Nacido en Las Palmas en 1979, el cómico (o lo que sea) recorre los teatros con sus 'Ultrashows'.
—¿Qué le hizo querer ser lo que quiera que sea usted (artista, humorista): algo que vio, algo que leyó, algo que comió?
—La aparición de la posibilidad laboral de serlo.
Si no, estaríamos hablando de un teleoperador artista. Bueno, posiblemente ni siquiera estaríamos hablando.
—¿Qué show ajeno le habría gustado firmar?
—A ver, si el show en cuestión ha salido de otro, ¿cómo va a salir de mí? ¿Estás loco?
—¿Y qué obra de arte?
—Toda la obra de Palestrina (se contradice a tope).
De no ser lo que es le habría gustado ser…
—Muchas cosas, claro…, otra cosa es qué hubiera sido realmente. Teleoperador.
—Cuando lee la expresión “humor deconstruido” —que se ha usado para usted—, ¿en qué piensa?
—Dígame una definición de “absurdo”.
—Ufff…, por ejemplo, que ahora me digas muy tranquilo que hace tres años te echaron del Babelia pero sigues haciendo el cuestionario este y que después borrarás mis respuestas.
¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado?
—Cultura libre de Estado (Traficantes de Sueños), de Jaron Rowan.—¿Cuál es la película que más veces ha visto?
—Marcelino, pan y vino, pero la de 2013, ¿eh? La de las ciberprótesis hidráulicas.
—Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería?
—Cualquier pieza para órgano de Messiaen, ¡ja, ja, ja! Así de embotada tengo la mente.
¿Qué suceso histórico admira más?
—Puestos a admirar, el 15-M. Que apenas fui y me daba palo; pero por eso lo admiro, claro.—¿Trasnochar o madrugar?
—Me disgustan ambos. No los quiero.
—¿Qué encargo no aceptaría jamás?
—Asesinar a un niño, ¿no? E incluso eso según cómo…¡Ta la cosa mu mala! ¡Ja, ja, ja!
—¿Qué está socialmente sobrevalorado?
—Yo.
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