Es posible que un espectador no avezado en la obra del autor de Ivanov quede algo perdido entre las cuitas económicas.
Para los que han seguido con cierta asiduidad el último tramo del
recorrido artístico de Pep Tosar encontrarán en la puesta en escena de Qui bones obre farà
un sentido de continuidad.
La habitual gasa —un bastidor para un bordado de realidad como la vida misma— que sirve para meter el documento (entrevistas, sentencias, declaraciones, manifiestos) en el teatro y un espacio frontal para los intérpretes y sus interacciones en directo.
El presupuesto del TNC ha permitido ampliar la compañía y crear una tercera dimensión tras el velo: un escenario para los ensayos de La gaviota.
El primer texto de Chéjov de los tres que forman el esqueleto dramático del montaje.
La columna vertebral es El jardín de los cerezos con frases-hueso de Las tres hermanas.
Más las notas biográficas que el propio Chéjov (Tosar) dejará caer con elegante ironía durante la función
. A partir de aquí queda abierto el debate sobre si el dramaturgo-director-actor ha hecho suyo el teatro del ruso o ha ido mucho más allá en su reescritura que lo que presupone el cambio de título al estilo Veronese
. Es posible que un espectador no avezado en la obra del autor de Ivanov quede algo perdido entre las cuitas económicas y crisis de identidad de una compañía de teatro a punto de perder su sede histórica.
En realidad, cuanto menos se parece Qui bones obres farà a su modelo y los personajes a los originales, mejor funciona la propuesta
. Una comedia dramática con ganas de frontal denuncia —de aire anglosajón, con Hare y Ayckbourn como apócrifos musos— que tiene poco que ver con el devenir chejoviano a velocidad de reloj de arena.
La habitual gasa —un bastidor para un bordado de realidad como la vida misma— que sirve para meter el documento (entrevistas, sentencias, declaraciones, manifiestos) en el teatro y un espacio frontal para los intérpretes y sus interacciones en directo.
El presupuesto del TNC ha permitido ampliar la compañía y crear una tercera dimensión tras el velo: un escenario para los ensayos de La gaviota.
El primer texto de Chéjov de los tres que forman el esqueleto dramático del montaje.
La columna vertebral es El jardín de los cerezos con frases-hueso de Las tres hermanas.
Más las notas biográficas que el propio Chéjov (Tosar) dejará caer con elegante ironía durante la función
. A partir de aquí queda abierto el debate sobre si el dramaturgo-director-actor ha hecho suyo el teatro del ruso o ha ido mucho más allá en su reescritura que lo que presupone el cambio de título al estilo Veronese
. Es posible que un espectador no avezado en la obra del autor de Ivanov quede algo perdido entre las cuitas económicas y crisis de identidad de una compañía de teatro a punto de perder su sede histórica.
En realidad, cuanto menos se parece Qui bones obres farà a su modelo y los personajes a los originales, mejor funciona la propuesta
. Una comedia dramática con ganas de frontal denuncia —de aire anglosajón, con Hare y Ayckbourn como apócrifos musos— que tiene poco que ver con el devenir chejoviano a velocidad de reloj de arena.
Su fragilidad está en manos de una extraordinaria Imma Colomer.
Para ella y Catarina son las mejores escenas, frases y réplicas.
Una consciencia en disolución difícil de encontrar en un texto de Chéjov pero que ofrece los momentos más memorables de este montaje, junto con los falsos directos de los primeros planos de los intérpretes ensayando La gaviota.
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