Los resultados de las elecciones al Parlamento de Cataluña
confirman una mayoría absoluta de los independentistas en escaños, pese a
que los constitucionalistas obtuvieran más votos y Ciudadanos ganara
los comicios en votos y escaños.
La esperanza de que la corriente
antisecesionista provocara un río de cambio entre los catalanes ha
quedado sepultada por la suma de diputados de JpCat, ERC y la CUP, que
mantiene el agua estancada.
El secesionismo puede volver a formar gobierno, aunque
necesita otra vez hipotecarse a las exigencias de la CUP, que arrastró a
la Generalitat a la deriva separatista en los últimos meses, saltándose
la legalidad española.
Este partido antisitema ha perdido más de la
mitad de sus escaños, pero sigue siendo decisivo para investir a un
presidente separatista.
Los grandes triunfadores de la jornada electoral han sido,
sin duda, Inés Arrimadas, que con más de un millón de votos ha ganado
por primera vez a los nacionalistas; y Carles Puigdemont, que ha
superado a Oriol Junqueras y puede postularse a volver a presidir la
Generalitat, siempre y cuando vuelva a Barcelona.
Los comicios de ayer constatan además una realidad tozuda
que muchas veces tendemos a olvidar: cerca de dos millones de catalanes
votan por opciones separatistas; hace dos años, ahora mismo y en un
futuro próximo.
Quiere esto decir que, si se quiere buscar una vía de
solución al encaje de Cataluña en España, es imprescindible ofrecer un
proyecto de país lo suficientemente atractivo.
Algo que no ha existido
en los últimos años. Este es el momento, teniendo en cuenta, además, que
los secesionistas no están en condiciones de volver a intentar una DUI o
plantearse otras acciones ilegales como hicieron en los últimos meses.
Los que tienen que hacer una reflexión sobre los resultados
de ayer son el PSC (apenas ha ganado un escaño), Podemos (han perdido
tres diputados) y, en mayor medida, el PP que se ha pegado un enorme
batacazo, convirtiéndose en un partido irrelevante. Mariano Rajoy
debería preguntarse si el fracaso se debe solo al candidato, o también a
la falta de proyecto. Y no solo en Cataluña.
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