‘Ven a cenar conmigo’ se crece cuando los invitados afrentan al anfitrión y sus platos.
Madrid
. Sin duda que el proceso de elaboración de las viandas se enseña con detenimiento. Por supuesto que las presentaciones de los cocinillas entretienen, sobre todo gracias a la elaborada postproducción cómica.
Pero lo que realmente da morbo a este espacio diario de Cuatro es escuchar las opiniones de los invitados sobre su anfitrión –generalmente negativas: se juegan un premio de 3.000 euros- y ver cómo este saca su lado más friki en la sobremesa.
Ven a cenar conmigo es uno de esos programas surgidos con la eclosión de los espacios dedicados al mundo de los fogones, donde igual tienes pesadillas en la cocina que te convierten en un par de meses en un ferrán adriá (famoso, junior o anónimo) o te enseñan a hacerte comidas de soltero en un periquete con lo que queda en esa nevera tan vacía.
El programa diario reúne cada semana a cinco ciudadanos que se van invitando sucesivamente a cenar a sus respectivas casas, muestran sus habilidades gastronómicas y, de camino, enseñan sus viviendas y cuentan de dónde vienen, hacia dónde van y qué se ponen.
Y los invitados tienen derecho a cotillear por el baño, el dormitorio (uno con retrete junto a la cama), el despacho… Y a despellejar al anfitrión, especialmente en el viaje de regreso a casa, pero también en mitad de la cena, en la que el cocinero de turno tiene que mostrar sus mejores habilidades sociales para no poner a algunos de sus invitados (o a todos a la vez) de patitas en la calleVaya, es una copia del Programa de Bertin, en tu casa o en la mia.....
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