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Un Blues
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26 mar 2018
El fantasma que torturó a Tennessee Williams............ Lucía Lijtmaer
El trabajo del más famoso dramaturgo del siglo XX quedó marcado por la presencia de una hermana esquizofrénica y paranoica.
Rose Williams en una imagen de archivo.
“No te rías jamás de la locura. Es peor que la muerte”. La escalofriante sentencia no sería olvidada por Tennessee Williams. Anotó las palabras espetadas a modo de consejo de su hermana Rose en su
diario y volvería una y otra vez a ellas, a modo de letanía. En breve
se convertirían en lema por el que guiar su obra literaria. ¿Quién
fue Rose Williams? Cuando murió en 1996, era apenas una anciana que
había pasado más de 50 años recluida en instituciones. Desde la muerte
de sus familiares más allegados apenas la visitaba nadie. Sin embargo,
el trabajo del más famoso dramaturgo del siglo XX quedó marcado por la
presencia de esa hermana sin memoria. Rose Isabel Williams nació en 1909 en Gulfport, Misisipi. Las fotos nos devuelven a una niña de grandes ojos claros y boca
apretada, primogénita del alcohólico viajante de comercio Cornellius
Williams y la abnegada ama de casa Edwina Dakin. Dos años después,
nacería su hermano Tom -Tennessee-, en medio de un clima de represión
casera y peleas que teñirían su infancia. Tennessee recordaría años
después en sus diarios como las discusiones entre sus padres se oían en
toda la casa, y siempre acababan con su madre negándose a compartir el
lecho con el padre, por las constantes infidelidades de él. En medio del
drama, los hermanos se acostumbraron a hacer piña, eran casi
simbióticos. “Mi hermana era encantadora”, diría Tennessee en una
entrevista en 1945. “Era muy hermosa y tenía una imaginación portentosa. Estábamos tan unidos que no necesitábamos a nadie más". Su madre,
Edwina, recordaría su “enorme complicidad durante la infancia”, una
relación tan cercana que cuando uno enfermaba el otro lo hacía a su vez. El nacimiento de su hermano Dakin, en 1919, no modificaría la relación. Rose creció para convertirse en una joven atractiva de
melena cobriza y ojos rasgados a la que el paso a la madurez sexual
desencadenaría lo que primero fueron entendidas por su familia,
simplemente, como rarezas de juventud. Tennessee escribiría, no sin
ironía, que Rose tenía pretendientes y muchas primeras citas “que nunca
se traducían en una segunda”. Cuando en compañía de hombres, Rose
balbuceaba, se encogía y no dejaba de parlotear nerviosamente hasta
soltar alguna carcajada fuera de lugar. La represión sexual daría buena
cuenta en ambos hermanos: Rose murió virgen, y Tennessee no tuvo su
primera relación sexual hasta los 25. Para Tennessee, la aparición del
deseo sexual estaría siempre ligado en los personajes a la sublimación y
la locura. El ejemplo estuvo dolorosamente cercano.
Tennessee Williams en una imagen de archivo.
“Mi hermana Rose cambió al crecer, su buen humor se
convirtió poco a poco en una especie de histeria”, diría más adelante
Tennessee. “Su risa era más nerviosa de lo normal y tenía muchos cambios
de humor, que fueron derivando hacia el pesimismo. '¡Todo es una
tragedia!', decía constantemente”. A medida que pasaba el tiempo, los malestares de Rose
agravaban: primero fueron unos dolores de estómago que requirieron de su
internamiento, y más adelante, como en El zoo de cristal, un
amor no correspondido le llevaría a desarrollar un errático
comportamiento. Tennessee describiría como a medida que entraba en la
veintena, se podía descubrir a Rose en las fiestas que hacían en casa
caminando en combinación, balbuceando en su acento sureño con afectada
coquetería. ¿Cómo no acordarse de la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo? A mediados de los años treinta llegaría el detonante. El
propio Tennessee sufrió una crisis nerviosa del que saldría airoso, y de
la que culparía en gran medida a su padre, que no veía con buenos ojos
las derivas artísticas de su hijo. La sombra de la enfermedad mental en
la familia era alargada -había afectado a sus abuelos- y los cubría a
todos. “No habíamos sufrido muertes en la familia, pero poco a poco,
algo sucedía, algo mucho más terrible y espantoso que la muerte”,
escribiría.
Al regresar al hogar después de estar en el hospital,
entendería cuanto se había agravado la situación de Rose desde sus
primeros episodios histéricos. Había comenzado a sufrir terribles
dolores estomacales que en delirio paranoico achacaba a que alguien
quería envenenarla. Una noche se acercó como sonámbula a la habitación
de Tennesse y declaró: “Debemos morir todos juntos”. Tennessee Williams
abandonaría el hogar con la firme convicción de no regresar al núcleo
familiar y entregarse por completo a su carrera como escritor. Comenzaría entonces para Tennessee una huida hacia adelante
para escapar de lo que el consideraba “un destino común”, la locura, que
también bautizó como “los pequeños diablos azules”. Para cuando publicó
El largo adiós, escrita en 1940, el internamiento de su
hermana era indefinido y ya tenía nombre: demencia precoz esquizofrénica
con predominancia paranoide. Se le prescribió terapia de shock
con insulina. Tras seis años de tratamiento inútil, Rose fue sometida a
una lobotomía que la dejaría, según su madre, “lúcida pero sin
capacidad de comunicación ni conciencia de sí misma”. Tennessee Williams
culpó a su madre por autorizar una intervención que 15 años después se
consideraría una barbarie en el mundo de la psiquiatría.
El éxito que le supuso Un tranvía llamado deseo en
1947 le permitió financiar los costes hospitalarios de su hermana, de la
que se ocuparía a partir de entonces. El biógrafo de Williams Lyle
Leverich describió cuales eran las “dos devociones" de Tennesse
Williams: "su carrera como escritor y su hermana Rose”. Toda su obra quedó marcada por la tragedia de Rose, de una manera u otra. Las más evidentes son El zoo de cristal, plenamente autobiográfica, y El largo adiós,
dónde el joven escritor Joe se aleja de una hermana promiscua y
diletante, Myra. Pero también está muy presente en el miedo a la locura
en Un tranvía llamado deseo y De repente el último verano o en la fragilidad femenina de los personajes de Camino Real. También en los cuentos Retrato de una chica de cristal y La similitud entre una funda de violín y un féretro,
Williams apeló a su propio entramado familiar, marcado por la
enfermedad mental que recorre a la familia desde sus abuelos, y que
rompe, a través del sexo, la “mágica intimidad de nuestra infancia”. Pero la influencia de Rose no es solo metafórica, va más allá: Williams
solía usar citas textuales de su madre y hermana, que le resultaban
“inspiradoras y encantadoras en su manera de hablar”. “El mayor trauma
de mi vida fue la tragedia de mi hermana, que tenía el mismo problema
nervioso con el que yo vivo, y que le resultó insoportable y decidió
escapar”, escribió Williams a su agente en una carta fechada en 1942. Hasta su repentina muerte por asfixia, en 1983, la visitaría
regularmente.
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