Una
exposición recoge algunas de las 2.000 obras producidas en el campo nazi
de exterminio, que llegó a tener un museo con dibujos encargados por
los guardianes.
Una sala de la exposición, con el cartel de la entrada del campo de Auschwitz, en el que se lee "El trabajo os hará libres"Daniel Ochoa de OlzaCon Auschwitz se acabó la poesía, escribió el filósofo alemán Theodor Adorno,
pero no el arte. Los presos de este campo de concentración y exterminio
nazi construido por Alemania en Polonia produjeron al menos 2.000 obras
de arte, en algunos casos dibujos a carboncillo con materiales robados a
sus guardianes que describían el horror de su vida cotidiana; en otros,
encargos de los SS, que llegaron a mantener un museo en las instalaciones donde fueron asesinadas 1,1 millones de personas, el llamado Lagermuseum. Una exposición en Cracovia, ciudad polaca situada a unos 70 kilómetros del campo nazi, Face to face. Art in Auschwitz, reúne por primera vez la pintura y los dibujos creados por los presos de la mayor fábrica de la muerte de la historia. La exposición, abierta hasta el 19 de noviembre y organizada con motivo del setenta aniversario de la conversión de Auschwitz en un museo, recoge también los originales de uno de los documentos más importantes del Holocausto, el llamado Cuaderno de bocetos de Auschwitz. Se trata de dibujos a lápiz en 22 pequeñas cuartillas que un preso
anónimo escondió y que fueron encontrados en 1947 por un antiguo
recluso, Jozef Odi, que ejercía como guardián del recién inaugurado
museo. El autor muestra la llegada de un transporte con deportados
judíos, la separación de familias y el encaminamiento de las víctimas
hacia las cámaras de gas. Era alguien que conocía todo el proceso del
asesinato en Auschwitz.
"Los objetos creados ilegalmente por los presos eran muy importantes",
explica la conservadora del Museo de Auschwitz, Agnieszka Sieradzka,
comisaria de la muestra, autora de un libro titulado precisamente Lagermuseum. "No tenían nada: solo su uniforme, unos zapatos de madera, un gorro,
una cuchara y un bol para la sopa, del que dependía su vida. El arte era
algo que les convertía en humanos. No hay que olvidar que son dibujos
realizados con materiales robados a los SS, con gran peligro". Cualquier
forma de arte o creación —se conservan también rosarios hechos con
migas de pan, pequeñas tallas de madera— era una forma de resistencia,
pero también de vida, de lucha contra el terror que pretendía anularles
como seres humanos. "Todo imagen estaba prohibida", insiste Sieradzka. "Al dibujar se jugaban la vida".
Pero las pinturas que se conservan del campo nazi no reflejan solo el
sufrimiento de los presos, sino también su explotación. Como escribe la
conservadora en el catálogo de la muestra, "el arte, como la música que
interpretaba la orquesta del campo, fue incorporada a la propaganda
nazi y explotada por los SS con diferentes objetivos. Estaba totalmente
subordinada a una política determinada, pero también a los deseos
individuales de los SS". Los presos fueron obligados a pintar murales propagandísticos para el
comedor de sus asesinos, reflejando la más pura estética nazi, pero
también cuadros de paisajes teutónicos o retratos que reflejaban la
misma ideología racista y fanática en la que se basaba un lugar como
Auschwitz. También se conserva un documento especialmente espeluznante,
seguramente dibujado por un Kapo —un preso que ayudaba a los SS, a
cambio de privilegios, que normalmente eran conocidos por su crueldad—. Se trata de un manual de comportamiento para los guardianes en forma de
dibujos. Muestra lo que hacen bien y lo que hacen mal: en un dibujo se
ve a los guardias despistados, fumando, mientras un preso escapa (mal) y
otro disparando contra todos los presos cuando alguien trata de escapar
(bien). Parece una broma de mal gusto, pero es uno de tantos ejemplos
de la "banalidad del mal": el manual circuló por la mayoría de los
campos de concentración del Estado nazi. La muestra recoge también retratos de los presos —"Las caras
cambiaban tan rápido que no las reconocías", escribió sobre ellos uno de
sus autores, Wlodzimierz Siwierski, preso 4629, resistente polaco que
pasó dos años en Auschwitz y sobrevivió a la guerra—, escenas de
torturas y palizas, de las marchas bajo el frío a trabajar como
esclavos, del barro que se multiplicaba por todas partes o de presos
clasificando zapatos en Canadá, el nombre que recibía el lugar del campo
donde llegaban todas las pertenencias de judíos enviados a las cámaras
de gas (unas 870.000 personas fueron asesinadas a las pocas horas de
llegar al campo de Auschwitz II, Birkenau). Sus autores son en algunos casos anónimos, pero en muchos otros están
identificados y algunos sobrevivieron al nazismo para convertirse en
artistas importantes, como Xawery Dunikowski (preso número 774) o Jan
Komski (preso número 564 y 152.884, porque fue detenido dos veces,
aunque sus captores nunca lo supieron). Komski emigró a Estados Unidos
después de la guerra y trabajó como ilustrador para The Washington Post. Algunos dibujos, como los bocetos, se encontraron después de la guerra,
otros fueron sacados ilegalmente por la resistencia del campo. Todos
ellos, los que sobrevivieron y los que no, los que conocemos y los
anónimos, fueron capaces de crear algo más que arte, vida, en medio de
la muerte.
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