Del argumento, a Welles lo que más le interesaba era la traición.
“La
cuestión principal es que Quinlan fue traicionado.
Pero el propio
Quinlan traicionó su profesión... y él también es humanamente
traicionado [...].
Yo decidí, puesto que estaba haciendo un melodrama,
que debía ocuparme del bien y del mal, y en efecto el filme es una
declaración bastante simple de lo que yo considero que es el bien y el
mal”, cuenta el cineasta en el libro Ciudadano Welles.
En este
mismo libro Welles habla con dolor de cómo el montaje realizado por el
estudio cuando le despidieron elimina bastantes consideraciones morales.
Desaparecieron 20 minutos que sí están en la versión de 1998.
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