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31 mar 2017
El asesino en serie de 54 personas, hallado muerto a golpes en su celda de Ohio
Donald Harvey, 'el ángel de la muerte', mató a pacientes a su cargo en un hospital.
Donald Harvey, durante el juicio en 1987.Al BerhmanAP
El ángel de la muerte ha sido asesinado. Donald Harvey,
de 64 años, asesino confeso de 54 personas, ha sido hallado muerto a
golpes este jueves en la celda de la cárcel de Toledo (Ohio), en la que
cumplía una triple cadena perpetua. Robert G. Sellers, portavoz de la
policía, ha confirmado que el enfermero que en cuatro años mató a
decenas de pacientes a su cuidado (él confesó 54 crímenes, pero solo iban a juzgarle por 24) fue atacado por otro preso en su cubículo y que se ha puesto en marcha una investigación. Harvey (Hamilton, Ohio, 1952) fue juzgado inicialmente por la muerte
de 24 personas, la mayoría enfermos a su cuidado en un hospital de
Cincinnati, entre los años 1980 y 1987. Se le prometió no aplicarle la
pena de muerte a condición de que se confesara culpable de estos
crímenes, ya que su comprobación hubiera resultado muy difícil. Lo hizo,
hasta el extremo que él llegó a hablar de un total de 54 muertes, más
del doble de los que se le acusaban.
Foto reciente de Donald Harvey, facilitada por la prisión de Toledo.UncreditedAP
El asesino, que escondía en su casa una lista con los nombres de sus
víctimas y la fecha de los homicidios, "mataba porque le gustaba matar",
no para ayudar a los enfermos, según dijo durante juicio el fiscal del
caso en 1987. Antiguo miembro de las fuerzas aéreas, era un aficionado
al ocultismo, era apreciado por los familiares de los que acababan
siendo sus víctimas. "Era muy majo", dijo la última supervisora que tuvo en un hospital.
Los asesinatos, realizados en cuatro años en dos hospitales en los
que ha trabajado Harvey, fueron cometidos principalmente con cianuro,
raticidas, gases, inyección de aire en las venas y bolsas de plástico o
almohadas para cortar el oxígeno. Según contó a la CBS el propio Harvey en 2003, tuvo muy fácil el
matar en los hospitales en los que trabajaba, porque la mayoría de los
médicos estaban saturados de trabajo. "Están tan ocupados que el
paciente puede morir sin que venga el médico y lo certifique. Eso me
ocurrió con un residente, que murió y el médico lo mandó directamente a
la funeraria", dijo. Nunca mostró arrepentimiento.
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