"Amo a mi oficio como se ama a un misterio. Sobrepasada y conmovida por la niña que fui, la que hablaba a solas a los espejos, la que se disfrazaba", dijo la actriz.
Escritas a mano en unos folios, fueron pocas las palabras que utilizó pero de tal belleza e intensidad que muchos se emocionaron.
El primer recuerdo ha ido dirigido a sus padres.
“Este diploma se lo merecen mis padres que, con su amor, hicieron que no distinguiera la vida del amor. Tampoco he aprendido a separar la vida del cine.
Amo a mi oficio como se ama a un misterio.
Sobrepasada y conmovida por la niña que fui, la que hablaba a solas a los espejos, la que se disfrazaba, a la que su padre cogía en brazos cuando iba a recibir unos aplausos.
Porque entonces no sabía que estaba dando los primeros pasos hacia lo que iba a ser mi vida”.
Así comenzó el discurso de agradecimiento Ángela Molina, ante un centenar de invitados, productores, distribuidores, y, sobre todo, amigos y admiradores.
Guapísima, de negro, Molina, una de las actrices más relevantes de la historia del cine desde que la descubrió Luis Buñuel con Ese oscuro deseo del deseo, con más de un centenar de filmes a sus espaldas, fue recibida y despedida con cálidos aplausos.
No dudó, siquiera, en ponerse una txapela que alguien le arrojó al escenario.
La actriz, que recibió el galardón de manos del ministro de Cultura en funciones, Iñigo Méndez de Vigo, proclamó su pasión por su oficio, al que nunca dejará de dar las gracias.
“Lo amo tanto, me ha dado tanta felicidad que lo repitiera intacta, sin cambiar nada.
Y si me volvieran a preguntar porqué se hace una película, porqué se amasa el pan o porqué se tienen recuerdos, yo ya tengo la respuesta preparada: por los demás, por los otros, por el espejo vivo que es la mirada del otro ser humano, por vosotros”.
Molina, Medalla de Oro de la Academia de Cine en 2014, terminó sus palabras con un deseo: el de seguir dejando una huella que llene de vida a los otros.
“Que Dios bendiga nuestros sueños.
En el silencio encuentro lo que justifica mis actos, esa fuerza de vivir, ese acto incontenible de entrar en la verdad ciega, con los ojos de silencio.
Gracias por este instante imperecedero y feliz”.
El acto terminó con una canción, entonada al unísono por Ángela Molina y Méndez de Vigo, de Luis Eduardo Aute, el músico que sigue hospitalizado en Madrid.
“Cine, cine, cine, más cine por favor, que la vida es cine y los sueños cine son”.
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