Los separatistas no forman un bloque compacto, no son una mayoría unívoca, carecen de programa, dudan entre repetir la rebeldía o cumplir la ley y afrontan ahora con la formación de la Mesa el primer gran dilema de la legislatura.
El 21-D dejó al independentismo catalán —pese a su buen resultado— a la búsqueda de una brújula que lo lidere, organice y programe su probable (no indiscutible) mayoría parlamentaria.
Pero no solo por eso, también porque se produjo un espejismo general.
El de que había dos bloques enfrentados (secesionistas y constitucionalistas) entre los que planeaba un comodín equidistante (los comunes).
Y eso no era exacto. Más que bloques, hubo áreas, con graves fisuras internas, de programa, de estilo y liderazgo.
Por no haber, no hay aún una indicación clara de si el área indepe persistirá en el unilateralismo que tanto daño colateral causó; o si acomodará su actuación dentro del marco legal vigente. ¿Hay mandato?
La primera decisión será elegir la Mesa. Prefigurará la nueva mayoría del Parlament.
Es falso que solo haya una mayoría posible, la secesionista. Aritméticamente existen al menos cuatro:
El 21-D dejó al independentismo catalán —pese a su buen resultado— a la búsqueda de una brújula que lo lidere, organice y programe su probable (no indiscutible) mayoría parlamentaria.
Bracea
en el desconcierto porque sus centros de irradiación están dispersos,
entre Barcelona, Bruselas y la cárcel de Estremera.
Pero no solo por eso, también porque se produjo un espejismo general. El de que había dos bloques enfrentados (secesionistas y constitucionalistas) entre los que planeaba un comodín equidistante (los comunes).
Y eso no era exacto. Más que bloques, hubo áreas, con graves fisuras internas, de programa, de estilo y liderazgo. Por no haber, no hay aún una indicación clara de si el área indepe persistirá en el unilateralismo que tanto daño colateral causó; o si acomodará su actuación dentro del marco legal vigente. ¿Hay mandato?
La primera decisión será elegir la Mesa. Prefigurará la nueva mayoría del Parlament. Es falso que solo haya una mayoría posible, la secesionista. Aritméticamente existen al menos cuatro:
1. Indepe: Junts per Catalunya, ERC, la CUP; 70 diputados.
Primer problema: hay ocho en la cárcel, o prófugos. Varios deberían renunciar y dejar correr las listas a los que van detrás y están limpios
. Al menos a seis, con lo que se podría mantener a Carles Puigdemont y a Oriol Junqueras como electos, sin perder la mayoría (68). Habría que compensar con épica a los descabalgados con cargos y sueldos.
Segundo problema: con qué programa gobernaría. Son contradictorios. Junts per Catalunya solo tiene un lema: restituir el president “legítimo”, “el gran vencedor de las elecciones” —fue la segunda lista, perdedora frente a Ciudadanos—, lo que le otorgaría una insólita patente de inmunidad.
Su coherencia en los mensajes es muy mejorable: en campaña acuñó la idea de que “para que vuelva el president hay que votar al president”: pero solo ha sido segundo y, en cambio, reclama la primogenitura. Se inclina por el unilateralismo: fue a las elecciones pero las reputa de “ilegítimas”. La CUP le apoya; solo investirá presidente, anunció, a Puigdemont, no a ningún otro.
La sintonía con los antisistema incomoda a los viejos convergentes (echaron de la presidencia a Artur Mas); y a los jóvenes leones del partido, el PDeCAT, que propugnan volver a la sensatez. Y a un ritmo soberanista pausado, contra el creciente radicalismo de Puigdemont, que solo habla de mayoría secesionista.
Pero no solo por eso, también porque se produjo un espejismo general. El de que había dos bloques enfrentados (secesionistas y constitucionalistas) entre los que planeaba un comodín equidistante (los comunes).
Y eso no era exacto. Más que bloques, hubo áreas, con graves fisuras internas, de programa, de estilo y liderazgo. Por no haber, no hay aún una indicación clara de si el área indepe persistirá en el unilateralismo que tanto daño colateral causó; o si acomodará su actuación dentro del marco legal vigente. ¿Hay mandato?
La primera decisión será elegir la Mesa. Prefigurará la nueva mayoría del Parlament. Es falso que solo haya una mayoría posible, la secesionista. Aritméticamente existen al menos cuatro:
1. Indepe: Junts per Catalunya, ERC, la CUP; 70 diputados.
Primer problema: hay ocho en la cárcel, o prófugos. Varios deberían renunciar y dejar correr las listas a los que van detrás y están limpios
. Al menos a seis, con lo que se podría mantener a Carles Puigdemont y a Oriol Junqueras como electos, sin perder la mayoría (68). Habría que compensar con épica a los descabalgados con cargos y sueldos.
Segundo problema: con qué programa gobernaría. Son contradictorios. Junts per Catalunya solo tiene un lema: restituir el president “legítimo”, “el gran vencedor de las elecciones” —fue la segunda lista, perdedora frente a Ciudadanos—, lo que le otorgaría una insólita patente de inmunidad.
Su coherencia en los mensajes es muy mejorable: en campaña acuñó la idea de que “para que vuelva el president hay que votar al president”: pero solo ha sido segundo y, en cambio, reclama la primogenitura. Se inclina por el unilateralismo: fue a las elecciones pero las reputa de “ilegítimas”. La CUP le apoya; solo investirá presidente, anunció, a Puigdemont, no a ningún otro.
La sintonía con los antisistema incomoda a los viejos convergentes (echaron de la presidencia a Artur Mas); y a los jóvenes leones del partido, el PDeCAT, que propugnan volver a la sensatez. Y a un ritmo soberanista pausado, contra el creciente radicalismo de Puigdemont, que solo habla de mayoría secesionista.
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