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Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
16 ago 2016
Nueva York busca una solución a la epidemia de heroína............................................. Sandro Pozzi
El número
de muertes por sobredosis de opiáceos ha crecido un 20% en un año en la
Gran Manzana.
Las autoridades iniciado un plan de choque para afrontar
el problema.
Vigilia por los muertos por sobredosis en EEUU en 2015. C. Osorio Getty
La heroína es más letal en la ciudad de Nueva York que la violencia
por armas de fuego. Es una realidad que mostró al mundo el actor Philip
Seymour Hoffman, cuando en febrero de 2014 fue encontrado muerto en su
apartamento en el West Village. La jeringuilla pinchada en su brazo fue
también la evidencia más visible de que esa pesadilla que quita el sueño
en Estados Unidos no conoce de guetos, porque la epidemia de la
adicción cruza todas las líneas económicas y sociales.
Vigilia por los muertos por sobredosis en EEUU en 2015. C. Osorio Getty
La heroína es más letal en la ciudad de Nueva York que la violencia
por armas de fuego. Es una realidad que mostró al mundo el actor Philip
Seymour Hoffman, cuando en febrero de 2014 fue encontrado muerto en su
apartamento en el West Village. La jeringuilla pinchada en su brazo fue
también la evidencia más visible de que esa pesadilla que quita el sueño
en Estados Unidos no conoce de guetos, porque la epidemia de la
adicción cruza todas las líneas económicas y sociales.
La plaga de la heroína está causando estragos en la Gran Manzana. Las muertes por abuso de drogas prácticamente
se doblaron desde 2010. El año pasado se registraron 937 fallecidos,
frente a 541 hace cinco. Solo en el último año, el incremento fue de
casi el 20%. Esto supone que la droga se llevó por delante a 14 de cada
100.000 residentes en la mayor metrópoli de EE UU. La heroína, en concreto, fue la responsable el año pasado de seis de
cada diez muertes por sobredosis, de acuerdo con los últimos datos del
Departamento de Salud. En su caso, el incremento de los fallecidos por
abuso fue del 160% en el mismo periodo de referencia. Y aunque la
población blanca es la más afectada, es en la comunidad latina donde
crece más rápido, con un alza del 51% entre 2014 y 2015. La fiscal neoyorquina Bridget Brennan es rotunda cuando se le
pregunta por el problema de la heroína: “Se consume como caramelos”. Atribuye la epidemia a la abundancia en el suministro . Solo en 2014 se
confiscó el equivalente a 30 millones de dosis de heroína. “Nunca vimos
algo así, ni si quiera durante las epidemias de hace tres y cuatro
décadas”, señala James Hunt, agente especial de la DEA. Las estadísticas muestran que buena parte de los adictos llegan a la
heroína porque se enganchan a calmantes como el Fentanyl, que es hasta
100 veces más potente que la morfina . Después, buscan una solución más
barata y contundente. Incluso los mezclan. El año pasado, 146 de las
muertes por sobredosis están asociadas al Fentanyl. Hace diez años no representaban el 5% de los fallecidos por abuso .
Mary Bassett, la comisaria de salud en la ciudad de Nueva York, se
apoya en estos datos para urgir un amplio enfoque para afrontar el
problema creciente de la adicción. Va a ampliar el acceso al Naloxone en
barrios como el del Bronx o Staten Island . De hecho, ya hay 650
farmacias donde se vende ya sin receta . La policía también debe llevarlo
encima y se está distribuyendo entre organizaciones vecinales.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, anunció en abril la
creación de un grupo especial centrado en la prevención y el tratamiento
de los adictos. La iniciativa se concentra en la educación del público,
pero también a los doctores y consejeros que recetan tratamientos como
el fentanyl. “Estas muertes se pueden prevenir”, insiste Mary Bassett. El plan incluye además un sistema de respuesta para ayudar a adictos que
ya sufrieron una sobredosis. El gobernado de Nueva York, Andrew Cuomo, también estampó la pasada
primavera su firma en un paquete legislativo para hacer frente a la
crisis. Entre las medidas incluye elevar el acceso a tratamientos
eliminando la autorización previa de las aseguradoras y ampliando los
servicios de emergencia. Se limitan en paralelo las prescripciones a
opiáceos y se refuerzan las estrategias de prevención. “Estamos
perdiendo demasiadas vidas en nuestra comunidad”, lamenta Terrell Jones,
de la organización NY Harm Reduction Educators en Harlem, “hay que
hacer todo lo posible para prevenir futuras tragedias”. En otras ciudades, como Ithaca, han puesto en marcha otro tipo de
iniciativas, como la de crear un local en el que los drogodependientes
puedan suministrarse la dosis de una manera más segura. Si funciona, su
alcalde está convencido de que será posible ayudarles a superar su
adicción. La congresista demócrata Linda Rosenthal propone que estos
centros de consumo supervisado se establezcan en todo el Estado. Mark
Towsend, director de CORNER Project, insiste que son necesarios para
evitar que los adictos se pinchen a escondidas en un baño público o
solos en sus casas.
“La gente seguirá muriendo de forma innecesaria”,
augura. La autoridades y organizaciones locales insisten en que no pueden
esperar a que Washington actúe, pese a que se observa una mayor
sensibilización de los dirigentes políticos. El problema llega al casar
iniciativas en el ámbito de la salud como los centros de inyección con
la acción de las fuerzas del orden, porque la policía no puede condonar
el uso de una sustancia ilícita sin una ley que lo establezca
expresamente.
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