Ciudadanos corrientes, víctimas del terrorismo, intelectuales y políticos plantaron cara a ETA durante los años de plomo.
San Sebastián
No eran muchos, pero tampoco una nimiedad.
Entre ellos se cuenta Roberto Lertxundi, secretario general en 1979 del Partido Comunista de Euskadi (PCE), que participó, ese año, en la primera manifestación contra el terrorismo en democracia, celebrada en Portugalete.
O los dueños de la librería Lagun, que se negaron a cerrar en una huelga organizada por el entorno etarra.
Son, en palabras del historiador Raúl Ruiz Romo, los justos, los que sin ser víctimas, rechazan permanecer al margen.
A excepción del PCE por convocar la primera manifestación contra ETA, y del Pacto de Ajuria Enea, por su vertiente movilizadora, no aparecen políticos, aunque fueron bastantes los que tuvieron un comportamiento digno.
28 de junio de 1978. Primera manifestación ciudadana contra ETA en democracia
Un exlíder comunista: “A la primera manifestación fuimos solo unas decenas”
Roberto Lertxundi, su secretario general entonces, lo explica: “Algunos militantes del PCE procedíamos de ETA y creímos que desaparecería con la democracia. Nos equivocamos.
Y comprobamos que el terrorismo no era malo sólo por asesinar inocentes: también perjudicaba a Euskadi y a la izquierda al primar la supervivencia y subordinar los problemas sociales y políticos.
En aquella primera manifestación nos juntamos sólo unas decenas. Había miedo y mucha gente cerraba las ventanas a nuestro paso. Los militantes del PCE, el partido que más luchó contra la dictadura, teníamos la sensación de que ETA nos robaba la democracia.
Salimos a la calle para reivindicar nuestra dignidad”.
29 de abril de 1980. Primer rechazo público de un empresario a la extorsión
Cristina Cuesta, hija de un asesinado: “La desatención era tremenda”
En una carta pública lo argumentó: “Me rebelo ante la idea de tener que pagar para salvar la vida, de ceder al miedo absoluto de morir”.
Alkorta desafió a ETA pocos días antes de que Euskadi inaugurara Parlamento y Gobierno autónomos, y les emplazó:
“ETA es el problema más grave que tiene el pueblo vasco, al que se le distrae con asuntos de segundo orden.
Confío en que las nuevas instituciones lo aborden”.
También retó a ETA: “Seguiré viviendo como siempre. Me veréis en mis empresas; en Atocha aplaudiendo a la Real”.
El domingo siguiente se fotografiaba a la salida del estadio, acompañado del secretario general del PSE, Txiki Benegas.
Le ayudaron a sobrevivir, además de las medidas de seguridad, su coraje y su conocimiento de la política y la sociedad vascas.
Fue amigo de Felipe González, en cuyo domicilio estuvo alojado. Falleció con 83 años.
27 de mayo de 1980. Primer manifiesto de intelectuales
Gesto por la Paz montó la campaña del lazo azul: “A veces llevarlo era heroico”
Lo firmaron 33 intelectuales.
Denunciaron el terrorismo y totalitarismo de ETA.
Lo coordinó el director de la revista nacionalista Muga, Eugenio Ibarzábal, que sumó a Eduardo Chillida, entre otros. Ibarzábal lo cuenta:
“No fue difícil recoger las 33 firmas.
Podían haber sido muchas más.
Era como si de repente nos percatáramos de que ETA, a la que se creía fruto momentáneo del franquismo, lejos de desaparecer, pretendía adueñarse de la situación.
Sorprendía no sólo su actuación sino su soberbia al exigir que la solución pasaba por aceptar sus condiciones”.
Ibarzábal recuerda que la fragilidad política del momento condicionó el manifiesto: “Había que hacer algo porque lo anterior no tenía autoridad y lo nuevo (democracia y autonomía) no acababa de instalarse.
Todo pendía de un hilo. Era el momento de alzar la voz contra ETA”. Él se muestra contrariado por actitudes como la del escritor Mario Vargas Llosa, quien, refiriéndose al terrorismo, habla del “condenado nacionalismo, problema de fondo”.
“Si el origen del terrorismo era el nacionalismo, ¿por qué tantos nacionalistas, como Mitxelena y los promotores de la carta de los 33, condenábamos a ETA?”, replica.
Julio de 1983. Primer ataque del entorno de ETA a la Librería Lagun, símbolo de la resistencia cultural al totalitarismo
Elkarri recibió críticas por su perfil ‘abertzale’ y ataques de Batasuna
Atacada por los ultras en el franquismo, en julio de 1983 sufrió la primera agresión de ETA tras negarse a secundar un cierre promovido por el entorno etarra después de que un terrorista muriera activando una bomba.
El Gobierno civil no envió policías por temor a entrar en la Parte Vieja.
Sólo tres comercios de la zona no secundaron el cierre, los mismos que habían cerrado durante el franquismo para protestar contra las condenas a muerte del juicio de Burgos
(lo que a Castells le costó un mes de cárcel por no pagar la multa gubernativa).
En los noventa, los ataques fueron sistemáticos.
En noviembre de 1996 la librería fue arrasada.
“Empezó a llegar mucha gente.
En las Navidades siguió el flujo. Nos compraban los libros destrozados.
Seguimos por el apoyo ciudadano”, dice Latierro.
El grave ataque de enero de 1997 tuvo repercusión internacional y la Ertzaintza se instaló permanentemente.
Pero en 2000, tras atentar ETA contra José Ramón Recalde —esposo de Teresa Castells— y amenazar a Latierro —sus amigos José Luis López Lacalle y Juan Mari Jáuregui fueron asesinados—, Lagun se trasladó a otro punto de la ciudad por seguridad.
Latierro explica su actitud: “Nunca cedimos al chantaje de ETA. Quisimos ser coherentes con nuestra resistencia al totalitarismo y divulgación de la cultura democrática.
Hemos comprobado que los antifranquistas activos han sido quienes, en democracia, más se han enfrentado a ETA”.
Gentes procedentes de movimientos sociales, cristianos de base o sindicalistas, sin color político, decidieron responder a la “anormalidad” del terrorismo, recuerda Imanol Zubero, uno de los promotores de Gesto por la Paz.
“No éramos víctimas del terrorismo.
Queríamos denunciar la anormalidad de ETA con una fórmula sencilla: quince minutos de silencio por atentado”.
Su primera salida fue a la Plaza Circular de Bilbao el 25 de noviembre de 1985, tras cuatro asesinatos de ETA en 24 horas.
Su eco social creció con su campaña del lazo azul, mediados los noventa.
“ETA hizo tres secuestros muy largos en dos años —Julio Iglesias Zamora, José María Aldaya y Ortega Lara— y quisimos responder permanentemente.
El lazo rojo contra el sida nos dio la idea.
Era una fórmula sencilla. No requería ser un héroe, aunque en algunos lugares llevarlo fue heroico.
Comprobamos su repercusión porque Batasuna respondió con contramanifestaciones.
Les disputamos la calle”, dice Zubero.
En 1997 pasaron a segundo plano.
“Las instituciones ocuparon nuestro espacio con sus convocatorias a cada atentado.
Gesto fue una expresión de la dignidad de los vascos”.
13 de abril de 1986. La rebelión de una víctima
El 13 de abril de 1986, en unas jornadas sobre prensa y terrorismo en San Sebastián, una joven de 24 años tomó la palabra como víctima —su padre había sido asesinado tres años antes— y reclamó un espacio.Era insólito. Se llamaba Cristina Cuesta.
En la mesa estaba el entonces director de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián.
Pidió que la entrevistaran y pocos días después Mercedes Milá la llevó al programa que presentaba en TVE.
Cuesta anunció su sueño de crear una asociación por la paz. Recibió 3.000 cartas y seleccionó a 22 gipuzkoanos para constituir el grupo inicial.
El 22 de mayo salieron a la Plaza de Gipuzkoa donostiarra 60 personas para protestar por el asesinato de un policía.
Cuesta lo explica: “Reaccioné por rebeldía. Me sentía víctima de una profunda injusticia.
Quería que las víctimas hablaran. Tuve de profesores a Alfredo Tamayo y Fernando Savater, que se resistían a las huelgas de los etarras y les plantaban cara”.
Confluyó con Gesto por la Paz y en 1989 constituyó una Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo.
“La desatención era tremenda”. Hoy sigue trabajando por las víctimas como gerente de la Fundación Miguel Ángel Blanco y su empeño es impedir que ETA imponga su relato
. “Quieren huir de su responsabilidad en el daño causado”.
Al romper ETA la tregua de 1998-99 surgió la plataforma Basta Ya, crítica con el nacionalismo —gobernaba en Euskadi el soberanista Juan José Ibarretxe—, y organizó manifestaciones masivas contra una ETA desesperada, que asesinaba indiscriminadamente.
Dos de sus integrantes, Joseba Pagazaurtundua y José Luis López de Lacalle, fueron asesinados por la banda.
El escritor y filósofo Fernando Savater, que había militado en Gesto y en el Foro de Ermua, cuenta por qué fundó Basta Ya: “Daba a la movilización sentido político.
No esperábamos a que hubiera víctimas para manifestarnos.
No éramos muñecos de pim pam pum. Combatimos a ETA. Defendimos la Constitución y rechazamos el nacionalismo obligatorio”.
Savater explica así su compromiso: “Yo me dedicaba a hablar de ética y no podía permanecer pasivo.
También venía entrenado de la lucha antifranquista. Además, el terrorismo me tocó muy cerca.
Cristina [Cuesta] era alumna mía, y Juan de Dios Doval, parlamentario asesinado por ETA, amigo de mi familia.
Después asesinaron a Joseba Pagazaurtundua, que era como de la familia, y lo intentaron con Recalde y otros amigos”.
Él cree que la movilización social, especialmente tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, sirvió para concitar el Pacto Antiterrorista y la ilegalización de Batasuna, que aceleró el fin de ETA.
Su móvil personal fue este: “Sentirnos realizados como personas y no avergonzados por la pasividad.
Además, aquel activismo nos hizo revivir la juventud, defender los ideales por los que luchamos contra la dictadura, precisando la democracia que queríamos”.
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