El objeto perteneció a la adolescente Karoline Cohn, muerta en las cámaras de gas.
El nombre de Karoline Cohn, una niña judía alemana nacida en
Fráncfort el 3 de julio de 1929, y asesinada en las cámaras de gas del campo de exterminio de Sobibor (Polonia), en septiembre de 1943, no destacaba entre las víctimas del Holocausto.
Era una adolescente más, de 14 años, que pereció en la peor máquina de matar del engranaje nazi, ubicado en territorio polaco invadido y donde murieron más de 250.000 personas.
Apenas un mes después de que ella entrara sin retorno en lo que parecía una gran ducha comunitaria, unos trescientos prisioneros lograron escapar en el curso de una revuelta (aunque se calcula que solo 50 evitaron ser recapturados).
Para ocultar la presencia de las cámaras, puesto que los supervivientes lo contarían, los guardianes recibieron la orden de destruir Sobibor.
Primero sepultaron la ingeniería mortal bajo capas de cemento para que pareciera una carretera, luego se igualó el terreno y al final se plantaron árboles.
Pero el pasado suele volver, y Karoline lo ha hecho de la forma más emotiva.
Un colgante triangular con su fecha de nacimiento y el de su ciudad natal grabados, así como la expresión Mazel tov (buena suerte) escrita en hebreo, ha sido desenterrado en ese mismo lugar por los arqueólogos.
A la sorpresa del hallazgo se suma una coincidencia que puede arrojar también luz sobre la vida de una de las víctimas más reconocibles del genocidio nazi: Ana Frank, la autora del Diario, que tenía un adorno idéntico.
En septiembre de 2014, un grupo de investigadores dirigidos
por el israelí Yoram Haimi, que perdió a dos tíos en Sobibor,
encontraron los restos de las cámaras de gas bajo la ruta asfaltada.
Las excavaciones dieron comienzo hace una década, y ya habían recuperado pertenencias de otros prisioneros, entre ellas una chapa de identificación con el nombre de Lea Judith de la Penha, una niña judía holandesa de 6 años.
Cuando ese año llegaron a los cimientos, aún recogieron más recuerdos de los fallecidos.
Hace dos meses, en el denominado Camino al Cielo, que conducía al recinto subterráneo disfrazado de ducha, repararon en el colgante de Karoline Cohn.
Por detrás, lleva letra hebrea hei, que simboliza el nombre del Creador, y tres estrellas de David.
Según Joel Zisenwine, director del Proyecto de Catalogación de las Deportaciones de Yad Vashem (Centro Mundial de Conmemoración del Holocausto), que ha comprobado el nombre de la muchacha entre los gaseados de Sobibor, “tal vez Karoline lo guardaba aún en ese momento y cayó al suelo”.
Se sabe que la jovencita fue deportada al gueto de Minsk (Bielorrusia), desde Fráncfort, el 11 de noviembre de 1941. El momento de su llegada a Sobibor no está tan claro, pero su nombre y fecha de nacimiento coinciden con los datos registrados por Yad Vashem y relativos al exterminio en ese campo
. Como Ana Frank, nacida a su vez en Fráncfort el 12 de junio de 1929, y afincada en Holanda antes de la ocupación nazi, tenía un colgante similar, es posible que las familias se conocieran.
Solo Otto Frank, el padre, regresó con vida. Su esposa, Judith, murió en Auschwitz (Polonia), y sus hijas, Margot y Ana, en Bergen-Belsen (Alemania).
Esta misma semana, una superviviente del Holocausto, originaria de Fráncfort, y que tiene 88 años, ha asegurado que guarda un colgante como el de ambas niñas.
Quizá fuera un regalo popular en Alemania en aquella época para los recién nacidos
. O todo sea una coincidencia histórica, que en el caso de Holocausto cobra mayor peso.
Recuerda los crímenes que los nazis pretendieron ocultar, y subraya la fuerza de los nombres de unas simples niñas
Era una adolescente más, de 14 años, que pereció en la peor máquina de matar del engranaje nazi, ubicado en territorio polaco invadido y donde murieron más de 250.000 personas.
Apenas un mes después de que ella entrara sin retorno en lo que parecía una gran ducha comunitaria, unos trescientos prisioneros lograron escapar en el curso de una revuelta (aunque se calcula que solo 50 evitaron ser recapturados).
Para ocultar la presencia de las cámaras, puesto que los supervivientes lo contarían, los guardianes recibieron la orden de destruir Sobibor.
Primero sepultaron la ingeniería mortal bajo capas de cemento para que pareciera una carretera, luego se igualó el terreno y al final se plantaron árboles.
Pero el pasado suele volver, y Karoline lo ha hecho de la forma más emotiva.
Un colgante triangular con su fecha de nacimiento y el de su ciudad natal grabados, así como la expresión Mazel tov (buena suerte) escrita en hebreo, ha sido desenterrado en ese mismo lugar por los arqueólogos.
A la sorpresa del hallazgo se suma una coincidencia que puede arrojar también luz sobre la vida de una de las víctimas más reconocibles del genocidio nazi: Ana Frank, la autora del Diario, que tenía un adorno idéntico.
Las excavaciones dieron comienzo hace una década, y ya habían recuperado pertenencias de otros prisioneros, entre ellas una chapa de identificación con el nombre de Lea Judith de la Penha, una niña judía holandesa de 6 años.
Cuando ese año llegaron a los cimientos, aún recogieron más recuerdos de los fallecidos.
Hace dos meses, en el denominado Camino al Cielo, que conducía al recinto subterráneo disfrazado de ducha, repararon en el colgante de Karoline Cohn.
Por detrás, lleva letra hebrea hei, que simboliza el nombre del Creador, y tres estrellas de David.
Según Joel Zisenwine, director del Proyecto de Catalogación de las Deportaciones de Yad Vashem (Centro Mundial de Conmemoración del Holocausto), que ha comprobado el nombre de la muchacha entre los gaseados de Sobibor, “tal vez Karoline lo guardaba aún en ese momento y cayó al suelo”.
Se sabe que la jovencita fue deportada al gueto de Minsk (Bielorrusia), desde Fráncfort, el 11 de noviembre de 1941. El momento de su llegada a Sobibor no está tan claro, pero su nombre y fecha de nacimiento coinciden con los datos registrados por Yad Vashem y relativos al exterminio en ese campo
. Como Ana Frank, nacida a su vez en Fráncfort el 12 de junio de 1929, y afincada en Holanda antes de la ocupación nazi, tenía un colgante similar, es posible que las familias se conocieran.
Solo Otto Frank, el padre, regresó con vida. Su esposa, Judith, murió en Auschwitz (Polonia), y sus hijas, Margot y Ana, en Bergen-Belsen (Alemania).
Esta misma semana, una superviviente del Holocausto, originaria de Fráncfort, y que tiene 88 años, ha asegurado que guarda un colgante como el de ambas niñas.
Quizá fuera un regalo popular en Alemania en aquella época para los recién nacidos
. O todo sea una coincidencia histórica, que en el caso de Holocausto cobra mayor peso.
Recuerda los crímenes que los nazis pretendieron ocultar, y subraya la fuerza de los nombres de unas simples niñas
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