Un libro retrata la vida de los caminantes en una época en la que la información era escasa
El flujo de peregrinos que recorren el Camino de Santiago
no ha parado desde la Edad Media. Es una de las pocas actividades que
el hombre actual comparte con el del medievo —en julio de 2016 más de
45.000 personas lo terminaron—, pero la experiencia ha cambiado mucho
.
¿Cómo transitaban el sendero en una época en que no existían mapas
detallados? El libro Peregrinar a Compostela en la Edad Media (Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico)
intenta dar respuesta a la pregunta.
El historiador Jaime Nuño y el
ilustrador Chema Román cuentan en sus páginas los motivos que impulsaban
a las personas a realizar el viaje, los peligros que sorteaban, y los
pormenores del día a día del caminante.
Con láminas en gran formato a color e ilustraciones de
apoyo que muestran aspectos más detallados de la lectura, los autores
tratan de acercar el Camino de Santiago y las peregrinaciones a todos
los públicos.
“Desde la Fundación Santa María entendemos que la historia
hay que socializarla y puede tener muchas maneras de llegar a los
lectores.
Una de ellas es la imagen y es lo que mejor llega a los niños,
pero no es un libro exclusivo para ellos, está hecho para todos”, dice
Jaime Nuño, quien explica vía telefónica que la obra forma parte de una
colección de ejemplares que cuenta la vida de la gente de la Edad Media y
que inició con Una aldea en tiempos del románico.
“Se recorren los mismos caminos pero el viaje es muy
distinto”, asegura Nuño.
Los motivos para peregrinar y el esfuerzo que
se hacía para caminar el sendero son, para el autor, las principales
diferencias entre la época medieval
y la actual.
“A los peregrinos de hace siglos los movía la
espiritualidad, pero ahora se hace también como una emulación de un
itinerario cultural”, afirma, aunque no niega que la religiosidad sigue
estando presente.
Además, en el medievo se peregrinaba por manda
testamentaria (para recibir una herencia) o por disposición judicial
(para purgar un delito).
Para el autor, la travesía de la Edad Media era de ida y vuelta.
Suponía
un doble esfuerzo para las personas, se enfrentaban al doble de
peligros, afrontaban el doble de gastos y mantenían un intercambio
cultural entre españoles y extranjeros. “Eso se valora bastante menos
ahora”, se lamenta. La información —excesivamente o la falta de ella— y
las nuevas tecnologías han transformado también la experiencia.
Los
caminantes de aquella época no contaban con la información que tienen
los peregrinos en la actualidad. El historiador explica esa tesis con un
ejemplo.
“Es como si ahora mismo alguien quisiera atravesar África de
norte a sur sin un mapa”.
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