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Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
17 dic 2016
En su 80 cumpleaños, el papa Francisco reivindica la vejez..... Pablo Ordaz
"Es una palabra que parece fea y que asusta, pero también puede ser una etapa para vivir con alegría".
El día de su 80 cumpleaños, delante de unos 60 cardenales más o menos de su quinta, Jorge Mario Bergoglio
ha reivindicado la vejez y, de paso, un ingrediente que considera
necesario para sobrellevarla: el sentido del humor. Durante una misa en
la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, el papa Francisco
ha reconocido: “Desde hace algunos días me viene a la mente una palabra
que parece fea y que también asusta, la vejez. Se me viene a la cabeza
aquel poema [de Ovidio]: “con paso silencioso se te viene encima la
vejez”. ¡Es un golpe!, pero hay que verla como una etapa más de la vida,
con alegría, esperanza. La vejez es sed de sabiduría, esperemos que
también para mí”.
Bergoglio ya empezó a recibir felicitaciones el pasado miércoles,
coincidiendo con la audiencia general, aunque él intentó frenarlas con
una broma.
“Os digo una cosa que os hará reír”, advirtió, “en mi tierra,
felicitar antes de tiempo trae mala suerte y quien felicita por
anticipado es un gafe”.
Durante la misa de hoy, el Papa pidió a los
cardenales que recen para que su vejez sea “religiosa, tranquila,
fecunda y también alegre” porque, según añadió, “un poco de sentido del
humor ayuda a seguir adelante”.
Desde que fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, el Papa sigue una agenda frenética, que no contempla días de fiesta ni vacaciones navideñas o veraniegas.
La semana de su 80 cumpleaños no ha sido una excepción.
Es más, basta
observar lo que ha hecho en los últimos días para identificar la
directriz de sus tres años de pontificado.
El jueves, por ejemplo, Jorge
Mario Bergoglio visitó el hospital Bambino Gesù, propiedad de la Santa
Sede, y aprovechó su encuentro pastoral con decenas de niños enfermos
para dar un toque de atención de forma muy severa a quienes gestionan
este tipo de instituciones, salpicadas por la corrupción en tiempos muy recientes.
Dijo el Papa: “Miren a los niños: ¿Yo puedo hacer negocios corruptos con
estos niños? ¡No! Yo puedo acabar el día sudado, sucio, cansado, con
ganas de decir una palabra un poco… y mandar a alguien a freír ejotes,
sí, pero sin corrupción.
El cáncer más fuerte de hospitales como estos
es la corrupción: que no viene de un día para otro, se cae lentamente,
hoy una propina aquí, mañana una mordida allá, pasado mañana un enchufe
allá y lentamente, sin darse cuenta, se acaba en la corrupción.
Los
niños no son corruptos.
Y en este mundo en el que se hacen muchos
negocios con la salud, se engaña a mucha gente, con la industria de la
enfermedad, el hospital Bambino Gesù debe saber decir no. Pecadores sí,
lo somos todos, pero corruptos nunca”.
Al día siguiente, viernes, Bergoglio siguió otra de las huellas de su
pontificado.
Bergoglio se reunió con los dos
por separado, luego los sentó juntos frente a él, para que hablaran de
sus puntos en común o de sus diferencias, pero que hablaran al fin y al
cabo.
Hay quien analiza los esfuerzos diplomáticos del Papa en función
de triunfos o derrotas –le salió bien el acercamiento entre EE UU y
Cuba, el laberinto venezolano parece no tener arreglo, la paz de Oriente
Próximo sigue siendo una utopía…--, pero, en la perspectiva de
Francisco, se trata de una vara de medir equivocada.
Lo importante, más
allá de los casos concretos, es inocular en los contendientes la
necesidad del diálogo y, de paso, lanzar un mensaje a la rígida
maquinaria vaticana: para ganar hay que arriesgar, dar pasos en falso,
equivocarse, dudar...
El miércoles, durante su visita al hospital
infantil, una enfermera le preguntó: "¿Por qué sufren los niños?" El
Papa, afligido, respondió: “No tengo respuesta... Tampoco Jesús dio una
respuesta…”.
Es verdad que ese Papa que duda —o que prefiere visitar la isla de
Lampedusa a pasearse por Milán, o que reúne a los alcaldes
contestatarios para que pidan a sus Gobiernos que acojan a más
refugiados— no gusta a los cardenales más retrógrados y sigue
encontrando resistencias en el Vaticano, donde las sorpresas y las horas
extraordinarias son cosas del diablo. Tampoco satisface a quienes
querrían más rapidez a la hora de rescatar a las mujeres del lugar
subalterno que todavía ocupan de la Iglesia o a quienes, del otro lado,
se hacen cruces porque el Papa dedique una tarde a merendar con curas
casados, sus esposas y sus hijos.
Un Papa contradictorio e imprevisible
que, en el día de su cumpleaños, recibió la llamada de felicitación de
Barack Obama mientras desayunaba con ocho vagabundos en la residencia de
Santa Marta.
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