La vertiginosa carrera de la actriz con Truffaut y Polanski se truncó al morir en un accidente.
“Personalidad fuerte, a veces autoritaria, que contrastaba con un
físico frágil y romántico como un alga marina o lebrel”.
El director François Truffaut tributaba un homenaje a la actriz Françoise Dorléac (1942-1967) en la revista Cahiers du Cinema con motivo de su trágica desaparición.
Director e intérprete habían coincido por primera vez -y última- en la película La piel suave, una obra mal acogida en su presentación en el Festival de Cannes de 1964 donde triunfa Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy) lanzando al estrellato internacional a su hermana, Catherine Deneuve.
Truffaut intuye la fuerza y el magnetismo de la joven actriz para la pantalla bajo ese rostro delicado y de cierto misterio.
Truffaut intuye la fuerza y el magnetismo de la joven actriz para la pantalla bajo ese rostro delicado y de cierto misterio.
Una intérprete en opinión del realizador “insuficientemente valorada, que habría encontrado a los treinta años el verdadero contacto con el gran público, que la habría adorado como la adoraron todas las personas que tuvieron oportunidad de trabajar con ella”.
La promesa del director de reunirse cada seis años en las próximas décadas queda truncada. A cambio, Truffaut encontrará en su hermana, Catherine Deneuve, la heroína de dos de sus producciones más recordadas, La sirena del Misisipi y El último metro.
La
mañana del 26 de junio de 1967, camino del aeropuerto de Niza, la
actriz sufre un accidente incendiándose el coche que conduce.
El director François Truffaut tributaba un homenaje a la actriz Françoise Dorléac (1942-1967) en la revista Cahiers du Cinema con motivo de su trágica desaparición.
Director e intérprete habían coincido por primera vez -y última- en la película La piel suave, una obra mal acogida en su presentación en el Festival de Cannes de 1964 donde triunfa Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy) lanzando al estrellato internacional a su hermana, Catherine Deneuve.
Truffaut intuye la fuerza y el magnetismo de la joven actriz para la pantalla bajo ese rostro delicado y de cierto misterio.
Truffaut intuye la fuerza y el magnetismo de la joven actriz para la pantalla bajo ese rostro delicado y de cierto misterio.
Una intérprete en opinión del realizador “insuficientemente valorada, que habría encontrado a los treinta años el verdadero contacto con el gran público, que la habría adorado como la adoraron todas las personas que tuvieron oportunidad de trabajar con ella”.
La promesa del director de reunirse cada seis años en las próximas décadas queda truncada. A cambio, Truffaut encontrará en su hermana, Catherine Deneuve, la heroína de dos de sus producciones más recordadas, La sirena del Misisipi y El último metro.
Su
desaparición, acababa de cumplir veinticinco años, conmociona una
Francia que baila y canta con las canciones de Las señoritas de Rochefort,
el musical que acaba de estrenar junto con su hermana a las órdenes de
Jacques Demy.
Como recordará la propia Catherine Deneuve en el
documental Elle s’appelait Françoise (Anne Andreu & Mathias
Ledoux, 1996) rompiendo un silencio de tres décadas desde la muerte de
su hermana,
“la película nos permitió volvernos a reencontrarnos como si
estuviéramos viviendo una segunda infancia”.
” Nuestras carreras
profesionales habían comenzado muy pronto y casi no habíamos tenido
tiempo de disfrutar de esa etapa de la vida que es la adolescencia, así
que el rodaje nos proporcionó muchos momentos de felicidad, como si
fuéramos dos adolescentes en total libertad”.
Hijas de los actores de teatro Maurice Dorléac y Renée Simonit, las dos
hermanas, Françoise Dorleac y Catherine Deneuve, crecen en un ambiente
familiar señalado por las noches de estreno y los primeros trabajos
profesionales junto con su padre, director de doblaje de la Paramount en
Francia.
La primera gran oportunidad para Françoise Dorleac se presenta
con la obra teatral Gigi, adaptación de la célebre novela de
la escritora Colette que ha triunfado en Broadway interpretada por
Audrey Hepburn y en la pantalla, en versión musical, con la actriz
Leslie Caron.
Como su hermana Catherine, no tarda en ser reclamada por
la pantalla, a las órdenes de una generación de directores, Jean-Gabriel
Albicocco, Michel Deville, Eduard Molinaro, a medio camino entre la
vieja generación de cineastas y la nueva representada por la Nouvelle Vague.
Una comedia de aventuras junto a un inolvidable y elástico Jean-Paul Belmondo, El hombre de Río
(Philippe de Broca, 1964) le ofrece su primer gran éxito popular y
proyección internacional. La actriz encadena una serie de producciones,
del péplum (Gengis Khan, Henry Levin, 1965) a la intriga de espías y agentes secretos (¿Donde están los espías?,
Val Guest, 1965) junto a estrellas como Omar Sharif, Stephen Boyd y
David Niven. Desde el nuevo cine de autor, el director Roman Polanski,
después de haber probado sin suerte con las actrices Alexandra Stewart y
una jovencísima Charlotte Rampling, la embarca en el rodaje de Cul-de-sac
en un reparto extravagante junto a los actores Donald Pleasence y
Lionel Stander y en medio de una producción salpicada de toda clase de
incidentes como recordará en sus memorias Polanski.
Como había sucedido
con Repulsión y la presencia de Catherine Deneuve, la
participación de Françoise Dorléac acaba convirtiéndose en el principal
reclamo de la película que recorre con éxito diferentes festivales
internacionales. Su breve carrera se cierra con dos títulos más, Un cerebro de un billón de dólares, con
el debut de Ken Russell como director y Michael Caine en la tercera
entrega del mesurado inspector Harry Palmer, y el musical Las señoritas de Rochefort
de Jacques Demy.
El realizador reúne a las dos hermanas, Catherine
Deneuve y Françoise en una fantasía de música y baile rodada en la
ciudad normanda de Cherburgo donde vuelca su homenaje al musical
americano -las figuras de Gene Kelly y George Chakiris- y su propia
creación, en una nueva vuelta de tuerca, el musical europeo, ahora con
la presencia de Catherine Deneuve y Françoise Dorléac como mellizas y
bailarinas.
La banda sonora y las canciones de Michel Legrand rubrican
con lirismo y aires jazzísticos el cuento de hadas bañado de colorido
pop.
Tres días después de la muerte de Françoise Dorléac, el 29 de junio, desaparecía en otro accidente automovilístico la ex sex symbol Jayne Mansfield.
El coche, un Buick Electra 225, donde viajaban la
actriz, su compañero, Sam Brody, el chófer, sus tres hijos, Zoltan,
Miklos y Maria, y una troupe de perros chihuahua, se empotra
violentamente contra un camión en la carretera nacional 90 dirección
Nueva Orleans.
Según la mitología popular la cabeza –y peluca oxigenada–
de la actriz habrían saltado por los aires en la noche estrellada del
sureño y profundo Misisipi.
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