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31 jul 2017
Las mujeres que mataron al ángel del hogar.................. Carmen Morán
Periférica ya suma en sus títulos toda una generación de escritoras europeas que llevaron el siglo XIX hasta las vanguardias.
La autora Franziska Von Reventlow.
Cuando el próximo curso la editorial Periférica publique Inexplicable,
escrita por Marie von Ebner-Eschenbach, pondrá una nueva firma femenina
en su colección, muchos títulos ya, algunos nunca traducidos al
español, que permiten un interesante recorrido por la literatura escrita
por mujeres a finales del XIX y principios del XX en Europa. Esa
modernización por la que transitaron las letras de un siglo a otro
constituyó todo un movimiento y eran tantas las características comunes
entre aquellas escritoras que casi puede hablarse de generación. Edith
Olivier, Elvira Mancuso, Mary Cholmondeley, Franzisca von Reventlow,
Paola Drigo, Julia Strachey, Catherine Pozzi...
El país del revulsivo fue Reino Unido y Virginia Woolf su
figura más sobresaliente, tanto que su sombra sigue siendo demasiado
larga. “Se ha sobredimensionado a Virginia Woolf y su gigantesca sombra
oscurece a todas las demás”, afirma Josune Muñoz, investigadora y
crítica literaria. En cualquier caso, “todas ellas buscaban un cuarto
propio, una narración personal y social para resquebrajar el ángel del
hogar”, es decir, el papel atribuido a las mujeres siglo tras siglo como
un ser bondadoso enjaulado en casa al cuidado de un marido y unos
hijos. “Puede decirse que al llegar la II Guerra Mundial ya lo habían
torpedeado. Además era mujeres que vendían mucho. A principios del XX, Vita Sackville-West vendía más que la que fue su pareja, Virginia Woolf,
y de ese periodo es también la mujer más vendida y traducida de la
historia, Agatha Christie”, señala Muñoz. El ángel del hogar tenía más
que el ala rota. Eran los años del sufragismo,
de cambiar las faldas por pantalones, de reivindicar un espacio
suficientemente amplio para dar cabida a las mujeres. Como tantas
revoluciones, las protagonistas salían de familias acomodadas, sabían
leer, escribir, compartían tertulias intelectuales con sus compañeros,
se codeaban con políticos de mucha altura. Incluso alguna de ellas, como
Edith Olivier, fue alcaldesa en su pueblo, Wilton (Inglaterra).
Edith Olivier.
Eran también tiempos de grandes avances industriales y científicos.
Según la Wikipedia, Bertha Benz, esposa del inventor del automóvil con
motor de combustión hizo en 1888 el primer viaje largo en un automóvil:
los 105 kilómetros que separaban Mannheim de Pforzheim, en Alemania. Adinerada también. Era una de sus similitudes. Lógico. Las
literatas también incluyeron estos avances en sus páginas: la aventura
de aprender a conducir, la velocidad y el riesgo, los viajes en barco,
moverse, llegar, ser intrépidas e independientes, incluso a través de
personajes fantasmas en los que se proyectaban, o en hijas que han de
transitar por donde ellas no pudieron. Era la época de las aguerridas aviadoras que demostraron su valía en vuelos comerciales y de guerra. Todo ese dinamismo está en las obras de estas mujeres.
La autora Franziska Von Reventlow.
Cuando el próximo curso la editorial Periférica publique Inexplicable,
escrita por Marie von Ebner-Eschenbach, pondrá una nueva firma femenina
en su colección, muchos títulos ya, algunos nunca traducidos al
español, que permiten un interesante recorrido por la literatura escrita
por mujeres a finales del XIX y principios del XX en Europa. Esa
modernización por la que transitaron las letras de un siglo a otro
constituyó todo un movimiento y eran tantas las características comunes
entre aquellas escritoras que casi puede hablarse de generación. Edith
Olivier, Elvira Mancuso, Mary Cholmondeley, Franzisca von Reventlow,
Paola Drigo, Julia Strachey, Catherine Pozzi...
El
país del revulsivo fue Reino Unido y Virginia Woolf su figura más
sobresaliente, tanto que su sombra sigue siendo demasiado larga. “Se ha
sobredimensionado a Virginia Woolf y su gigantesca sombra oscurece a
todas las demás”, afirma Josune Muñoz, investigadora y crítica
literaria. En cualquier caso, “todas ellas buscaban un cuarto propio,
una narración personal y social para resquebrajar el ángel del hogar”,
es decir, el papel atribuido a las mujeres siglo tras siglo como un ser
bondadoso enjaulado en casa al cuidado de un marido y unos hijos. “Puede
decirse que al llegar la II Guerra Mundial ya lo habían torpedeado.
Además era mujeres que vendían mucho. A principios del XX, Vita Sackville-West vendía más que la que fue su pareja, Virginia Woolf,
y de ese periodo es también la mujer más vendida y traducida de la
historia, Agatha Christie”, señala Muñoz. El ángel del hogar tenía más
que el ala rota. Eran los años del sufragismo,
de cambiar las faldas por pantalones, de reivindicar un espacio
suficientemente amplio para dar cabida a las mujeres. Como tantas
revoluciones, las protagonistas salían de familias acomodadas, sabían
leer, escribir, compartían tertulias intelectuales con sus compañeros,
se codeaban con políticos de mucha altura. Incluso alguna de ellas, como
Edith Olivier, fue alcaldesa en su pueblo, Wilton (Inglaterra).
Edith Olivier.
Eran también tiempos de grandes avances industriales y científicos.
Según la Wikipedia, Bertha Benz, esposa del inventor del automóvil con
motor de combustión hizo en 1888 el primer viaje largo en un automóvil:
los 105 kilómetros que separaban Mannheim de Pforzheim, en Alemania.
Adinerada también. Era una de sus similitudes. Lógico. Las
literatas también incluyeron estos avances en sus páginas: la aventura
de aprender a conducir, la velocidad y el riesgo, los viajes en barco,
moverse, llegar, ser intrépidas e independientes, incluso a través de
personajes fantasmas en los que se proyectaban, o en hijas que han de
transitar por donde ellas no pudieron. Era la época de las aguerridas aviadoras que demostraron su valía en vuelos comerciales y de guerra. Todo ese dinamismo está en las obras de estas mujeres.
La escritora Elizabeth Smart.
“El segundo factor de modernización en su literatura tiene que ver con el discurso psicoanalítico”, sigue Josune Muñoz. Las famosas teorías de Sigmund Freud y sus seguidores vivían entonces su gran momento. Francisca von Reventlow, en su libro El complejo de dinero,
sitúa a la protagonista encerrada en un sanatorio junto a otros
personajes de buena clase, todos ellos disfrutando del psicoanálisis en
régimen de balneario. El psicoanálisis impregna, además, la forma de
hacer literatura, dejando hablar al personaje casi de forma dadá, sin
control, lo que se llamó el flujo de conciencia.
Y la tercera pata se la adjudica Muñoz al cine. Las obras
salen del estatismo descriptivo propio de los cuadros y adquieren formas
e inmediatez cinematográficas, fotográficas. En este sentido cita a
Nancy Mitford, autora de A la caza del amor (Libros del asteroide)
o Nancy Cunard, escritora poeta periodista. El periodismo era una
actividad que las colocaba en un espacio público y , además de sus
obras, las permitía vivir de sus textos. “Todas ellas hacían novelas de
corte social, moral, novelas góticas, de misterio, policiaca, de humor”,
asegura Muñoz, que ha analizado cientos de textos y fundadora de la empresa de servicios culturales Skolastica. Periférica publicará otra novela más de Franziska von
Reventlow y toda la obra narrativa de Charlotte Mew, cuya obra se
encuentra a caballo entre la literatura victoriana y el modernismo
anglosajón. “Mew consiguió el mecenazgo de varias figuras literarias de
su época, por ejemplo el gran Thomas Hardy, o la mismísima Virginia
Woolf, quien dijo que era ‘muy buena y diferente del resto’, explica
Julián Rodríguez, director de la editorial. Este afán por rescatar a
mujeres que han sido enterradas por el tiempo, el machismo, el
desinterés ¿responde a una moda?. “Ahora parece que hay escritoras por
todas partes, pero no se trata de una inflación sino de que siempre estuvieron infrarrepresentadas”, dice Rodríguez. El modernismo anglosajón, esa ruptura con la época
victoriana, tuvo en las escritoras unas avanzadas. “Como ellos o más.
Estuvieron en vanguardia impulsando técnicas experimentales. Hay que
citar a Katherine Mansfiel, que tuvo una vida tremenda y murió joven,
pero hizo incisivos experimentos que interesaron mucho a Virginia
Woolf”, recuerda Teresa Gómez, de la Universidad de Alicante. Y también
menciona a Gertrude Stein, amiga de Picasso, “que trató de llevar a la literatura lo que el artista hacía con la pintura”, explica. Toda una generación de mujeres,
algunas olvidadas o nunca traducidas al español, como las de la
colección de Periférica que permiten resituar el foco para repartir el
protagonismo de una época de ruptura. Las que mataron el ángel del hogar
para saltar al ámbito de discusión y vanguardia creativa.
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