Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 ago 2016

El maldito Orson Welles................................................................... Gregorio Belinchón

Uno de los grandes 'thrillers' de la historia supuso para su director su última película como realizador en Hollywood y su despido en el montaje.

 SED DE MAL

 

Charlton Heston y Orson Welles, en 'Sed de mal'.
 
Se comió la vida y el cine a grandes bocados. 
 Fue primero un gordo en espíritu, más tarde en el cine en varias películas gracias al maquillaje y finalmente en la vida real, por su enorme apetito, al que acompañaba un gusto gastronómico exquisito.
 En su cabeza cambian un sabio en innumerables campos, un hombre de radio excepcional, un mago genial, un soberbio director de escena, un guionista resolutivo, un brillante creador televisivo y uno de los mejores ontadores de la historia.
 Y con todo lo anterior, aún no estaría ni perfilada la personalidad de Orson Welles.
Para su suerte y su desgracia, la vida cinematográfica de Welles siempre estuvo marcada por dos factores: fue el más shakesperiano de los directores estadounidenses, con un estilo muy europeo, y, sin que sea una contradicción, el cineasta que más amaba Hollywood… aunque también fuera el que más desaires sufrió desde la industria.
Welles vagabundeaba exiliado cinematográficamente en Europa a mediados de los años cincuenta, a causa del desastre económico que supuso La dama de Shanghai.
  Por ello, cuando acabado el rodaje de Mister Arkadin se le abrió la posibilidad de retornar a Hollywood, el maestro accedió: quería volver a casa, aunque fuera actuando en dos películas.
 La primera, en 1956, fue Man in the shadow, un mediocre producto de serie B con Jeff Chandler para Universal, en el que encarna a un malvado ranchero que no tolera que un nuevo sheriff se enfrente a su autoridad.
 En aquel rodaje le enseñaron el guion de un thriller “muy malo que ocurría en San Diego y en el que aparecía un detective corrupto”, según sus propias palabras.
 Le ofrecieron protagonizarlo y respondió con un lacónico tal vez.
 El estudio le ofreció el otro papel principal a Charlton Heston, asegurándole que Welles estaba en el proyecto. Heston sugirió que Welles no solo podría actuar, sino también dirigir, y el productor Albert Zugsmith, incapaz de llevarle la contraria, le ofreció el puesto al cineasta. 
Este aceptó con una condición: rescribir el guion, aunque tuvo que hacerlo en tres semanas y media; en Universal, se ahorraron su sueldo de guionista y director, y solo le pagaron como intérprete.
 Orson Welles lo logró con cuatro secretarias, que mecanografiaron sus notas manuscritas. 
Respetó la idea original de un detective de profesionalidad intachable que inventa pruebas para cerrar sus casos, el resto lo cambió por completo.
 Nunca leyó Badge of evil, la novela en la que se basaba el guion.
A la vez que redactaba, empezó a pensar en el resto de los intérpretes: Janet Leigh, Akim Tamiroff, Joseph Calleia (que suplió a Lloyd Bridges) y un joven Dennis Weaver (que décadas más tarde lograría la fama por la serie McCloud y por El diablo sobre ruedas) para el portero enfermo mental del motel. 
Alfred Hitchcock se inspiró en ese personaje para su protagonista de Psicosis (y tampoco buscó muy lejos a su actriz).
 Caso aparte es el de Marlene Dietrich.
 Estuvo un único día en el rodaje, como favor personal al director, para las cuatro secuencias en las que aparece.
Sed de mal arranca con una mano introduciendo una bomba en el maletero de un coche al atardecer en Los Robles, una ciudad en la frontera estadounidense-mexicana, un gesto punto de partida del increíble plano secuencia inicial.
La mayor parte de la acción entrecruza dos líneas argumentales, las protagonizadas por el policía Mike Vargas (Heston) y su esposa Susie (Leigh), separados por la investigación que sigue a la explosión inicial del vehículo. y en la que se involucra otro policía, el intachable Quinlan (el mismo Welles).
 Como director, Welles apostó por planos muy cerrados, primeros planos picados y contrapicados para incomodar al espectador en un thriller que huele a podrido, corrupción, vómito y sudor.
 El equipo tuvo un par de semanas de ensayos y en esos prolegómenos nació la admiración de Welles hacia Heston: “El mejor hombre para trabajar que jamás existió en el cine.
 Creo que los dos actores más amables con los que he rodado en mi vida son John Gielgud y Charlton Heston”.

Welles, en el rodaje del 'thriiler'.
El thriller se rodó entre el 18 de febrero y el 2 de abril de 1957. 
Según Joseph Cotten, amigo del director y que aparece en un cameo, el estudio tenía previsto un rodaje de 38 días y 829.000 dólares de presupuesto y al final fueron 39 días y 900.000 dólares de coste. 
Welles acarició la idea de rodar en Tijuana, una posibilidad que asustó a los productores.
 A cambio se filmó en Venice, a las afueras de Los Ángeles, en escenarios naturales, excepto la primera secuencia que se rodó, la del interrogatorio en la casa del vendedor de zapatos, piso que se reconstruyó en el estudio. En el diario de Heston se lee que ensayaron todo el día, sin hacer funcionar la cámara para consternación de los jefes de Universal que vigilaban en las sombras.
 “Cuando comenzamos a filmar eran las 17.45, y supe que daban por perdido el día entero.
 A las 19.40 Orson dijo: ‘Está bien, revelad. Aquí ya hemos terminado. 
Vamos dos días por delante del tiempo previsto’.
 Doce páginas del tirón, incluyendo tomas adicionales, tomas dobles y de espaldas; la secuencia completa en un solo plano, con movimientos en tres habitaciones y siete diálogos”.
 Eso es efectividad.

La traición como motor

Del argumento, a Welles lo que más le interesaba era la traición. 
“La cuestión principal es que Quinlan fue traicionado. 
Pero el propio Quinlan traicionó su profesión... y él también es humanamente traicionado [...].
 Yo decidí, puesto que estaba haciendo un melodrama, que debía ocuparme del bien y del mal, y en efecto el filme es una declaración bastante simple de lo que yo considero que es el bien y el mal”, cuenta el cineasta en el libro Ciudadano Welles.
  En este mismo libro Welles habla con dolor de cómo el montaje realizado por el estudio cuando le despidieron elimina bastantes consideraciones morales.
 Desaparecieron 20 minutos que sí están en la versión de 1998.

 

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