Todo el mundo sabe lo que está ocurriendo en España con las
pensiones (pierden poder adquisitivo), la dependencia (no llegan las
ayudas a miles y miles de afectados) o el seguro de desempleo (apenas lo
cobra poco más de la mitad de los parados).
También se conoce el continuo deterioro de la sanidad pública (listas de espera, situación de las instalaciones, personal escaso y agotado), etcétera.
En este contexto, la oficina de estadísticas de la Unión Europea (UE) nos da la puntilla: en 2016 ha bajado la presión fiscal (el indicador que mide la proporción que supone la recaudación de impuestos respecto al Producto Interior Bruto) respecto a la de un año antes (34,1% del PIB frente al 34,5% de 2015), y se queda siete puntos por debajo de la media de la eurozona.
¿Cómo es posible tal desequilibrio en la política de nuestro país, contradictoria además con las campanudas declaraciones que todos los días hacen los principales dirigentes y ministros del partido gobernante?
También se conoce el continuo deterioro de la sanidad pública (listas de espera, situación de las instalaciones, personal escaso y agotado), etcétera.
En este contexto, la oficina de estadísticas de la Unión Europea (UE) nos da la puntilla: en 2016 ha bajado la presión fiscal (el indicador que mide la proporción que supone la recaudación de impuestos respecto al Producto Interior Bruto) respecto a la de un año antes (34,1% del PIB frente al 34,5% de 2015), y se queda siete puntos por debajo de la media de la eurozona.
¿Cómo es posible tal desequilibrio en la política de nuestro país, contradictoria además con las campanudas declaraciones que todos los días hacen los principales dirigentes y ministros del partido gobernante?
La tercera pata de esta situación, que se podría calificar
por una vez con el tópico de kafkiana, también la proporciona Eurostat:
el gasto social en España está por debajo de la media europea (24,7% del
PIB frente al 29%) y por debajo, por ejemplo, del porcentaje de gasto
social de dos países intervenidos por la troika en los años de la Gran
Recesión, como son Grecia y Portugal.
En este caso los datos son de
2015, último año del que se disponen estadísticas europeas.
En ese
porcentaje se incluye el dinero invertido en pensiones, desempleo,
prestaciones familiares y para la infancia, exclusión social y
dependencia.
Hace tiempo que la retórica del PP (ya que no la realidad) trata de
convencer a la ciudadanía de que se trata de un partido compasivo con
los débiles, que no está entre sus objetivos debilitar el welfare
y que los recortes en los servicios sociales desde el año 2008
correspondían a una situación de emergencia y no a motivos ideológicos.
No siempre fue así. Hace unos años, en un libro titulado Libertad y solidaridad,
José María Aznar hacia la siguiente reflexión textual: “Sólo aspiran a
un resurgimiento del Estado de Bienestar quienes siguen deseando ese
modelo dirigista.
¿Merece entonces la pena hablar del Estado de
Bienestar? Es necesario hacerlo porque hay algo incuestionable: el
Estado de Bienestar es incompatible con la sociedad actual.
Tenemos que
tenerlo muy claro: el Estado de Bienestar se ha hundido sólo por su
propia ineficiencia y anacronismo.
Al llegar a este punto es difícil
evitar una sugerencia electoralista: ¿qué encubre el debate apropiado y
mantenido por los socialistas sobre el Estado de Bienestar? Un complejo
de inferioridad”.
A la vista de los datos y de la coyuntura en la que se encuentran los
capítulos citados de la protección social se podría concluir que el
aznarismo es más profundo en el PP de lo que se dice.
Está encubierto. Y
en cualquier caso, por hache o por b, España se encuentra comprendido
en esa "sociedad del descenso" de la que habla el analista alemán Oliver
Nachtwey (Paidós Editorial). Un país deforme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario