Tal como acostumbraba a explicar Alfred Hitchcock,
imaginemos dos situaciones.
En la primera un grupo de personas mantiene
una conversación intrascendente durante cinco minutos y una bomba
explota bajo su mesa.
Ahí tendríamos una escena aburrida y diez segundos
finales de sorpresa.
Ahora repitámosla mostrando al público desde el
comienzo que hay una bomba que estallará dentro de cinco minutos y
lograremos mantener su atención durante todo ese tiempo.
Eso es el
suspense.
El cine actual ha descubierto además una tercera vía, que
consiste en hacer explotar una bomba cada diez segundos y cuyo mayor
exponente sería Michael Bay.
Pero centrémonos ahora en la vertiente del suspense, más concretamente
en aquellas escenas que nos mantuvieron en tensión pegados a la butaca o
al sofá, que pueden corresponder a películas de diversos géneros.
A
continuación les mostramos nuestra selección, abierta por supuesto a
cualquier otro ejemplo que deseen añadir.
El ejemplo que puso el cineasta
británico no fue casualidad, se trata precisamente de lo que hizo en
este film de 1936, con un niño que pasea una bomba bajo el brazo por
medio Londres, atravesando multitudes, mientras nos tememos que explote
de un momento a otro… y efectivamente lo hace.
Al público le disgustó
ese desenlace y el propio director reconoció posteriormente que hacer
que fuera el muchacho quien llevase el artefacto fue un «serio error»,
dada su conexión emocional con el espectador.
Pero en cualquier caso la
escena es estupenda.
Con una tasa de mortalidad de en torno
al setenta por ciento, los submarinistas alemanes durante la guerra
tenían buenos motivos para vivir con una angustia atroz cada situación
de peligro, sin lugar alguno al que escapar o donde esconderse, solo
cabía esperar. Lothar-Günther Buchheim
fue parte de la afortunada minoría superviviente, lo que le permitió
más adelante escribir un libro que sería llevado al cine con inmejorable
resultado.
En esta escena, tras haberse sumergido para evitar un ataque
aéreo cuando pasaban por Gibraltar, un fallo mecánico les hace hundirse
hasta niveles de presión que el submarino no puede soportar y solo
queda invocar a Dios.
En Sola en la oscuridad Audrey Hepburn era
una mujer ciega que para tener ventaja sobre su perseguidor dejaba su
casa a oscuras.
En el clímax de una de las películas fundamentales de
los años noventa veíamos a Jodie Foster justo en la situación opuesta.
La
escena final de esta película será también la que cierre esta selección.
Parece ser que en el incidente real que inspiró esta historia el
comportamiento anómalo de las aves fue causado por una intoxicación
alimenticia.
Señalarlo hubiera sido un despropósito semejante a explicar
el origen de La Fuerza en los midiclorianos, y Hitchcock
tuvo el buen gusto de omitirlo.
El misterio de su comportamiento nos
provoca así más desasosiego, especialmente si después de haberles visto
hacer tantas diabluras ahora mantienen esa aparente calma, dejando
marchar a los protagonistas, como si estuvieran siendo condescendientes
con ellos.
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