esta reaparición es puntual o significa su retorno a la primera línea social de la jet set a la que pertenece.
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