Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 nov 2016

Si no tuviera tus palabras..............................................................Pinker Pinkerton

Canadian singer-songwriter Leonard Cohen is seen during a tribute in Gijon, northern Spain October 19, 2011. Cohen will be awarded with the 2011 Prince of Asturias Award for Literature in a traditional ceremony on Friday in the Asturian capital. The awards have been given out annually since 1981 to reward scientific, technical, cultural, social and humanitarian work done by individuals, work teams and institutions. REUTERS/Eloy Alonso (SPAIN - Tags: SOCIETY ENTERTAINMENT)
Fotografía: Cordon Press.
«Si no tuviera tus palabras me sentaría a escribir».
 Has venido tú, muriéndote, para que vuelva a abrir una página en blanco.
 Después de muchos intentos decidí dejar que lo hicieran los que saben hacerlo y, a partir de ahí, algunos cohetes despegaron hacia las estrellas y otros quedaron para siempre guardados en hangares de papel.
No puedo hacer un recorrido enciclopédico de tu vida ni de tu música. 
Sí, he leído tu biografía, ese libraco tan gordo y que tanto me gustó que me regalaron pocos años atrás y que me hizo descubrir las calles, las nieves, las islas, los hoteles, las drogas, las religiones, las mujeres que dieron forma a la persona difícil, compleja, atormentada, hombre entre los hombres, que fuiste.
 Sí, también eres el único músico del que he comprado todos sus discos de estudio, aunque algunos los escuche muy poco y ni me importe a ti ni a mí.
 Nunca he tenido esa capacidad de recuerdo tan literal de lo que me gusta para poder escribirte algo de ese tipo.
 No puedo ni quiero hacerlo, pero creo que un lugar como este en el que no se anuncie que has dejado de existir y se te dediquen unas líneas, se convertiría automáticamente en un lugar habitado por salvajes.
 Algunos quieren creer que eso todavía no ha ocurrido, así que hagámosles un favor e intentemos, de nuevo, evitarlo.
Cuando me lo anunciaron, lo tuyo, me quedé frío. Seco. 
Tuve un pensamiento estúpido: América se lo ha cargado votando a ese monigote megalómano, pensé. 
Creí que un golpe anímico de ese calibre había sido el tiro de gracia para tu delicado estado de salud. No.
 Moriste antes de eso, espero que inmediatamente después de sonreír. Espero.
Leo en mi mente fragmentos de tus inquietudes musicales y me convenzo de que alcanzaste cierto tipo de de paz fundada en el amor, en el arte y en la ironía, que te permitió vivir tus últimos años con una calma apasionada, ya algo más lejos de aquellas depresiones tan recurrentes, que compartiste y nos regalaste con tus últimos conciertos.
 Se te notaba. Te vi, sí, la última vez que pasaste por Madrid.
 Fue precioso, fue sorprendente y di las gracias por haberme dejado los cuartos y haber estado delante de esa iguana con sombrero en la que te habías convertido con el paso de los años.
 No quiero empezar a refunfuñar y decir que ya no hay otros, ni habrá, como tú, aunque lo crea.
Pocos artistas hay que me importe que se mueran. 
Algunos hay, sí. 
Tú no es que hayas muerto y no pueda disfrutar más de nuevas canciones; no es que ya no vaya a encender el lector de discos con otro álbum teniendo esa sensación de morbo reverencial al esperar comprobar los nuevos límites humanos de la dorada profundidad vocal que alcanzaste; no es que no vaya a leer más a un eterno infante que aprendió mucho, pero que continuaba acuciado por las grandes y eternas dudas humanas;
 no es que no vaya a volver a vivir la misma sensación infantil de abrir un sobre de cromos esperando encontrar dentro tarjetas llenas de voces, poesías y filosofía. 
No es solamente eso.
 Lo duro y verdaderamente jodido contigo es que siento que ha muerto una persona ejemplar, de las que ya no sabemos si quedan, de las que no dicen más que verdades.
 Te has muerto y el mundo se nota más vacío.
 Me dan igual las espirales económicas, las majaderías políticas, los viejos sentimientos salidos de las entrañas más oscuras que vuelven a estar sobre todos nosotros en este futuro brillante plagado de pantallas, márketing y poses torcidas.
 Tú ya no estás y te echo de menos, amigo mío.
Nos ayudaste y acompañaste a muchos a descubrir el amor, el cinismo, la desesperación religiosa, las noches más profundas y las palabras más altas y elegantes.
 Por eso me pongo el traje, mi sombrero siempre colgado en la pared, me planto delante del espejo y te hago una reverencia para desearte un paseo agradable de la mano con Marianne.
Me decía hoy un familiar cercano «Leonard nunca cantó, pero qué importa eso». Tiene razón.



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