Un
grupo de trajeados caballeros —y un disidente en chándal— se reunía
alrededor de la mesa de una cafetería para hablar de pollas grandes y su
relación con la tonadilla pop.
El señor Marrón afirmaba ante sus
contertulios que el «Like a Virgin» de Madonna
era una oda a los penes descomunales, o el relato de como una chica se
topaba con un amante que compartía herencia genética con los caballos y
acababa evocando una juventud donde tenía los interiores más estrechos.
Aquel señor Marrón y el recuento de pitos («—Dick, dick, dick, dick, dick, dick. —How many dicks is that? —A lot») que arrastraba su verborrea era la presentación en sociedad de un desconocido Quentin Tarantino con una Reservoir Dogs
donde ejercía de actor, guionista y director.
Y aquel diálogo inicial
atrapaba firmemente al público con el truco de reinventar de manera
divertida el significado de un elemento pop universalmente famoso.
La
del señor Marrón era una lectura simpática pero fantasiosa, porque Billy Steinberg y Tom Kelly, letristas originales de «Like a Virgin», lo
que pretendían era hablar sobre una relación amorosa tan emocionalmente
profunda como para hacer sentir al implicado que era algo novedoso.
Madonna agarró a Tarantino en una fiesta y le regaló el álbum Erotica con un mensaje escrito a mano en su portada: «Quentin, trata sobre el amor, no sobre pollas».
La
conversación sobre la rigidez vaginal de Madonna funcionaba porque se
basaba algo tan común como el no acabar de interpretar con certeza lo
que trata de decir un artista.
Una situación que en el medio musical, un
mundo abonado con letras crípticas y licencias poéticas rendidas a
encajar en una melodía, se convertía en un terreno plagado de neblinas.
Al fin y al cabo Duran Duran escribió una canción sobre la
industria discográfica y todo el mundo interpretó que estaban cantando
sobre penes.
La propia banda reconocería que titular al tema «Big Thing» e incluir estrofas que hablaban sobre la fricción probablemente no había ayudado mucho.
De amores
El exitoso «Where the Wild Roses Grow» que interpretaban a medias Nick Cave y Kylie Minogue
a menudo era observado como una hermosa y romántica balada para bailar
arrimados, acaramelados y a paso lento.
Algo curioso al tratarse de un
tema inspirado en una canción tradicional sobre un psicópata que
asesinaba a la antojada, pero también al pertenecer el corte a un disco
llamado Murder Ballads y llegar acompañado de un excepcional videoclip
que mostraba a Cave lavándose sangre de las manos en el río donde
flotaba el cadáver de una recién asesinada con cara de Minogue en stand-by. La «Jeanny» que cantaba Falco
también se malinterpretaba como una carta de amor cuando en realidad
describía a un abusador sexual y asesino persiguiendo a su víctima, y
exactamente lo mismo ocurría con el «Sexy Type Thing» de Stone Temple Pilots que tenía poco de sexy y mucho de escarbar en la cabeza de un violador.
El «Dance Me to the End of Love» de Leonard Cohen
vestía apariencia de apasionada canción de amor, pero según el propio
Cohen trataba sobre el Holocausto y la inspiración le había asaltado al
leer que en algunos campos de concentración obligaban a un cuarteto de
cuerda a tocar temas clásicos junto a los crematorios mientras las los
prisioneros eran incinerados.
El «Every Breath You Take» que Sting entonaba en The Police
se suponía una tierna balada cuando en realidad era una historia
tenebrosa sobre un acosador espiando todos los movimientos de la persona
que deseaba, y lo cierto es que hasta el mismo álbum que contenía la
canción (Synchronicity) resultaba inusualmente oscuro para ser un producto pop con la radio como ecosistema natural. «Crash Into Me» de David Matthews Band parecía una pieza romántica pero narraba las fantasías de un pervertido voyeur acechando a una mujer a través de la ventana. «I Will Possess Your Heart» de Death Cab for Cutie también disfrazaba como canción romántica la historia de otro stalker. El estribillo de «You’re Gorgeous» de Babybird (You’re gorgeous / I’d do anything for you) lograba que muchos pasasen por alto que el que lanzaba piropos era un fotógrafo que trataba a las mujeres como objetos.
Sarah McLachlan le daría la vuelta al tema de los acosadores psicópatas al escribir «Possession», una historia cuyos versos narraban una relación de acoso desde el punto de vista de un fan obsesionado con la cantante
. Lo inusual es que estaba basada en hechos reales y acabó acarreando consecuencias delirantes: en 1994 un seguidor de la cantante llamado Uwe Vandrei la denunció solicitando un porcentaje de loas regalías generadas por el tema al asegurar que McLachlan había utilizado en la letra extractos de las cartas que él mismo le enviaba.
Vandrei también declararía que estaba como una puta cabra, vivía obsesionado con la artista y la perseguía a escondidas.
El juicio contra la cantante comenzó a retrasarse, en parte para mantener la seguridad de la propia McLachlan, que ahora tenía a un zumbado declarado detrás de ella, pero el fan fatal se suicidaría antes de pisar tribunales.
A pesar de todo esto, cuando la audiencia escucha «Possession» suele interpretar que el narrador es una mujer, que de ese modo los hechos son menos graves y que en realidad todo es una exaltación del amor.
Johnny Rzeznik de Goo Goo Dolls explicaba que su éxito «Slide»
narraba un embarazo accidental entre adolescentes y giraba en torno al
aborto y mientras tanto el resto del planeta percibía una canción
romántica.
Conociendo el significado real del tema lo más incómodo acabó
siendo descubrir que el propio grupo interpretaría una versión mutante,
retitulada «Pride», en el mismísimo Barrio Sésamo a la vera de Elmo.
Otro
de los equívocos clásicos suele ser el confundir a qué coño (no
literal) le canta el artista.
Pocos parecían entender que en «Me and my Girlfriend» de Tupac la novia era una pistola, que los Beatles no le cantaban aquello de «Got to Get You into my Life» a una persona sino a la marihuana o que aquel príncipe al que Placebo se refería en «My Sweet Prince» era la heroína.
Billy Joel dedicaba el odio vertido en «Laura»
a un familiar insoportable y no a una exnovia, como era creencia
popular. En algunos casos ni siquiera el autor lo dejaba claro: Kurt Cobain aseguraba que «Heart Shaped Box»
había sido inspirado por anuncios con niños con cáncer, pero el resto
del mundo opinaba que la canción hablaba exclusivamente de Courtney Love.
Según la propia Courtney Love la canción estaba dedicada a su coño (literal), y eso mismo recordó a Lana del Rey de manera pública cuando esta última hizo una versión del tema.
The Kinks se merecen una mención de honor porque su exquisita «Lola»
sonaba en los oídos pocos familiarizados con el inglés como una canción
dulce en honor a una dama llamada Lola, pero en realidad detallaba el
encuentro entre un jovenzuelo y un travesti en una disco del Soho
londinense.
La banda R.E.M. no ocultaban su incomodidad cuando descubrieron que «The One I Love» provocaba arrumacos y cariñitos entre la audiencia.
A Peter Buck aquello
le producía escalofríos porque el objetivo de la canción no era
precisamente ensalzar el amor y mucha gente parecía no escuchar más allá
del primer verso, algo que era todo un logro porque la letra solamente
tiene tres versos junto a un estribillo y no resulta demasiado difícil
darse cuenta de que Michael Stipe no está cantando al amor sino a
una manipulación diabólica del mismo.
El propio Stipe la definía como
«Increiblemente violenta, brutal y horrible […] Está bastante claro que
habla sobre utilizar a la gente una y otra vez», pero tras unos cuantos
años en los que las ondas de radio contemplaron cómo centenares de
personas se la dedicaban a sus amores el cantante dejó de preocuparse:
«Siempre he sentido que mi trabajo está muy abierto a la interpretación
personal.
Así que probablemente es mejor que a día de hoy la gente crea
que se trata de una canción de amor».
A Buck entretanto las parejas se
le acercaban mucho para decirle que aquella era su canción y él contestaba con un «¿ESO es tu canción?».
El desamor era otro de los malentendidos habituales: el clásico «You Are my Sunshine» de Jimmie Davis,
aquel tema que llegó a ser canción oficial del estado de Luisiana, en
realidad hablaba de un miserable abandonado por la pareja amada.
El
célebre «Hey ya!» de OutKast parecía tan alegre y animado —parte de la culpa la tenía aquel videoclip con André 3000 multiplicado— que casi nadie se paraba a escuchar una letra que hablaba de una relación extinguiéndose.
El «I Will Always Love You» de Dolly Parton que Whitney Houston
versionó para su guardaespaldas no era una declaración de amor sino el
anuncio de una ruptura.
El hecho de que un puñado de fans de U2 hicieran sonar «One» durante sus bodas era algo que a Bono le chirriaba bastante: la canción era una conversación amarga entre dos personas irreconciliables.
El apunte más chalado es el de Bonnie Tyler y el imperecedero «Total Eclipse of the Heart»,
una balada que funciona como una bomba a la hora de atronar karaokes y
como un imán en el momento de contaminar pistas de baile en reuniones de
exalumnos. La auténtica autoría de los versos corresponde a Jim Steinman, un cocinero de hits que había escrito letras para Meat Loaf, Celine Dion, The Sisters of Mercy o Boyzone.
El caso es que a la hora de enfrentarse a lo de parir una canción de
amor para Tyler el trovador se acordó de que tenía guardado al fondo del
cajón algo mucho mejor: una canción de amor entre vampiros: «Su título
original era “Vampires in Love”, porque yo estaba trabajando en un
musical sobre Nosferatu.
Si se escucha la letra se descubre que las
frases corresponden a un vampiro.
Trata de la oscuridad, de su poder y
del amor en las tinieblas».
No has entendido nada
Janis Joplin escribió «Mercedes Benz» como un canto en contra del consumismo.
Y años más tarde Mercedes Benz utilizaría la canción para vender coches.
El «Material Girl» de Madonna estaba pintado con ironía de la de verdad, no la de una bio de Twitter. El «Safety Dance» de Men Without Hats, contra todo pronóstico, no iba sobre una guerra o sexo seguro como se presuponía, sino sobre bailar haciendo el idiota.
The Vapors negaron infinitas veces la leyenda urbana que aseguraba que «Turning Japanese» trababa sobre la masturbación y su posterior orgasmo con ojos achinados. «Today» de The Smashing Pumpkins contenía la frase «Today is the greatest day I’ve ever known» y muchos creían que aquel era un buen día para Billy Corgan cuando en realidad estaba cantando sobre el suicidio. «Live in the Fast Lane» de los Eagles
acabó usándose como bandera de la vida loca que la propia canción
condenaba.
El ganador por incomprensión total podría ser el pegajoso «The Riddle» de Nik Kershaw,
un tema cuya letra ni siquiera tenía sentido para el autor: la insertó
en la melodía por rellenar con algo y ahí quedó el asunto. «Losing My Religion» de R.E.M. no iba tanto de sentimientos religiosos como de corazones rotos.
Se dice que a Joe Strummer, de The Clash, casi le da algo al enterarse de que una bomba de la guerra del golfo llevaba escrito un rock the casbah, el título de su más famosa canción antimilitar.
No dejabas de mirar, estabas sola
completamente bella y sensual,
algo me arrastró hacia ti como una ola
y fui y te dije hola, qué tal.
Esa noche entre tus brazos caí en la trampa
cazaste al aprendiz de seductor
y me diste de comer sobre tu palma
haciéndome tu humilde servidor.
Amiga,
hay que ver cómo es el amor
que envuelve a quien lo toma
gavilán o paloma.
Pobre tonto
ingenuo charlatán,
que fui paloma
por querer ser gavilán.
Fui bajando la cremallera de tu vestido
y tú no me dejaste ni hablar,
solamente suspirabas te necesito,
abrázame más fuerte, más…
al mirarte me sentí desengañado
solo me dio frio tu calor
lentamente te solté de entre mis brazos
y dije: estate quieta por favor.
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