Las
tendencias de belleza que llegan de Oriente quieren embadurnarnos la
piel pero las necesidades y gustos de las caucáusicas son diferentes a
las asiáticas.
Entre los expertos hay una máxima: no hay rutinas estándar, el cuidado de la piel termina siendo un proceso de ensayo y error
y el ritual debería ser razonable, basado en unos pocos pasos pero
esenciales. Antes de hacer hueco al quinto sérum, preguntemos a la piel
si realmente lo necesita. La piel habla y escucharla resulta obligatorio
antes de atiborrarla de activos. Las últimas tendencias nos tientan con
un ritual que hace furor en Oriente. Una retahíla de 10 pasos —doble
limpieza, tonificación, exfoliación, tratamiento con esencias,
tratamiento con ampollas o boosters (cóctel inyectado), mascarillas de
hoja, cuidado para el contorno de ojos, hidratación y protección solar—,
lo que supone un acicate para las marcas que multiplican la oferta y
generan una nueva necesidad. Consecuencia: nuevos y complejos productos
se añaden a nuestro neceser sin saber muy bien cómo se utilizan y si
realmente son eficaces. El objetivo de las costumbres coreanas es lograr un efecto
aclarante y la piel uniforme, sin imperfecciones. Sus productos dan
prioridad a la sensorialidad y, por estas razones, en su mayoría son
emulsiones evanescentes y ligeras debido a un elevado contenido en
siliconas que confieren a la piel un toque sedoso, pero sin aportar
beneficio. Mucho menos a la larga.
El cuidado facial antaño se estructuraba en tres pasos: limpieza, tonificación e hidratación.
Las generaciones en torno a los 40 años seguro recordarán ver a sus
madres masajeando una leche limpiadora, nívea y densa, que retiraban con
un algodón —¡nunca con agua!—, para después empapar otro algodón con
tónico (era el producto estrella del ritual), aplicarlo mediante unos
golpecitos para estimular la circulación y terminar con una crema
hidratante que sellaba el proceso. Sin embargo, el cambio generacional y
la evolución del mercado han traído procesos más complejos, cuando la realidad es que las pieles del presente no son de mejor calidad que las del pasado.
Pedro
Catalá, químico y farmacéutico y creador de la marca cosmética Twelve
Beauty, advierte: “Los rituales asiáticos, y en especial la cosmética
proveniente de Corea del Sur (K-Beauty), me parecen estupendos sobre el
papel, pero la realidad es que la piel blanca caucásica es
estructuralmente diferente a la piel asiática y, por tanto, tiene
diferentes necesidades.
Necesita otras texturas e ingredientes”.
Básicamente, el ritual coreano se basa en crear una barrera protectora
de la piel a base de aplicar distintas capas de productos (layering).
En
cambio, nuestras rutinas deberían ser mucho más simples, que no significa menos efectivas.
¿Qué hacemos mal?
Cada vez hay pieles más sensibles y con problemas como
dermatitis o rosácea, y el acné adulto cada vez se ve más. Sufrimos
pigmentación irregular, psoriasis o eritemas. Probablemente, la falta de información y el fácil acceso a productos
que deberían estar pautados tienen algo de culpa. Un ejemplo: como el
cuidado de la piel se ha convertido en una cuestión de modas, surgen
nuevos exfoliantes y nos lanzamos desaforadamente a exfoliar sin orden,
concierto ni claras consecuencias. Según Cyrille Telinge, creador y CEO de la firma Novexpert, una piel sana sigue tres reglas básicas: equilibrio, mantenimiento y respeto. Tratarla en función de las estaciones (texturas más livianas en verano y
más densas en invierno); no saturarla con muchos principios activos e
incluso dejarla respirar un par de noches a la semana sin aplicar nada;
nutrirla con sustancias esenciales que se pierden con el paso del
tiempo, como el ácido hialurónico y la vitamina C; y no limpiar la piel
con demasiada frecuencia y con fórmulas muy agresivas para no dañar la
flora cutánea y la barrera hidrolipídica. Los expertos son unánimes: limpieza, hidratación y protección solar. Y en casos puntuales, si la piel no está sana o sufre algún problema,
podemos añadir a la rutina un nuevo producto en formato suero o booster
(son más ligeros y concentrados en activos, penetran con más facilidad
en la piel y, por tanto, son perfectos para curas intensivas o tratar
determinados problemas). Inmaculada Canterla, farmacéutica experta en dermocosmética y directora
de Cosmeceutical Center, aconseja seguir un orden pautado y prescrito
por un experto, “y no superponer productos pensando que cuanto más, mejor.
No soy partidaria de las compras compulsivas y desordenadas como si
fueran prendas de vestir”. Para ella, un buen hábito de cuidado pasa por
una limpieza escrupulosa pero respetuosa mañana y noche (para que haya
una buena absorción de los activos aplicados después), hidratación y
protección solar los 365 días del año. Como extra se puede incorporar el
uso de vitaminas y antioxidantes en concentraciones adecuadas (en forma
de boosters o ampollas) que pueden añadirse a la hidratante. Y destaca
que el orden de aplicación es muy importante pues
influye en la absorción: debe ser decreciente, es decir, comenzar con
las texturas más ligeras y de menor peso molecular (penetran más) como
tónicos y sueros, para continuar con las más densas (se quedan en
superficie) como las cremas o escudos protectores.
Cómo llevar a cabo una buena limpieza facial
Es la etapa esencial para tener una piel sana. Sin embargo,
no siempre sabemos cómo hacerlo y qué productos son los más indicados. ¿Leche, bálsamo, aceite, agua micelar, toallitas…?
Hasta ahora, la leche limpiadora era el formato habitual que luego
había que retirar con un algodón o con agua, según los gustos. Pero hoy
esta categoría cosmética se ha multiplicado exponencialmente con
productos que alargan las fases de limpieza convirtiendo en un
galimatías una acción que debería ser la más sensorial del ritual. Cuando en Occidente casi nos vamos a la cama con lo puesto, desde Asia
se filtra la teoría de que la doble limpieza (primero retirar suciedad o
maquillaje con un limpiador en crema o aceite y luego aplicar otro con
base en agua o espumoso para rematar). Esta técnica, además de exótica,
¿es más efectiva? Canterla, de Cosmeceutical Center, aboga por la doble limpieza por una cuestión clara: es como barrer y luego fregar. “Es esencial para retirar impurezas, exceso de sebo,
polución y otros agentes contaminantes, restos de maquillaje, de
fotoprotectores. Por ello hay que hacerlo de forma escrupulosa, pero
respetuosa, de día y de noche para que después la piel absorba mejor los
activos”, opina. En el mismo sentido se pronuncia Pilar Alamillo,
farmacéutica y product manager de la firma 3Lab: “El sistema de limpieza
en dos pasos tiene su lógica, porque cada uno está destinado a retirar
un tipo de suciedad.” Los limpiadores deben ser afines a la fisiología de la piel y respetuosos con su pH
(los jabones tienen un pH muy alcalino, es decir, muy elevado, y por
ello resecan la piel; los limpiadores con pH muy ácido pueden hacer
vulnerable la capa córnea).
Este doble paso puede realizarse con
limpiadores diferentes (por ejemplo, en aceite arrastra mejor el
maquillaje, contaminación y protectores solares; y a continuación, un
limpiador con base en agua para terminar de retirar los residuos que
hayan quedado).
Pero que sean dos pasos no implica que deban utilizarse dos
productos distintos, precisa Alamillo: “La eficacia de un limpiador
dependerá de su composición, independientemente de los pasos que se
realicen. En 3Lab solo tenemos un producto, pero ha de utilizarse dos
veces seguidas para garantizar la completa retirada de cualquier tipo de
suciedad”.
El creador de Novexpert, Telinge, precisa: “Los limpiadores
en aceite pueden eliminar el maquillaje y limpiar la piel en solo un
paso. Contrariamente a lo que mucha gente puede pensar, los productos oleosos son purificantes ya que tienen una alta afinidad con la película hidrolipídica de la piel, el aceite quita el aceite. El agua micelar
—un tipo de limpiador acuoso a base de micelas, como imanes para la
suciedad, que actúa por succión y no es necesario retirar— es muy
conveniente y fácil de utilizar. Es perfecta para personas que no se maquillan y recomiendo aclarar con agua después, aunque no se suela aconsejar”. Pero si tiene que elegir uno, no hay duda de cuál es su formato favorito: las leches limpiadoras. “Bajo la condición de que se usen mediante un masaje con las manos y
aclaremos con agua. Muy suaves y eficientes a la vez”. Y el limpiador
con base en agua o espumoso lo indicaría una vez al día: “No se debe
utilizar en exceso porque puede crear un círculo vicioso. Son fórmulas
demasiado agresivas que pueden conducir a que la piel produzca un exceso
de sebo para compensar la sequedad que ocasiona, y así sucesivamente. En este tipo de productos, algunos ingredientes activos tienen una
rápida penetración y, por tanto, pueden absorberse antes de ser
aclarados. Por eso conviene invertir en un buen artículo ya que, aunque
se aclare a los pocos segundos, sí surte efecto en la piel”.
¿Y qué fue del producto estrella en el ritual de belleza del pasado? El tónico. Ese gran olvidado, denostado de la rutina esencial por modas o por no
entender bien su papel. Se considera dentro de la fase de limpieza
porque su función básicamente es sellar y completar la
misma. Para algunos expertos, como Canterla, no es imprescindible; para
otros, sí. El creador de Novexpert nos aclara que los tónicos tienen un
cometido principal: restablecer un pH neutro en el rostro (que no es
5,5, sino en torno al 4,7). Albina Estévez, directora de Formación de
Lancôme, se expresa en el mismo sentido: “El gesto que cierra el proceso
de limpieza es la tonificación. Y es un gesto esencial. Tiene la misión
fundamental de eliminar restos del limpiador utilizado. En el caso de
productos que se retiran con agua, neutraliza todos los agentes que se
usan para proteger su pH. Además, preparan la piel para la siguiente
etapa: el tratamiento. Por eso muchas lociones tónicas incluyen
ingredientes activos que complementan la fase posterior”. Las nuevas tendencias, sin embargo, han impuesto otras preparaciones que
nos llevan a confusión y no sabemos si considerarlas tónicos o aguas
tratantes, ni cómo usarlas. Aquí entran los mist (brumas), las aguas termales, aguas de protección celular...
El creador de Novexpert, aclara: “Tienen otra función distinta al
tónico: llevar a la piel algunos oligoelementos beneficiosos además de
calmarla. ¿Son realmente necesarios? Si no están enriquecidos con demasiados ingredientes activos, nos ayudan a entender que, una vez más, menos es más. Por ejemplo, un tónico o una bruma por la mañana podría ser suficiente
para limpiar (no necesariamente un limpiador)”. En general, para los
expertos son una buena alternativa como productos nómadas, que pueden
llevarse encima para refrescar, calmar la piel o fijar el maquillaje,
pero no sustituyen a un tónico.
¿Y la exfoliación?
¿Debemos considerarla un paso necesario tras la limpieza?
Aquí la opinión de los expertos es variopinta. Unos la consideran
necesaria para eliminar células muertas y favorecer el proceso natural
de renovación de la piel; otros, que acaba siendo agresivo con su
estructura y termina debilitándola. Es, quizás, una de las causas de que las pieles hoy están tan sensibilizadas
frente a los rayos ultravioleta. Al fin y al cabo, las células muertas
acumuladas en la superficie actúan como barrera protectora, y si
exfoliamos muy a menudo o utilizamos sustancias muy agresivas se
debilita el manto ácido de la piel, que se vuelve más susceptible a la
acción dañina de los rayos y puede llegar a sufrir hiperpigmentación o
irritaciones. Para Estévez, de Lancôme, la eficacia está ligada a la pertinencia. “El
principio general para todos los exfoliantes es mejorar los procesos de
descamación natural favoreciendo su renovación. Lo que los diferencia es
el nivel de invasión. Los mecánicos (scrubs con micropartículas) actúan a nivel superficial trabajando la fórmula sobre el rostro con ayuda de agua, y suele recomendarse una o dos veces por semana.
El mecanismo de la exfoliación enzimática (más suave, con enzimas
vegetales como la papaína, que penetran en la piel deshaciendo las
uniones existentes entre las células muertas haciendo que se desprendan
sin dañar las vivas) es más complejo y tiene consecuencias más
profundas. Y la química (administrar ácidos de forma controlada), sigue siendo el tratamiento elegido por los dermatólogos
para mejorar la calidad y microrelieve cutáneo (uniformidad del tono,
manchas, arrugas…). Lancôme ha desarrollado un producto novedoso en este
sentido: Visionnaire Crescendo, un peeling progresivo nocturno, suave,
cuyo objetivo es mejorar el tono, minimizar poros y disminuir arrugas. En todo caso, cualquiera de ellos, bien pautados, no tiene por qué
agredir ni alterar la capa de protección de la piel
Canterla, de Cosmeceutical Center, advierte: “Ojo con las
pieles con acné, rosácea o cuperosis; en cada caso hay que saber cuándo
exfoliar, con qué sustancia y a qué concentración, por eso debe ser un
producto pautado por un experto si no conocemos los ingredientes y sus
acciones”. Todos coinciden. Puede ser una buena alternativa de cuidado
facial siempre guiado por quien sabe.
La hidratación es el paso más importante
Lo dice Catalá, de Twelve Beauty. En general, basándose en
la composición de su estructura externa o manto hidrolipídico, para que
la piel esté sana se ha de aportar agua y aceite, y ambos lo da una
crema o emulsión. Para mantenerla hidratada es importante actuar en
varios frentes: lo fundamental es evitar o reducir al máximo un fenómeno
imperceptible llamado pérdida de agua transepidérmica y conservar la
estructura de la epidermis más compacta para que se escape la menor
cantidad de agua (ingredientes clave: aceites ricos en ácido linoleico,
ceramidas y fracciones insaponificables de aceites, sustancias que
aportan al aceite muchas de sus características principales y
propiedades antioxidantes y antiinflamatorias). También hay que actuar en la superficie de la piel con sustancias que fijan el agua,
como el ácido hialurónico (de alto peso molecular) que crea un film
transparente, permeable y viscoelástico que la mantiene jugosa. La
glicerina, atrae agua de la atmósfera, así que la preserva hidratada
indirectamente. Y el escualeno es una grasa de la piel cuya función es
tenerla hidratada para que conserve elasticidad y flexibilidad; su
producción disminuye con la edad, por lo que muchas cremas y lociones lo
incorporan. ¿Y realmente penetran los activos de un cosmético? ¿No saturamos la piel con tanto ingrediente? “La idea de que cuanto más penetra más eficaz es el producto cosmético,
es otra de las tantas maniobras de marketing o estrategias de venta”,
añade Catalá. El Parlamento Europeo define así el producto cosmético: “Toda sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las
partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y
capilar, uñas, labios, órganos genitales externos o con los dientes y
las mucosas bucales), con el fin exclusivo o principal de limpiarlos,
perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen
estado o corregir olores”. Dicho esto, es lógico que un cosmético no
penetre, sino que actúe en las capas superficiales de la piel para
embellecerla; si penetra pasa a la categoría de fármaco.
¿Qué necesita realmente la piel para estar bonita y sana?
Catalá lo tiene claro: “No hay que obsesionarse con saturar
la piel con un exceso de activos. Un abuso de hidratación puede hacer
que la piel macere (se ablande, pierda color y genere arrugas), al igual
que un exceso de antioxidantes crea el efecto contrario: prooxidante,
dando lugar a un envejecimiento cutáneo prematuro. Por ello aconsejo utilizar menos productos pero de mayor calidad”. Telinge, de Novexpert, añade en el mismo sentido: “La salud de la piel
debe mantener un equilibrio específico, es la primera regla para una
piel bonita. No aplicar unos productos encima de otros (excepto en el caso de las pieles muy secas), ya que no tiene ningún beneficio dermatológico. La segunda regla: mantener con sustancias básicas. Y cita dos: una, el ácido hialurónico; tiene un periodo de vida de tan
solo 24 horas y la piel lo produce de forma natural, pero lo pierde
inmediatamente, y con la edad desaparece lo que explica la formación de
arrugas. Para mantener ese efecto airbag, unas gotas de un concentrado
de este ácido cada noche como tratamiento cutáneo básico sería un buen
comienzo. Dos: hay otras sustancias fundamentales que, con los años y el
estilo de vida moderno se deterioran; aquí entra la vitamina C. La piel
la necesita en grandes cantidades (45 veces más que la vitamina E y
2.000 más que la A), pero la nutrición no proporciona suficiente
cantidad, y la contaminación, tabaco, píldoras anticonceptivas o el
alcohol, la destruyen. Por tanto, unas gotas de un concentrado cada
mañana es una estupenda alternativa”.
El protector solar ¿que lo incorpore la hidratante o que vaya por separado? Finalmente, entramos en un tema polémico
con diversidad de opiniones por parte de los expertos. ¿Se debe sellar
la rutina de cuidado facial con un protector solar? ¿Debe incluirlo la
hidratante? Un grupo opina que es el producto antiedad esencial, como
Marta Gamarra, directora de Formación de las marcas Rodial y Colbert MD.
“Hay dos pasos esenciales para el día: primero la limpieza y segundo la
protección solar. De nada sirve curar y ralentizar el proceso de
envejecimiento con activos antiedad si luego no aplicamos un buen factor
de protección que nos proteja y nos prevenga, no solo del daño solar,
sino de su efecto acumulativo en el tiempo. No obstante, soy partidaria
de aplicarlo separado de la hidratante por la simple razón de que se
degrada y hay que repetir su aplicación cada 2 o 3 horas”.
Sin embargo, Telinge, de Novexpert, advierte: “La Universidad de Zúrich ha demostrado que en el 85% de las mujeres se encontró filtro solar químico en la leche materna,
un dato preocupante porque, en teoría, las cremas con protección
deberían permanecer en la superficie sin penetrar”. Aunque ciertas
autoridades nos aseguran, entre ellas la Food and Drugs Administration
(FDA), que los solares no penetran, hay estudios que sí confirman esa
absorción llegando a provocar ciertos daños como alteraciones
hormonales. Hay que protegerse, pero con cabeza, ser cautelosos con el
tipo de filtro que usamos (mejor los físicos como el óxido de zinc, que
se quedan en superficie; no los químicos), y ser conscientes de que,
para que realmente sea efectivo, debe reaplicarse cada cierto tiempo. De
nada sirve la hidratante con filtro solar que nos damos por la mañana
si no se repite después la operación. Una buena fórmula para quienes se
maquillan es utilizar bases de maquillaje con SPF o bien con filtros
minerales en polvo en formato brocha, como Isdin Sun Brush, del que se
puede echar mano en cualquier momento del día.
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