Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 abr 2017

"Te irá muy bien casarte con Isabelita, es encantadora, parece dócil y tiene mucha clase"



 

Marta Chávarri, Alberto Cortina y Alicia Koplowitz
24 de diciembre de 1988. Alicia Koplowitz se levanta temprano en su lujoso piso del Paseo de la Habana.
 En realidad, no ha dormido en absoluto porque su marido, Alberto Cortina, ha pasado la noche en el Hotel Villa Magna. Aunque no ha trascendido a los medios, Alberto la ha abandonado porque ha perdido la cabeza por Marta Chávarri.
 Su hijo pequeño, Pelayo, la llama desde el salón: "Mamá, tenemos que acercar los camellos al portal de Belén". El fuego arde en la chimenea, el inmenso árbol de Navidad centellea y todo huele a algo muy rico haciéndose en el horno.
 Alicia piensa que aún no está todo perdido, que Alberto volverá a su lado, que no puede romper de una forma tan frívola un matrimonio de veinte años. 
Empieza a llegar la familia... Ding dong, al final aparece su marido, tiene las mejillas frías del aire de la calle, no se quita el abrigo, está incómodo, Pelayo grita: "¡Los regalos!".
 Hay unos pendientes de Alberto para Alicia comprados por su secretaria.
 Mientras todos brindan con champán Pommery, Alberto se escabulle y desaparece. Sólo Alicia oye el sonido de la puerta al cerrarse, suena como una detonación. ¡Todo se ha acabado! Esta Navidad no la va a olvidar nunca.

2 de enero de 2000. La Mareta, Lanzarote. Larga sobremesa de la familia real española al completo, abuela, hijos y nietos.
 Y un invitado especial, Felipe González. Enciende su Cohiba mientas Don Juan Carlos pregunta: “Mami, ¿me permites?”.
 Doña María sonríe beatíficamente. La idea de pasar el Fin de Año en Canarias ha sido de ella
. Antes de irse para siempre quiere limar asperezas entre sus tres hijos, que Juanito, Pilar y Guitte vuelvan a ser los hermanos inseparables de Estoril, quiere enderezar el matrimonio de Juanito y Sofía, tan tocado por Bárbaras y Martas, quiere que Felipe deje a Eva Sanumm, quiere que se integren las dos nuevas incorporaciones a la familia: Jaime e Iñaki. Quiere, quiere…
 Pero en este atardecer caluroso, con el cielo tan azul, ya nada le parece muy urgente. Amodorrada, le hace una seña a su dama de compañía, la marquesa de Tablantes, para que empuje su silla hasta su habitación.
 Sus últimas palabras fueron: “Adiós, Menchu, gracias por todo”. Se quedó sola. María la Brava murió mientras dormía, se abrieron las ventanas y el viento y el siglo XXI entraron de golpe en su cuarto.
 
Una semana antes de Navidad, 1971. Gracias a la prueba de la rana, Isabel Preysler había comprobado que sus fugaces encuentros íntimos con Julio Iglesias la habían dejado embarazada. 
Primero llamó a Manila y su padre cogió tal cabreo que le colgó el teléfono. 
Pero aún faltaba lo más duro: decírselo a los padres de su novio, a los que ni siquiera conocía.
 Julio utilizó la fórmula habitual para comunicar a la familia que esperaban descendencia: “Tenemos que casarnos”.
 Chelo, madre de Julio, miró a Isabel con hostilidad y le espetó: “Veo que las orientales estáis más espabiladas que las españolas”.
 Y sin transición, le soltó: “Nosotros vamos por Nochebuena a la misa del Gallo, supongo que vendrás”. Isabelita se atragantó con el chocolate caliente que estaba tomando y balbuceó: “Sí, claro”. Chelo llamó a la criada y le ordenó: “Para Nochebuena pon un cubierto más. ¿Las filipinas coméis de todo?”. Isabel se aguantó las lágrimas y le dio un beso a su suegra con los labios helados, mientras el doctor le susurraba a su hijo: 
“Te irá muy bien casarte con Isabelita, es encantadora, parece dócil y tiene mucha clase”. Pero en una de estas tres cosas, ay, el buen médico no acertó.

No hay comentarios: