Un extrovertido confeso y un tímido recalcitrante en vías de
recuperación frente a frente.
Dos hermanos de 50 y 30 años que se han
conocido en persona hace sólo unos meses pero se muestran cómplices como
profesionales y felices como familia.
Dos toreros que comparten un
apodo mítico en el coso –El Cordobés– y también el mismo padre.
Ese fue
el fondo y la forma de En tu casa o en la mía, el programa que conduce Bertín Osborne, y que el pasado lunes habló con el mayor y el más pequeño de los hijos de Manuel Benítez ‘El Cordobés’, el diestro que revolucionó el toreo en la década de los años sesenta.
La diferencia entre ellos es que para Julio Benítez, Manuel Benítez ha
ejercido como padre en una infancia que recuerda “muy bonita y con una
familia unida”, y para Manuel Díaz, la ausencia de ese mismo progenitor,
que se ha negado siempre a conocerle y reconocerle –hasta que un juzgado dictó que se lo daba hecho por ley–
ha sido su mayor pena y también su acicate:
“No puedo obligar a nadie a
que me quiera. Ha habido momentos muy duros, gente que se ha
aprovechado de mí, pero yo a Manuel Benítez solo quería decirle gracias
porque estoy seguro que si mi vida hubiera sido de otra manera no
estaría donde estoy.
He hecho muchas cosas para que él esté orgulloso de
mí”
Los hermanos sí confesaron que Manuel Benítez ‘El Cordobés’ reservó dos
entradas para cuando ambos torearon en Palma del Río y que ellos esperaron que fuera a verles a la plaza. No ocurrió así, aunque ambos desean encontrarse algún día los tres en
un tentadero. “¡Ojalá!, Yo creo que se dará”, llegó a decir Julio. Pero también respondió a la pregunta de cómo ha vivido su
padre el proceso judicial de reclamación de paternidad que interpuso
Manuel y queda la duda de cuál será su decisión final: “Mi padre es
sumamente especial”, afirmó Julio, “es difícil. Lo da todo pero tiene
sus rarezas. Pero Manuel es muy inteligente, no mete presión. El tiempo irá haciendo que todo vaya fluyendo”.
De momento la feliz relación de Manuel Díaz y Julio Benítez
–personal y profesional– abre la puerta a un futuro en el que el primero
pueda ver hecha realidad una íntima aspiración: “Me encantaría echar un
rato en el campo, debajo de una encima” de charla con su padre, un mito
al que él llama Manuel y el resto del mundo ‘El Cordobés.
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