Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
16 abr 2017
El gran silencio de Joseph Ratzinger......................... Daniel Verdú .
La
disminución de la fuerza física de Benedicto XVI, que cumple hoy 90
años, subraya la conveniencia de su histórica renuncia hace ahora 4 años.
La mente permanece lúcida, pero las fuerzas, relatan quienes le ven
habitualmente, apenas alcanzan para dar unos pasos acompañado de un
andador. Cuando no era así, hace ahora algo más de 4 años, Joseph Ratzinger, el primer papa emérito, dio el paso al lado más importante que se recuerda en el Vaticano. Desde entonces, vive en el convento de monjas Mater Ecclesiae,
a escasos centenares de metros del papa Francisco. Ambos visten
prácticamente igual, pero Benedicto XVI lo hace retirado de la vida
pública, en silencio y oculto, tal y como prometió. Hoy cumple 90 años.
Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, 1927) es un anciano con dificultades
físicas —incluidas de oído y visión—, que afronta la última etapa de su
vida con una discreción absoluta.
Se entretiene a diario leyendo dos
periódicos alemanes, pero también L'Osservatore Romano (el periódico del Vaticano), L'Avvenire
y una reseña de prensa que le prepara la Secretaría de Estado.
Cada
noche, mira un telediario y, cuando las manos no le fallan, todavía se
sienta al piano para tocar algunas piezas. Hoy, día de su cumpleaños, le
visitará su hermano Georg (93 años) y mañana, para no interferir en los
ritos del Domingo de Resurrección, realizará una pequeña celebración al
estilo bávaro, según ha contado a La Repubblica su secretario personal y mano derecha, Georg Gänswein,
en la que también estará el primer ministro de Baviera, Horst Lorenz
Seehofer. Todo está diseñado estos días para colmar su discreta
felicidad.
Los útlimos días de Benedicto XVI en las silla de Pedro, sin embargo,
fueron mucho más complicados.
Acosado por los escándalos de pederastia y
la incesante cascada de indiscreciones que emanaban del caso Vatileaks
—propiciadas por la dolorosa traición de Paolo Gabriele, su secretario
personal—, abrieron la tertulia global sobre los motivos de su renuncia.
“Las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parecía
dormido, ..”, dijo él mismo en su despedida acudiendo al Evangelio.
Agotado físicamente desde hacía meses, Ratzinger, el gran teólogo que en
ocasiones pudo dar la impresión de estar más ocupado de las cuestiones
del cielo que de las de la tierra, tomó de forma silenciosa la decisión
más mundana que podía imaginarse.
“Lo de las presiones no tiene ningún fundamento. Cualquier persona de
buen sentido se da cuenta de que si él sentía esa fatiga hace 4 años,
ahora solo puede ser mayor.
Tomó libremente la decisión, delante de
Dios, pero con consideraciones muy evidentes y razonables.
Se sentía
cansado para hacer viajes, celebraciones, audiencias. Y eso se ha ido
confirmando con el paso del tiempo.
Fue una decisión del todo razonable,
y el tiempo no hace más que confirmarlo”, insiste Lombardi, buen
conocedor del periodo de transición entre ambos papas.
Justamente, entre las visitas que recibe a menudo Ratzinger —incluido
esta última semana para felicitarle el cumpleaños y la Pascua— ha sido
relativamente habitual la del papa Francisco, con quien ha mantenido una
fluida relación estos últimos 4 años, pese a la insólita situación que
se creó aquella noche del 28 de febrero, cuando se hizo efectiva la
renuncia. Nunca antes dos papas habían convivido a tan pocos metros.
Jorge Mario Bergoglio le pide a menudo que rece por él e, incluso, le ha
mostrado importantes documentos como la controvertida y avanzada exhortación apostólica Amoris Laetitia.
Ratzinger, mucho más inclinado a la ortodoxia que su sucesor, nunca ha
opinado públicamente sobre ninguno de estos asuntos, aunque sería fácil
situarle en las antípodas de este nuevo estilo de pensamiento y gestión
en el Vaticano.
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