Este introito viene a cuento del último escandalazo sexista del patio patrio.
Es matemático
. En cuanto me siento con mis íntimas a una mesa, se hace alrededor un silencio de misa por parte de la parroquia, que no da crédito a lo que oyen sus tímpanos.
No hace falta nocturnidad ni ambrosía, aunque las altas horas y la ingesta alcohólica ayudan a soltarnos no solo las lenguas, no vamos a ir de estrechas de la vida a estas alturas.
Algunas de nuestras cumbres más obscenas, no obstante, han transcurrido en desayunos después de dejar a los niños chicos en el cole y a los grandes en la oficina.
Es cuando por hache, por be, o porque las cabras tiramos al monte,nos ponemos a hablar de lo único con pelos, señales y fluidos, y lo más fino que sale de nuestras bocas es, un poner, cómo, cuánto y por dónde nos calzaríamos a ese tipo, ¿cómo se llama?, un alemán con pinta de empotrador de Dusseldorf que ha estado aquí vendiéndonos su peli.
Pues eso, que a bastas y a explícitas y a hembras alfa, en privado, no nos gana nadie.
Así que a otras con rasgados de camisas por llamar al pan, pan, y al pene, pene.
Este introito viene a cuento del último escandalazo sexista del patio patrio.
Un académico ha publicado una presunta crónica de una presunta cena con sus presuntos amigotes en la que idearon presuntamente una presunta gamberrada machista con una presunta actriz pelirroja, todo escrito con gran despliegue de tetas, tacos y testosterona.
El incunable, aparte de a choto, huele a provocación que trasciende, pero ha cumplido su propósito de agitar las redes y el príncipe de las letras lleva días partiéndose el miembro a costa de los imbéciles que no sabemos leer entre líneas.
Lo malo de tanto partírselo es que igual un día se lo fractura del todo y creo que eso duele un huevo.
Es lo que pasa cuando se le ve el truco al mago y se insiste en ir de niño terrible a según qué edades provectas: que ya no haces gracia. Y, ya puesta, arreglo mi olvido: Fassbender se llama el que nos pone verracas.
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