Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 sept 2016

Adiós a la ‘capitana ’de Malasaña...................................................... Luis Meyer

Hace dos días falleció Sonia del Amo, impulsora indiscutible de la música en la noche madrileña.

 


Retrato de Sonia del Amo.
Ayer el Tupperware estuvo cerrado, pero en su interior, a oscuras, seguían tomando copas animadamente Kiki Tornado, batería de Def Con Dos, los hermanos Pardo de Sex Museum y David Krahe, fundador de Los Coronas.
 Como otros muchos rockeros noctívagos, llevan años inmortalizados en el colorista mural de una pared de ese bar, sin el cual Malasaña no sería Malasaña.
 Su regenta, Sonia del Amo, falleció hace dos días y el barrio ha quedado en parte huérfano y, sobre todo, un poquito menos musical.
 
Retrato de Sonia del Amo.

Hablar de esta madrileña de 46 años, inquieta y de rasgos duros y poéticos, es hablar de garitos nocturnos y trasiego cultural.
 Se abonó a ambos muy joven, cuando abrieron el mítico Agapo en la calle Madera, por que el transitaba el rock subterráneo de mediados de los años 80
. Entre los entonces desconocidos miembros de Los Ronaldos o Los Enemigos, una jovencísima Sonia empezó a servir copas y a empaparse de ese otro Madrid, tan alejado del barrio de Salamanca o La Latina:
 "Malasaña era el barrio underground porque lo que salía de allí no se hacía en ningún otro sitio.
 Eso es lo que a ella la cautivó desde el principio", cuenta su amigo Gerardo Cartón, promotor de bandas y dj.
Sonia no se conformó con ser una espectadora y montó una década después, junto a sus hermanas Eva, Cristina y Blanca, el Tupperware en la calle Corredera Alta de San Pablo.
 Una bar recogido, con dos plantas y en el que apenas entra la luz del exterior, aunque anda sobrado de color gracias al mural antes mencionado, obra de Mauro Entrialgo.
 Sonia tuvo claro que las noches allí dentro significarían mucho más que tomar unas copas.
 Y así, su cabina de dj se convirtió en un centro de peregrinaje de músicos heterogéneos que iban a poner lo que se les antojara, con una única premisa: 
"Que tuvieran banda, que tocaran, que supieran de música", dice Cartón. "Desde punk y rock añejos hasta nuevas cosas como britpop o grunge, todo cabía", añade César Andión, uno de los primeros en pinchar allí. 
El Tupper se convirtió en lanzadera de productoras independientes como Subterfuge o Siesta, y parada obligada de quien quisiera estar al día de lo que se cocía al margen de las radios comerciales.
 "Ese local ha ejercido de puente entre la movida madrileña y el posterior movimiento indie", opina Cartón, y añade: "Sonia es la capitana de Malasaña. La que seguía defendiendo a las bandas".
Su repentina muerte por cáncer, deja en el hoy sofocante aire de Malasaña otra sensación aún más pesada: la de que ha desaparecido uno de los últimos bastiones de la identidad musical del barrio, que es mucho más que un mero recurso nostálgico; con la acelerada gentrificación de la última década se han impuesto negocios más lucrativos -y silenciosos- y han cerrado muchos garitos con la esencia del Tupperware.
 "Sonia quería que la gente fuera al barrio por la música, que lo que se había conseguido en los 70 y los 80 no se perdiera nunca", cuenta el dj Javier Entrañable, otro de sus amigos íntimos.
 Y no se limitaba a las paredes de su bar. 
Fue la impulsora de la Asociación de Hosteleros de Malasaña (AHM), que consiguió poner de acuerdo el año pasado, por primera vez, a vecinos y propietarios de locales para devolver al barrio su lustre cultural, y con la que logró uno de sus sueños: que las Fiestas del Dos de Mayo y, por ende, la música, volvieran a la calle. Culminaron con ella y su hermana Blanca (propietaria de otro garito del barrio, Madklyn) pinchando a dúo sobre el escenario. 
"Lo hemos conseguido, esperamos poder volver a vernos aquí mismo el año que viene", decía una exultante Sonia. 
No estará allí, pero gracias a ella, habrá muchos más escenarios en Malasaña.

Sonia no se conformó con ser una espectadora y montó una década después, junto a sus hermanas Eva, Cristina y Blanca, el Tupperware en la calle Corredera Alta de San Pablo. Una bar recogido, con dos plantas y en el que apenas entra la luz del exterior, aunque anda sobrado de color gracias al mural antes mencionado, obra de Mauro Entrialgo. Sonia tuvo claro que las noches allí dentro significarían mucho más que tomar unas copas. Y así, su cabina de dj se convirtió en un centro de peregrinaje de músicos heterogéneos que iban a poner lo que se les antojara, con una única premisa: "Que tuvieran banda, que tocaran, que supieran de música", dice Cartón. "Desde punk y rock añejos hasta nuevas cosas como britpop o grunge, todo cabía", añade César Andión, uno de los primeros en pinchar allí. El Tupper se convirtió en lanzadera de productoras independientes como Subterfuge o Siesta, y parada obligada de quien quisiera estar al día de lo que se cocía al margen de las radios comerciales.

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