CHRISTIAN MAHÉ, vicepresidente sénior de investigación y tecnología de Chanel desde 2005, la decisión de dedicarse a la cosmética le vino dada por la propia naturaleza de esta industria. “La investigación de los productos de belleza te permite cubrir muchas áreas diferentes, ya que este mundo es un complejo ecosistema, resultado de enfoques multidisciplinares.
Y yo, que soy bioquímico de formación, no me veía trabajando en un laboratorio toda mi vida”.
Mahé es un francés de aspecto monocromático: americana, jersey de cachemir, pantalón de corte recto y mocasines, todo gris.
Mahé está al frente del centro de I+D que tiene la firma en Pantin, un suburbio industrial parisiense.
Más de 7.000 metros cuadrados, tres departamentos y más de 200 investigadores.
Un gigante cosmético con la suficiente autonomía logística como para reportarle a la compañía el 55% de sus beneficios anuales, según la publicación Financial Review.
“El Rolex de la belleza”, según lo califican los estudios de Euromonitor.
“La cosmética es el resultado de una alquimia entre naturaleza y ciencia a la que se unen las emociones”, relata Mahé.
Una tormenta perfecta a la que un reciente lanzamiento de la firma, el Blue Serum, acaba de sumarse.
Este producto ejemplifica ese viraje a la holística en el que esta industria lleva ya inmersa, en palabras de Mahé, “unos 30 años”.
No se trata tanto de una moda como de un cambio de paradigma. Sabemos que la piel es un reflejo de la sociedad.
“Para la creación del Blue Serum, Chanel ha puesto sus miras en tres de las llamadas zonas azules del planeta (Costa Rica, Cerdeña y Grecia) para dar con los ingredientes que puedan replicar la longevidad de sus habitantes.
El resultado es un producto a base de extractos de café verde, hoja de
olivo y lentisco.
Desde la firma francesa lo llaman “cosmética verde
hecha a medida”.
Les ha costado un estudio bibliográfico y otro basado
en los análisis clínicos de 133 mujeres.
Todo unido a la aplicación de
una nueva tecnología de extracción con la que obtener los polifenoles
(antioxidantes) no del fruto, sino de la hoja del olivo.
“En cosmética
de alta gama pagas por el proceso de investigación y por su eficacia
científicamente probada.
Y pagas el talento de la gente que ha trabajado
en su desarrollo.
El verdadero lujo es hacer sencillo lo infinitamente
complejo.
Chanel no es una compañía con una política de patentes
cuantitativa.
No tenemos un número fijo que registrar al año.
Nuestro
acercamiento es cualitativo”.
Su objetivo a la hora de trabajar con los
proveedores, asegura, es el de conseguir un beneficio mutuo.
“Por
ejemplo, si estamos colaborando con una empresa química en un nuevo
polímero (una sustancia química), nosotros investigamos y ellos
manufacturan.
La patente es suya, solo que nos lo dejan en exclusividad
durante el tiempo necesario para que nosotros podamos lanzar un producto
que lo contenga”.
Denominan a su método de trabajo quimio-guidado.
“Lo que hacemos es
partir de una planta, consultar toda la literatura bioquímica que existe
al respecto, identificar y enumerar los ingredientes que contiene y sus
beneficios para distintas áreas: desde la medicina hasta la industria
alimentaria; entonces, decidir si damos un paso más y hacemos nuestra
propia extracción”.
Es curioso el tiempo que se necesita para combatir,
precisamente, los signos del envejecimiento.
Mahé lo resume así: “El
tiempo es el movimiento perpetuo del lujo.
Y, efectivamente, es la
esencia de esta industria. Una contradicción que no debe ser nunca
resuelta”.
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