Carmen Mañana......periodista
Es la gran ‘mamma’ de la moda. Y Fea como ella sola.
Su biografía es una mezcla de lujo,
genio, aviones privados, ‘celebrities’ y adicciones.
El asesinato de su
hermano Gianni Versace la convirtió en sucesora de su imperio.
Veinte
años después, la firma que revolucionó el estilo de los noventa lucha
por mantener su legado.
Y, al mismo tiempo, ser rentable.
Una historia
salpicada de crisis económicas y personales que esta superviviente nos
relata en primera persona.
LAS MODELOS MÁS jóvenes gritan como fans histéricas y los directores de las biblias de la moda lloran como niños.
Suena Freedom, de George Michael, y los flashes ametrallan la pasarela.
Sobre ella desfilan Cindy Crawford, Carla Bruni,
Naomi Campbell, Helena Christensen y Claudia Schiffer.
Es la primera
vez que pisan juntas la pasarela en décadas.
Es un espectáculo más allá
de la moda.
En medio de la apoteosis, Donatella Versace sale a saludar entre tímida y orgullosa.
Es septiembre de 2017. La diseñadora acaba de dar por concluido su desfile de prêt-à-porter femenino.
Ha querido homenajear a su hermano, el gran Gianni Versace,
en el 20º aniversario de su asesinato.
Y lo ha hecho al estilo de la
casa Versace: por todo lo alto.
Ha convocado a las míticas top models
que el italiano fabricó y encumbró, y presentado una colección que
reinterpreta algunas de las prendas con las que el creador italiano
definió la moda de los noventa.
Un acontecimiento emocionante e
irrepetible.
El fenómeno viral de la temporada.
También una declaración
de intenciones: Versace sigue siendo grande.
Muy grande.
Conserva su relevancia en la
industria del lujo, en contra de los que auguraban su final y gracias a
la habilidad de Donatella para conectar con las nuevas generaciones y
reinventarse una y otra vez.
Un mes y medio después del golpe de efecto de Versace, Donatella, su creadora y alma, recibe a El País Semanal
en el cuartel general de Milán, en su hermético despacho de Via Gesù.
El espacio está custodiado por un guardaespaldas y su interiorismo
resulta inesperadamente sencillo para los estándares estéticos de la
compañía.
De las paredes cuelgan retratos de sus hijos.
También de la
diseñadora en su juventud, cuando exhibía una belleza que, a sus 63
años, intenta retener con uñas y bótox.
Sobre una estantería, en
floridos marcos de plata, asoman imágenes de Gianni y de Ingrid Sischy,
célebre periodista y amiga de la familia, íntima de Madonna y Galliano,
fallecida en 2015.
Entra en la habitación con la fuerza que se espera de
la matriarca de uno de los clanes más legendarios de la historia de la
moda; única cabeza visible de aquella familia del sur de Italia que
desde cero conquistó el mundo.
Cada uno con su papel: Gianni, como Rey
Sol; Santo, su hermano mayor, de cerebro en la sombra, y la piccola Donatella, como fiel escudera de ambos.
Hoy es la reina. Se ha cortado su icónica melena.
Ya no compite con Armani
por el bronceado más intenso.
Y luce un vestido negro de manga larga y
cuello a la caja.
Su voz suena nasal y horadada. Sentencia: “Hubo un
tiempo en que ser sexy era sinónimo de revelar, de enseñar mucha piel.
Pero hoy tiene más que ver con una actitud”.
Aquel tiempo pasado al que se refiere Donatella fue el de la época
legendaria de Versace, tapizada de leopardo y con los escotes más
vertiginosos de la historia.
Gracias a aquellas colecciones, el poder sexual de las mujeres se convirtió en el centro de la cultura y la industria del lujo.
“Esa moda hacía que te sintieras feliz y segura”, dice.
Unos sentimientos que ha rescatado en esta última colección, que gira en torno a los estampados barrocos y aquellos vestidos de lentejuelas con los que Gianni revolucionó la moda en 1992. “Nunca antes lo había hecho.
Jamás tuve el coraje de volver a los archivos de mi hermano para revisar su obra.
Me daba miedo revivir su muerte”.
El asesinato del modista siciliano marcó la vida de de su familia y de su compañía.
Gracias a aquellas colecciones, el poder sexual de las mujeres se convirtió en el centro de la cultura y la industria del lujo.
“Esa moda hacía que te sintieras feliz y segura”, dice.
Unos sentimientos que ha rescatado en esta última colección, que gira en torno a los estampados barrocos y aquellos vestidos de lentejuelas con los que Gianni revolucionó la moda en 1992. “Nunca antes lo había hecho.
Jamás tuve el coraje de volver a los archivos de mi hermano para revisar su obra.
Me daba miedo revivir su muerte”.
Ocurrió el 15 de julio de 1997, cuando Andrew Cunanan,
prostituto y autor de otros cuatro crímenes, le descerrajó dos tiros en
las escalinatas de su mansión de Miami.
El móvil nunca se esclareció.
Y
20 años después, la creadora sentada en su despacho de Gesù sigue
dividiendo el mundo en “antes” y “después de la muerte de Gianni”.
Y 20 años después, la creadora sentada en su despacho de Gesù sigue
dividiendo el mundo en “antes” y “después de la muerte de Gianni”.
Sobrevivir al diseñador la ha convertido en una superviviente.
En lo
personal y en lo empresarial.
La firma celebra cuatro décadas sobre la
pasarela, y la última mitad de su historia —la liderada por Donatella—
demuestra que en Versace resistir es vencer.
A punto de quebrar en 2004,
la marca vivió un nuevo resurgir a partir de 2014 y hoy factura 668
millones al año.
Versace vuelve a ser viral.
A agitar las redes sociales. A nutrir portadas.
La serie American Crime Story, una de las grandes apuestas televisivas de la temporada, recupera la tragedia de los Versace. Édgar Ramírez da vida al diseñador.
Y Penélope Cruz, a Donatella.
Después de que la italiana publicase un comunicado en el que calificaba a la producción estadounidense de “ciencia-ficción”, se especuló con un potencial enfrentamiento entre Penélope y Donatella.
“Para nada. Penélope es muy amiga mía, una persona cálida y auténtica.
Que me interprete es un honor”, dice sonriente.
Revela que recibió una llamada de Cruz antes de comenzar a rodar: “Me dijo que no me preocupase, que sería muy respetuosa. Yo confío en ella.
Lo que no significa que lo haga en el resto del equipo.
Eso es otra historia”.
Su vida solo puede contarla ella. Para eso estamos aquí. Y Donatella reconoce que empieza a los 42 años, delante del cuerpo sin vida de su hermano, y la necesidad de tomar una decisión: ¿seguir con la firma o tirar la toalla? En su testamento, y para sorpresa de todos, Gianni Versace había nombrado heredera a Allegra, su sobrina favorita.
A agitar las redes sociales. A nutrir portadas.
La serie American Crime Story, una de las grandes apuestas televisivas de la temporada, recupera la tragedia de los Versace. Édgar Ramírez da vida al diseñador.
Y Penélope Cruz, a Donatella.
Después de que la italiana publicase un comunicado en el que calificaba a la producción estadounidense de “ciencia-ficción”, se especuló con un potencial enfrentamiento entre Penélope y Donatella.
“Para nada. Penélope es muy amiga mía, una persona cálida y auténtica.
Que me interprete es un honor”, dice sonriente.
Revela que recibió una llamada de Cruz antes de comenzar a rodar: “Me dijo que no me preocupase, que sería muy respetuosa. Yo confío en ella.
Lo que no significa que lo haga en el resto del equipo.
Eso es otra historia”.
Su vida solo puede contarla ella. Para eso estamos aquí. Y Donatella reconoce que empieza a los 42 años, delante del cuerpo sin vida de su hermano, y la necesidad de tomar una decisión: ¿seguir con la firma o tirar la toalla? En su testamento, y para sorpresa de todos, Gianni Versace había nombrado heredera a Allegra, su sobrina favorita.
Al ser
menor de edad, toda la responsabilidad recayó en Donatella —la madre de
la joven heredera, para quien Gianni había reservado el puesto de
vicepresidenta—, delegando en su otro hermano, Santo, el trabajo de
director general.
“No puedo decirte si quería continuar; estaba en shock; pero lo
que sí sabía es que estaba obligada a hacerlo.
No podía fallar a toda
la gente que estaba a mi alrededor buscando respuestas”.
Empezaban unos terribles años que ella define como “llenos de
reproches”.
Los suyos propios y los de una industria que le recordaba a
diario que nunca llegaría al nivel de su hermano: el genio.
Aquel niño
que se divertía escogiendo hilos y abalorios con su madre y que, tras
estudiar arquitectura, captó el interés de la industria textil italiana
diseñando vestuario para obras teatrales.
La firma Callaghan fue la
primera en ficharlo.
Animado por la buena acogida, decidió crear su
marca en 1978. Desde el primer día, Donatella estuvo a su lado.
Lo que
pocos saben es que fue ella quien llevó el timón del atelier durante los
dos últimos años de vida de Gianni.
“Estuvo muy enfermo antes de morir.
Tenía cáncer de oído. Mientras duró el tratamiento yo estuve dirigiendo
la empresa.
Le consultaba todo, claro.
Pero fue como un entrenamiento.
Seis meses después de que el doctor le confirmase que estaba curado, le
mataron. Fue horrible”.
Donatella asegura hoy que funcionaban como una sola persona.
“Él reinaba
en primera línea, se llevaba las críticas.
Y yo, detrás, segura
. Pasar
de esa posición a ser la cabeza visible fue demasiado. Sentía que no era
mi sitio.
Me preguntaba constantemente: ‘¿Cómo podría hacerlo mejor?’.
‘¿Qué haría Gianni si estuviese aquí?”.
Pero las expectativas y
obligaciones con las que se encontró fueron muy distintas a las que el
modista tuvo que afrontar: la industria estaba cambiando.
“Mi hermano se
centraba en sus colecciones, pero a mí me tocó transformar el modelo de
negocio y estaba distraída por todo lo que implicaba.
Me resultó muy
difícil hacer que la gente escuchase y respetase mi voz.
Ni siquiera mi
familia lo hacía”. Junto a Miuccia Prada, era una de las pocas mujeres
al frente de una gran casa de moda.
“Era un mundo de hombres. Pero ha
cambiado. También yo. Ahora confío más en mí”.
Confiesa que tardó ocho
años en sentirse cómoda en el papel de diseñadora.
En ese tiempo, sus
problemas con las drogas ocuparon portadas y alimentaron la imagen de
mujer inestable, caprichosa y excesiva.
La leyenda cuenta que exigía que todas sus cajetillas de tabaco se
envolviesen en papel rosa y dorado con sus iniciales impresas.
Las ventas comenzaron a caer, lastradas por las irregulares
colecciones de Donatella y la llegada de una nueva tendencia global, el
minimalismo, en las antípodas del estilo de Versace.
La fiesta había terminado.
En 2004, siete años después de la muerte de Gianni y con una deuda de 118 millones de euros, la firma se encontraba al borde del abismo.
Su hermano Santo vendió las mansiones de Nueva York y Miami. También su colección de arte, que incluía 20 picassos.
Se cerraron boutiques por todo el mundo, entre ellas las de Madrid y Barcelona.
Pero los números seguían sin cuadrar. Hasta que Donatella hizo lo que mejor sabe hacer: renacer de sus cenizas.
La fiesta había terminado.
En 2004, siete años después de la muerte de Gianni y con una deuda de 118 millones de euros, la firma se encontraba al borde del abismo.
Su hermano Santo vendió las mansiones de Nueva York y Miami. También su colección de arte, que incluía 20 picassos.
Se cerraron boutiques por todo el mundo, entre ellas las de Madrid y Barcelona.
Pero los números seguían sin cuadrar. Hasta que Donatella hizo lo que mejor sabe hacer: renacer de sus cenizas.
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