Eran, en ese vídeo, una combinación de complicidad y electricidad maravillosa.
Y luego en las giras de ese disco, que fueron muchas, los dos eran casi lo más esperado de los conciertos.
Bimba Bosé supo transmitir la ambigüedad sinónimo del apellido Bosé al modelaje de los últimos años noventa y principios de este siglo, trabajos que fueron recogidos por importantes fotógrafos de ese tiempo y en pasarelas y colecciones de París a Nueva York.
¡Fotógrafos desde Steven Meisel hasta Juan Gatti! ¡Y ella regresaba a la casa familiar de Somosaguas como si hubiera ido a una excursión del instituto!
¡Me fascinaba esa actitud! Y siempre creí que su deslumbrante y polémica ambigüedad era deudora de la de su abuela, Lucía Bosé, una belleza fascinante precisamente por no ser clásica sino en permanente estado de contemporaneidad.
Muchos de los primeros diseños de David Delfín estaban directamente inspirados en trajes que Lucía le había regalado a Bimba, Jacques Fath de ensueño, Balenciagas hechos en la tienda de Madrid del célebre modisto que habían sido propiedad de Lucía.
¡Y fue ella la que pintó el pelo de Lucía de ese color por primera vez! Y los recuerdo a David Delfín y a ella haciéndose amigos, luego inseparables y después socios y cómplices, ¡enseñándonos tanto sobre lo maravilloso y fuerte de la amistad!
Bimba, con su vozarrón y sus maneras de niña bien educada y David, con ese sentido del humor filoso y cierta socarronería de la calle, su acento malagueño... podía pasar horas contemplando cómo iban armando esa unidad que representaban.
Creo que ambos han cimentado las bases del estilo y forma de ser de este nuevo milenio.
Siento que fue un privilegio haberla conocido y visto crecer. ¡Gracias por dejarme dormir en tu cuarto las primeras Navidades que pasé con vosotros!
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