Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

29 jul 2016

Que rueden cabezas................................................ Sergio del Molino

Quienes linchan a María Frisa por su libro '75 consejos para sobrevivir en el colegio' son precisamente los que dan ejemplo a los niños para que se conviertan en matones.

Hace unos cuantos años trabajaba yo en un periódico y sonó el teléfono en la mesa de una compañera de la sección de cultura. Llamaban de recepción: un señor estaba enfadado por no sé qué cosa publicada en no sé qué página y pedía hablar con alguien.
 La redacción estaba en pleno centro de la ciudad, lo que propiciaba que mucha gente entrara y buscase interlocuciones directas. 
Mi amiga bajó y se encontró con un hombre muy alterado que le mostró unos errores en la cartelera que habían hecho que llegase tarde a una película que proyectaban en los cines de enfrente. Disculpe usted, lo subsanaremos ahora mismo, le dijo mi amiga, volviéndose hacia el ascensor, pero el hombre la retuvo un poco más. No le bastaban esas disculpas. ¿Y qué más quiere?, le preguntó mi amiga. ¿Cómo que qué quiero? ¡Quiero que rueden cabezas, que haya consecuencias!
Al estallar el affaire María Frisa me acordé mucho de aquel hombre que, furioso por haber llegado al cine a la hora equivocada, quería arruinar la vida del que había puesto mal los horarios en el periódico.
 Frisa, autora del libro juvenil 75 consejos para sobrevivir en el colegio (parte de una larga y exitosa serie de 75 consejos), está siendo víctima de una campaña de linchamiento.
 Miles de personas han pedido a la editorial la retirada del título, alegando que fomenta el acoso escolar y el machismo, basándose para ello en cuatro párrafos difundidos por Twitter. 
Fue muy significativo que uno de los instigadores del linchamiento pidiera el miércoles 27 de julio en su cuenta de Twitter que alguien le comprara el libro en formato electrónico y se lo enviase.
 Para cuando dijo esto, demostrando que no había leído el título cuya prohibición reclamaba, la petición de Change.org que exigía a Alfaguara su retirada del mercado llevaba más de 25.000 firmas.
La autora defiende precisamente los valores de los que presumen quienes quieren lincharla
Yo tampoco he leído el libro.
 No es este texto, pues, una defensa del mismo, sino una defensa de la ficción, de la libertad de expresión y un alegato contra los linchamientos. 
Pero conozco a María Frisa, he leído otros libros suyos (para adultos) y pongo las dos manos en el fuego porque sé que defiende precisamente los valores de los que presumen quienes quieren lincharla.
El libro es en realidad una novela con forma de consejos enunciados en primera persona por Sarita, la protagonista de la serie, que es una niña que pasa por momentos duros en el colegio y tiene dilemas y conflictos propios de cualquier personaje de ficción.
 Sarita se equivoca, se porta mal, es injusta y hasta malvada, como puede serlo cualquier personaje de ficción.
 Es un mecanismo clásico de la literatura infantil, y es un mecanismo ético: no hay moraleja si no hay “pecado”.
 ¿No recuerdan el cuento de Pedrito y el lobo? Para aprender que mentir está mal, Pedrito tiene que mentir mucho, enfadar a todo el pueblo y ponerse en peligro de muerte.
 ¿Es ejemplar la conducta de Pedrito? ¿Por qué los padres de tantas generaciones llevan contando a sus hijos esa historia para enseñarles que mentir es malo?
 Si los personajes de los cuentos mantienen una conducta intachable, no cabe moraleja alguna al final. 

Siento un poco de vergüenza por tener que explicar algo tan elemental.
 Somos animales narrativos, nos pasamos la vida contándonos cuentos y los niños aprenden desde muy pequeños los mecanismos de la ficción.
 ¿Por qué hay tantos adultos que parecen olvidarlos al crecer? ¿Por qué un niño de cinco años entiende perfectamente la diferencia entre autor y narrador y un adulto puede confundirlos hasta el punto de pedir la retirada de un libro de ficción?

Acepto que no se entienda ni se aprecie.
 Acepto que haya padres que consideren que el libro de Frisa no es una lectura aconsejable para sus hijos. 
Acepto que incluso abominen del texto.
 Lo que no puedo aceptar de ninguna forma es que no se contenten con expresar su (legítimo) desagrado o con criticar el libro, sino que se lancen a las avenidas de las redes con antorchas y hoces pidiendo que rueden cabezas.

Puedo ir a mi biblioteca, coger prácticamente al azar un libro de un autor español vivo (incluso de autores de literatura juvenil) y buscar en él unos párrafos que, colgados en las redes sociales con los signos de admiración pertinentes, pueden arruinar la carrera y la vida del escritor.
 Estoy convencido de que ninguno pasamos la prueba de la pureza y de que en cualquier obra, si se descontextualiza bien, hay material para que rueden todas las cabezas que queramos, hasta que nos falten picotas para tanta testa.
 Puedo hacer pasar por machista, terrorista, racista o nazi a cualquier autor que me señalen.
Solo necesito un par de horas para encontrar una frase de un personaje o una ironía sacada de su hilo narrativo.
Hay algo más en este affaire: la paradoja de que, quienes claman al cielo de Zuckerberg porque aseguran que el libro de Frisa hace apología del acoso escolar, utilizan los mecanismos del acoso contra la autora y la editorial.
 Al actuar en defensa de sus hijos, les están enseñando algo terrorífico: que puedes prohibir y eliminar todo aquello que te desagrade si gritas lo bastante alto e intimidas al responsable de tu disgusto.
 Les están enseñando modales de matón de patio de colegio. 
Y, si un niño entiende fácilmente los mecanismos de la ficción, no entiende tanto las contradicciones del adulto, puesto que el aprendizaje se basa en la imitación y en el ejemplo.
A mí me preocupa mucho más qué consecuencias va a tener para un niño crecer en la cultura del linchamiento y de la falta absoluta de empatía y comprensión por el linchado que los efectos de un personaje ficticio, por maléfico y pérfido que sea.
Por eso creo que precisamente los que nos dedicamos a juntar letras deberíamos estar hoy al lado de María Frisa.
 Por muchas razones. Una de las cuales es que mañana podemos ser nosotros los que veamos nuestras cabezas rodar escalones abajo.


 

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