Una edición ilustrada recupera el texto original de la novela de Dolores Medio que ganó el Premio Nadal en 1952.
La radio se había estropeado y, en aquella habitación realquilada en un piso en la madrileña calle de Bretón de los Herreros, no había otra forma de conocer las noticias.
A las dos de la madrugada, alguien llamó a la puerta. “¿Es usted Dolores Medio?”, inquirió el visitante.
“Sí, la misma”, contestó ella.
“Su novela Nosotros, los Rivero acaba de ganar el Premio Nadal”, le espetó él.
En ese momento, en Barcelona, los invitados a la cena en el hotel Oriente en el que se fallaba el galardón estaban ya volviendo a sus casas.
No sin cierto estupor: no era solo que la ganadora no acudiera a la gala a recoger el premio, es que nadie la conocía, ni tan siquiera los miembros del jurado. Era 1952.
“Fue un acto de literatura en estado puro, por parte del jurado y de la autora”, señala la escritora Ángeles Caso, quien ha liderado el proyecto de publicación de la novela íntegra (Libros de la letra azul), con la inclusión de las partes que la censura se llevó por delante y las ilustraciones de Rebeca Menéndez.
Un trabajo de casi 11 meses que logró dar con el texto original y con una dolorosa sorpresa: la carta en la que Dolores Medio suplicaba que le señalaran los “errores” que había cometido.
“Hay que ponerse en la piel de la autora. Para ella tuvo que ser una humillación.
Pero las ganas de publicar, de convertirse en escritora, pesaban más”, matiza Caso.
Dolores Medio, fallecida en 1996, no quiso hablar nunca de aquella carta, ni de su encontronazo con la censura.
La novela, que utiliza la técnica de la retrospectiva, tiene mucho de autobiográfica.
Transcurre en Oviedo entre 1924 y 1934, y narra la vida de Lena Rivero, una niña de familia acomodada que abraza la República con devoción y a la que la Revolución asturiana golpea con fuerza. “Es completamente reprobable”, concluía, subrayado en rojo, el informe del censor.
“La censura hizo un muy buen trabajo, ya que consiguió cambiar por completo el carácter de la novela”, indica Cosme Marina, presidente de la Fundación Dolores Medio.
Para su publicación, desaparecieron los sentimientos “moralmente reprobables”, cualquier atisbo de idea política alejada de la norma o de ataque a la iglesia.
Medio, nacida en Oviedo en 1911, era hija de una familia acomodada y conservadora a la que un incendio y la muerte del padre llevaron a la ruina económica.
Junto a su madre, su hermana y su tía, alternó diferentes trabajos desde los 14 años al mismo tiempo que estudiaba. Fue maestra rural de la República.
La Comisión depuradora del Magisterio le abrió varios expedientes.
Frecuentaba el Ateneo y el Centro Obrero en compañía de su novio, un socialista convencido que, tras la Guerra Civil, se casó con una rica campesina de familia franquista.
Con su relato Nina ganó el Premio Concha Espina y comenzó a trabajar en el semanario Domingo, ocupándose del consultorio sentimental.
Se mudó a Madrid y se matriculó en Educación y en Periodismo. En 1962 estuvo en la cárcel —experiencia que relató en Celda común— por participar en una manifestación en apoyo a la huelga de los mineros asturianos.
“Es un referente para una generación de mujeres que se rebeló, que se sumó a la República y que después sufrió el tremendo paso atrás que fue la dictadura”, explica Caso, que destaca la capacidad de la autora para reflejar, desde un personaje íntimo, toda una época de profundos cambios sociales y políticos.
También de una mujer que quería ser escritora y que, con todo en contra, lo consiguió.
Como lo hicieron otras escritoras de su generación: Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet.
“El papel de Dolores Medio se irá revalorizando con el tiempo. Tanto su importancia literaria como su postura ética y vital, que se mantuvo fiel a los principios”, destaca Marina. Manuel Díaz-Faes, miembro del patronato de la fundación a cargo de la edición hace un símil pictórico:
“Esta nueva edición consigue devolver a la obra original su brillantez, su modernidad y su compromiso, que le fueron arrebatados a lápiz, tachón y tijera”.
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