Sin buscarlo, el lunes me encontré sentado al lado de Baltasar Garzón.
Como muchas celebridades, resulta bastante más guapo en persona que en
la tele. No le dije eso, porque me choca cuando me lo dicen a mí.
Él
estaba más relajado que yo, esperando pacientemente los discursos de las
premiadas en la gala anual del Club de las 25, presentada por Rosa
María Calaf.
Miraba con frecuencia mi reloj porque también estaba
convocado en otra entrega de premios. “¿Vas a entregar o recoger?”, me
preguntaron, y Garzón se mostró atento.
Lo juzgué elegante y
profesional, es el recurso en el que Isabel II está más entrenada:
mostrar interés, que no es lo mismo que interesarse realmente.
“En
Madrid todo es simultaneo, se juntan los juicios y los premios. Muy
español”, avancé. “Premiar y castigar”, concluí.
“Cuánta razón”, dijo el
juez estrella, sonriendo con unos dientes que son más chispeantes de
cerca que en los periódicos. “Cuánta razón”, repitió.
cos. “Cuánta razón”, repitió.
Con
razón o no, sin castigo pocas veces hay premio.
Y es un calvario
intentar ir a todo, un hábito que no he conseguido erradicar, quizá por
la adrenalina del corre corre.
En los premios Club de las 25 estaba como
invitado, en los de la revista Interiores, presentados por
Máxim Huerta, debía entregar un galardón al célebre diseñador Karim
Rashid.
Igual que en los juicios hay acusados y fiscales, en las
ceremonias de premios hay entregadores y galardonados. Una idea que
viene de los Oscar pero que en las galas de premios que se dan en Madrid
adquiere aires de festival y de colegueo masivo.
Viéndolo bien, en los
macrojuicios también anida el colegueo.
Siempre hay matices y
personalidad en la manera en que se presentan los premios.
Los del Club
de las 25 era todo progresista, ¡la política estaba en el aire!
Y el
salón lleno de pelos de colores. Recordé a mis padres pero con ese
glamour europeo que aporta el hotel Palace con sus columnas y sus
lámparas de cristal.
En los discursos de agradecimiento de los
decoradores de Interiores también había mensaje, pero mucho más
empresarial.Sin duda mi premio favorito fue al mejor material versátil. Y
el discurso favorito fue el minimalista de una sola frase de Javier
Mariscal: “El interior es lo más bello”. Rashid felicitó a los españoles
por mantener el optimismo en tiempos de incertidumbre cuando ya se
respiraba ese aire tranquilo de saber que, por fin, tenemos gobierno y
eso parece calmar mucho las siempre nerviosas aguas del interiorismo.
Aguas minerales y aguas enriquecidas. Uno de los decoradores
comentó que en los últimos meses ciudadanos venezolanos han comprado 35
edificios en el centro de Madrid, eso supone mucha rehabilitación,
mucha decoración y mucha tela.
El barrio de Salamanca se ha convertido
en Little Venezuela.
El mismo decorador explica que Madrid es
un 30% más barato que Miami para los venezolanos enriquecidos
meteóricamente en los últimos años.
Aguas minerales y aguas enriquecidas.
.
Al día siguiente, un expresidente de Caja Madrid declaró que las tarjetas black se hicieron más oscuras y refinadas cuando llegó el señor Blesa a la institución.
Y esa misma noche, la revista Elle cumplió 30 años en España convocando, ¿cómo no?, a unos premios, sin comida, con Sara Carbonero
y Ramón Arangüena y toda una constelación de invitados y premiados
servidos en bandeja.
Después de la aparición de Gwyneth Paltrow,
Elizabeth Hurley y Olivia Palermo la parte posterior de la chaqueta de
Eugenia Martínez de Irujo aportaba humor y toda una declaración de
principios: Je m’en fous.
Me da igual, pero pareciera que hay
una agencia que lleva a estas señoras a todos los premios de revistas.
He visto a Olivia Palermo recoger más premios en nuestra ciudad que a Michael Phelps ganar medallas olímpicas. Yo mismo le entregué uno de la revista Marie Claire.
Con tanta experiencia como cursilería, Olivia recoge sus trofeos con
dos frasecitas y voz de que es la primera vez. Paltrow se lanzó a hablar
castellano con esa alegre incongruencia con la que hablamos inglés
cuando nos venimos arriba y terminó agradeciendo con un ligeramente
populista: “¡Viva la madre que me parió!”, que cosechó la mayor ovación
de la noche.
Hurley fue, sin duda, la que mejor inglés habló, académica y
un poquito reivindicativa al recordar la importancia de las revistas
femeninas en la lucha contra el cáncer de mama.
Solidaridad y glamour,
palabrotas y escotes, Garzón, todo forma parte del ritual de premiar y
castigar.
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